Inmarcesible

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Inmarcesible: Que no se puede marchitar.

Marzo, 2006.

Abigail suspiró por tercera vez consecutiva esa mañana, apretando el botón de apagado para ignorar la llamada de su tan preciado amigo Embry Call. Este escenario se venía repitiendo hace unos días, provocando un gran dolor y cargo de consciencia en la chica, quien por órdenes del alfa no podía mantener contacto con sus antiguos amigos ya que eran posibles metamorfos, y nadie en la manada iba a arriesgar a la única bruja que han conocido ante nuevos y furiosos hombres lobo.

Ese día en específico, Abby se encontraba recostada en su habitación dentro de la cabaña de Sam y Emily, los chicos estaban de cacería tratando de localizar y dar fin con la vida de la vampira pelirroja que no se cansaba de acechar por esos lares, y Emily se mantenía ocupada en algún lugar de Forks haciendo las compras para el hogar. Resultaba inimaginable ante los ojos de Abby la cantidad de comida que la pobre mujer debía comprar para mantener viva a la manada con su inagotable hambre.

Amelia, la madre de la joven bruja, no daba señales de vida, y aunque Abigail se había mentalizado desde el principio a no crear lazos afectivos con ella, algo en su interior se removía de manera acusatoria. "Lo que pasa una vez, siempre se repite", pensaba.
Los meses que vivieron juntas inevitablemente se llegaron a conocer a un nivel más íntimo, compartiendo de vez en cuando secretos, sueños y tristezas.

Su padre nunca se negó a hablar de Amelia, al contrario, durante los años que pudo criar y compartir junto a su hija le narró un sinfín de historias de aventura que ambos vivieron, guardó un par de fotos para que Abigail tuviera conocimiento de cómo era su madre, y siempre elogió lo mucho que se parecían las únicas mujeres de su vida. Abel era el hombre más puro y bondadoso que Abigail había conocido en sus dieciocho años, todo lo bueno que ella tenía venía de él, y por lo mismo, nunca pudo entender a totalidad cómo su madre pudo abandonarlo con una hija recién nacida.

Alcanzó a vivir hasta los once años con su amado padre en un pequeño departamento de una pieza en Seattle, y mientras su padre trabajaba dobles turnos para poder sobrevivir, Abigail se esforzaba en estudiar y sacar las mejores calificaciones pues creía que el tiempo pasaría volando y un día sería ella quien trabajara para darle a Abel la vida que se merecía. Antes de su siguiente cumpleaños, Abel fue deportado a su país natal en Latinoamérica por falsificaciones en sus papeles y Abigail fue llevada a centros de menores hasta que su madre apareció en su vida.

Nunca más supo de su padre, y hoy nuevamente, no tenía rastros de su madre.

El teléfono celular volvió a vibrar, anunciando una llamada entrante de Embry Call. Abigail no supo si fue la nostalgia o la soledad que la embargaron en ese momento, pero en un impulso sentimental presionó el botón y pegó el teléfono a su oreja, ansiando escuchar la voz de un ser querido. Escuchó cómo desde el otro lado de la línea una voz temblorosa decía su nombre, e instantáneamente una sonrisa apareció en su rostro.

-Hola Em-.

-Abigail, pensé que algo te había sucedido. No sabía si me estabas ignorando, o si no querías saber más de mí, o si estabas bien o en otro lado del país... No sabes cuánto te extraño, todo mi mundo está cambiando y no puedo evitar pensar en tu mirada que siempre me calma...-.

La chica sintió como su pecho se apretaba, un par de lágrimas amenazaban con salir, pero se negó ante ese sentimiento. En cambio, suspiró por milésima vez durante el día, y pensó rápidamente en alguna excusa para que su amigo no se sintiera peor de lo que ya estaba.

-El mundo siempre está cambiando Em, y los cambios son buenos-.

Embry resopló y se tomó un par de segundos para responder.

-No creo que los cambios en mi vida sean buenos Abbs, no sabes lo que está pasando por acá-.

-Cuéntame entonces, sabes que me encanta escucharte-.

-Jake... Jacob ya no es nuestro amigo, ahora es uno más del clan de Sam con sus esteroides y miradas hostiles. Me siguen donde quiera que vaya, ¡Me vigilan Abbs! -.

- ¿Jacob Black? -.

-Pf, el mismo que viste y calza tontita, ¿Qué otro Jacob conocemos? -.

De pronto, Abigail comenzó con un mareo invasivo y su visión se ponía borrosa mientras escuchaba a lo lejos cómo Embry seguía charlando y hablando de su vida. Sus extremidades empezaron a hormiguear y sintió como el celular caía de su mano con un fuerte golpe en el suelo. Intentó levantarse, pero la habitación se movió aún más rápido, ya no podía mantener los ojos abiertos. Con todas sus fuerzas intentó aferrarse a una pared, pero ya no tenía control sobre su cuerpo y cayó con rudeza junto al celular, provocando un fuerte dolor en su hombro y brazo derecho.

Cuando Abigail volvió a abrir los ojos, ya no se encontraba en su habitación.

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