Individuo impropio

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Sony Novem, El soldado

Despierto en una habitación ajena. A penas abro los ojos, la tristeza cae sobre mi sin misericordia alguna.

No sé dónde estoy o como llegué aquí. Intento recordar lo último que mi memoria fue capaz de captar: estaba todo bien y luego los tiroteos, los cuales creo que fueron como una especie de disparador para mí. Después solo sigue una nebulosa de sensaciones que no sé qué tanto quiero descifrar.

Observo mi alrededor con la conciencia un poco más clara y despierta. No me cuesta darme cuenta   de que estoy en un hospital.

La angustia me oprime tanto el pecho que no estoy seguro de estar respirando correctamente. Ni siquiera sé por qué estoy triste, o tal vez no del todo. Es lo peor cuando no sabes que está causando tal malestar dentro de tí, porque tú cerebro busca una razón lógica y al no encontrarla te hace sentir extremadamente vacío e inútil.

Las lágrimas tibias se deslizan por mis mejillas y la garganta se me bloquea de tal manera que se me dificulta tragar saliva. Nunca estaré bien. ¿Por qué soy un extraño en mi propio cuerpo? ¿Quién es este individuo impropio que se atreve a corromperme el alma?

Las respuestas nunca llegan.

Lo que sí llega es la enfermera y también una doctora mayor. No digo una palabra.

—Novem, Sony. ¿Cómo te encuentras? Has estado fuera de ti casi una semana. Empezábamos a creer que estabas en coma. — Dice la doctora... Locke, por lo que veo en su atuendo.
La observo un poco mejor y noto leves arrugas en sus ojos cansados.

Cuando atisbo a responder, empiezo a toser descontroladamente. La enfermera me alcanza un poco de agua el cual me recomienda que beba suavemente y de a poco.

Cuando me recupero, hablo.

—Estoy bien. — Miento. Espero no ser tan mal mentiroso.

—Señor Novem, su pareja llamó a la ambulancia desesperadamente y brindó las siguientes características: ojos blancos, palidez absoluta, estado de inconciencia temporal, alteración por ciertos disturbios y sudor extremo. Usted no está bien, esto ya lo he visto antes. Es una condición más común de lo que se cree. — Informa.

Intento procesar todo lo que dice. No voy a molestarme en corregirle que aquella mujer con la que me encontraba no era mi pareja. Necesito escuchar cuál es mi diagnóstico, porque ni yo mismo parezco saberlo.

—Usted es veterano de guerra según este informe, ¿Verdad?

Me limito a asentir con desgano.

—Eso explica aún más las cosas. — Le dice a la enfermera que tiene al lado. — Sony, en un momento vendrá la psicóloga Dyadriay, ella se encargará de explicarte todo. Te deseo una pronta recuperación. — Dice amablemente y se va.

¿Pronta recuperación? ¿De qué, por qué? Exijo respuestas inmediatas. Estoy aterrorizado.

A mí habitación de hospital entra una mujer que no puede tener más de treinta y cinco años. Tiene el pelo ondulado y de color rojo, lo cual hace imposible que pase desapercibida.

—Buenos días Sony. — Saluda con voz chillona.

—Hola.

Agarra una silla de metal y la posiciona cerca de mi cama. Cuando se sienta, va directo al grano.

—¿Has oído hablar del trastorno de disociación? — Pregunta como si fuera lo más normal del mundo.

—Si mira justo ayer lo debatía con los muchachos mientras bebíamos un vino tinto cosecha del 89, no, por todos los cielos, ¿Quiere alguien decirme que está pasando? ¿Qué me está sucediendo? — Pido desesperado. Casi lamento haber sido sarcástico.

Submundis BellumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora