Capítulo 8

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Me dirigía corriendo hacia mi puerta de acceso al avión. No paraba de pensar en que no íbamos a llegar a tiempo, y me preocupaba cómo estaría Aarón encerrado en una estrecha maleta. Pero tenía razón, no nos iban a pillar, al fin y al cabo, yo sólo era una alumna de un instituto que llegaba un poco tarde. Quizás hasta me estuvieran esperando.
            Luego me di cuenta de que lo que estaba pensando era surrealista, no iban a retrasar todo el tráfico aéreo del mundo por culpa de una niñata con las hormonas descontroladas.

            —Aarón, ¿estás bien?

            —Bien bien no, pero me alegra pensar que en un rato estaré genial. Pero cállate, o se van a creer que estás loca y que hablas sola —se oyó una risa dentro de mi maleta.

            A lo lejos veía mi puerta. ¡Bien! El avión aún no había salido. Pero nadie me estaba esperando, era como si se hubieran olvidado de mí. En cambio, era yo la que me había olvidado de ellos. No quería encontrarme con Evelyn. No con mi mejor amiga, porque probablemente la había perdido. Por mis tonterías.

            —Aarón, ahora calladito, ni se te ocurra decir nada. Ni respirar.

            —¡Mira la chica, cómo quiere que muera ahogado! ¡Sin respirar!

            —¿Te quieres callar? —dije agitando un poco la maleta mientras seguía corriendo.

            Llegué a la puerta, donde había una azafata guardando cosas en un cajón.

            —¿Hola? —dije yo, pues ni se había inmutado de mi presencia.

            —¡Ah, hola! ¿No serás tú Anna? —frunció el ceño.

            —Sí, he tenido unos pequeños problemas, y no me ha dado tiempo a llegar, y… Uf, estoy exhausta.

            —Ya verás la que te va a caer cuando entres. El avión va a despegar justo en... —miró el reloj que había en su pantalla del ordenador— dos minutos y medio. Llegas por los pelos, pero la bronca no te la va a quitar nadie. ¿A ti no te han enseñado lo que es la puntualidad?

            La señora que al principio era tan amable ya me estaba empezando a tocar un poco la moral. ¿Qué le importaba a ella mi puntualidad? ¡Déjame entrar ya, tengo a un chico ahogándose en mi maleta!

            —Sí, pero creo que mis problemas intestinales no los ha podido evitar ninguna clase de puntualidad. ¿Puedo entrar, por favor? Pronto necesitaré ir otra vez al baño.

            La señora me miró con una cara de asombro increíble.

            —Emmmm, sí, pasa, que si no se te va a ir el avión.

            Le  di mi pasaporte y el DNI y esperé a que me abriera la puerta.

            —Gracias. —le solté descaradamente.

            Y me encaminé hacia la plataforma que me llevaba a mi avión. Oí una risa en mi maleta. Casi me había olvidado de Aarón.

            —Shhh, ya casi estamos dentro.

             Di el último paso, el que me llevaba hacia el interior del avión.

             No podía imaginar lo que me esperaba.

Tras la cristalera - IncompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora