Capítulo 11

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El avión surcaba los cielos con una rapidez increíble. Por la ventana pude ver las siluetas de edificios, que poco a poco iban empequeñeciéndose hasta ser totalmente diminutos, formando el puzle que rectangular que componen muchas grandes ciudades.

Me puse los auriculares para relajarme un poco. Yo considero la música como una herramienta mágica, siempre me hace ponerme de un humor mejor y me anima (incluso la música lenta y triste me relaja cuando estoy triste, es extraño pero sin embargo muy normal).  Mientras el avión ascendía miré las nubes, moviéndose lentas y tranquilas por su espacio. Bajo ellas a veces se veían bandadas de pájaros.

No sé si fue por la música o por el sonido constante de los motores, pero el caso es que me quedé casi dormida. Estaba a punto de irme al maravilloso mundo de los sueños cuando un pitido me reavivó. Era el pitido que anunciaba que ya podíamos quitarnos los cinturones por que el avión estaba completamente recto y estable. Abrí los ojos y vi el interior del avión otra vez.

Varias palabras pasaron fugazmente por mi cabeza.

Asfixia.

Muerte.

Aarón.

¡Mierda! Tenía que ir corriendo al baño lo antes posible. Comencé a ponerme nerviosa de nuevo. Me puse de pie inmediatamente y corrí a coger la maleta. Pero Aarón no podía haber muerto, al menos no tan sigilosamente. Saqué la maleta del ataúd —para mí, eso no iba a ser nunca más un simple compartimento para guardar las pertenencias— y la arrastré por el pasillo hasta el baño. Al parecer, alguien se había dado más prisa que yo y había entrado en el único que quedaba vacío, porque Evelyn estaba en el que había justo enfrente. Sin dudarlo, llamé a la puerta del baño en el que estaba mi amiga. No perdía nada, tarde o temprano lo iba a descubrir todo. Sin embargo, no abría.

—¿Evelyn? Por favor, ábreme, tenemos que hablar—llamé de nuevo.

—¿Anna? —dijo una voz dentro, claramente la de Evelyn. Estaba llorando.

—¡Sí! Ábreme por favor, te lo explicaré todo. Pero necesito hablar contigo.

            Esperé unos segundos sin obtener respuesta, pero finalmente, la puerta se abrió.

            Entré al diminuto baño del avión, y pisé varios pañuelos. Mi amiga estaba arrinconada en una esquina, mirándome con los ojos llenos de lágrimas. Cerré la puerta tras de mí.

—Lo siento.

—¿Por qué has tardado tanto en llegar antes? Más te vale tener una buena excusa.

—No sé si te parecerá buena o no, pero es la verdad. Y la verdad está en ésta maleta.

—¿Qué quieres decir?

—Evelyn, no tenemos tiempo para explicaciones. Sé que he hecho una gilipollez. Sé que me lo repetirás cuatro millones de veces y me lamentaré siete millones por haberlo hecho, pero ya no puedo volver atrás. Evelyn, de verdad, lo siento por abandonarte, ha sido un flechazo.

—¿Flechazo? Anna, ¿qué dices?

—Tía, calla y mira.

Tumbé la maleta en el suelo mientras ella me miraba dudosa y comencé a abrirla. Fui abriendo la cremallera lentamente, temiendo lo que me pudiera encontrar y cómo reaccionaría Evelyn. Mientras tanto, la luz iba entrando dentro de la maleta e iluminaba levemente el interior. Distinguí una rodilla, pero no se movía en absoluto. Vi sus manos y su ropa. Terminé de deslizar la cremallera hasta que llegó al tope, miré a mi amiga, y abrí la maleta poco a poco para que viera el interior.

—Prométeme que no vas a cabrearte, Evelyn.

—No prometeré nada porque no sé aún lo que hay ahí dentro.

—Esto ha sido el causante de todo. Perdón.

Abrí la maleta totalmente y quedó al descubierto el cuerpo de Aarón, acurrucado en posición fetal en la maleta. Vivo, o muerto. 

Tras la cristalera - IncompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora