Capítulo 2

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Llegamos al instituto a las cinco menos cuarto. Resultaba cómico ver a mis compañeros de clase todos puestos en fila, apoyados en la pared, esperando a que llegara el autobús. Pero entre ellas no estaba Evelyn. ¿Dónde se habría metido?
      Evelyn es mi mejor amiga desde que entré al instituto. La conocí como se conocen la mayoría de amigos en un instituto: un profesor se cabrea por que ciertas personas no paran de hablar, los pone por orden de lista, y lo único que consigue es que conozcas mejor a otra persona con la que hablar y evadirte de las aburridas palabras del profesor.
      Al ver que no veía a mi amiga, fui a reunirme con varios compañeros de mi clase, y mi padre se fue a hablar con otros padres. Les saludé y me saludaron de vuelta. Entre ellos estaban Peter, Liesel y Alba. Sí, Alba, la chica que peor me cae del instituto también venía al viaje. Resulta insoportable. Es una pija sin cuidado. Lo más gracioso es que es una pija anticuada, lo que le hace más patética aún y te dan más ganas de reírte en su cara.
      —¿Qué tal? —Me dijo Alba la patética mientras masticaba un chicle con la boca bien abierta.
      Aquél día llevaba un abrigo marrón con capucha y unas mallas simulando la textura de un vaquero. También llevaba unos pendientes de aros tan grandes que perfectamente le hubieran podido servir como pulsera, que le sobresalían por los lados de su pelo largo rizado y castaño.
      —Pues muy bien—le respondí cortadamente. Espero que vaya genial el viaje, tengo muchísimas ganas.
       En realidad estaba pensando en que debería tirarla por la ventana del avión, pero me borré el pensamiento de la mente e intenté ser lo más educada posible.
      —Yo también—dijo ésta vez Peter, consciente de la tensión que había en el aire e intentando aliviarla. Pero llevo ya aquí media hora esperando el autobús y no viene. Empiezo a pensar que no vamos a pisar Reino Unido hasta dentro de treinta años.
      —Creo que vas a pasar un poco de frío con esa ropa, espero que en Londres no vayas con pantalones cortos—volvió a retomar la guerrilla Alba, soltando una risita típica de niña amante de los ponys. Liesel se rió con ella. Siempre le seguía la corriente, era su perrito faldero.
      No comprendo cómo no le arranqué la cabeza en ése mismo instante. Sin embargo, conteniendo mis impulsos, me limité a decirle:
      —Tranquila, llevo bastante ropa en la maleta. La suficiente como para matar a alguien si se la tiro encima.
      Y se calló.
      El autobús aparecía por fin por la esquina del instituto, y yo estaba preocupándome cada vez más porque mi amiga no venía. “¿Dónde se habrá metido?” Le envié un mensaje a su móvil para que viniera de una vez.
      Diez minutos más tarde ya estábamos todos subidos en el autobús. Mi preocupación estaba ya a niveles extremos, y los profesores contando cabezas para asegurarse que no faltaba nadie no ayudaban mucho. Y el asiento de al lado mío que estaba aún vacío tampoco. Se estaban empezando a cabrear los profesores cuando la vi por la ventana. Venía corriendo como una bala con la maleta dando golpes de un lado para otro. Aún no comprendo cómo sobrevivieron las ruedas. Llegó y dio una breve explicación a los profesores que yo no oí y me buscó con la mirada. Le hice una señal con el brazo para que me viera, sonrió y vino corriendo a sentarse conmigo.
      —¿Por qué has tardado tanto?  Creía que nos íbamos sin ti. De verdad, estaba preocupada. Te he mandado un mensaje, ¿lo has leído?
      —Se me ha estropeado el móvil. Iba a encenderlo ésta mañana pero no he podido. Ni idea de lo que le pasaba, me he traído el viejo. En cuanto al retraso… De todas formas, no creo que me haya perdido gran cosa, ¿verdad?
      —¿Que no? Esa guarra de Alba se ha metido con mis pantalones. Me ha dicho que iba a pasar frío en Londres yendo tan corta. Me ha ridiculizado. ¡No la soporto!
      —No le hagas caso, tiene menos cerebro que una mosca. Pero a la próxima, se la va a cargar.
      —Creo que deberíamos tirarla al Támesis.
      —No te creas que estaría mal, ¿y, si mientras estamos en el London Eye abrimos la puerta y le damos un leve empujoncito?
      Estuvimos todo el camino haciendo planes sobre cómo acabar con Alba. El viaje hasta el aeropuerto duró dos horas, así que podríamos haber hecho hasta un libro. “Cómo acabar con tu enemiga, volumen uno”. Creo que hubiera triunfado.

Tras la cristalera - IncompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora