Capítulo 10

191 23 7
                                    

        Evelyn, mi mejor amiga. La única que había tenido en mi vida. Mi compañera de secretos. Y por mi culpa ahora iba a perderla, o más bien, ya la había perdido. Ella seguía escrutándome con su mirada.

        —Chica, debes sentarte —dijo una voz que yo no reconocía. —El avión va a despegar ya.

        Era una azafata.

        —Perdón, voy. Estoy un poco mareada.

        —No te preocupes, es más fácil que se estrelle un coche que se caiga un avión.

        Sonreí a la azafata. Al parecer era la única amable conmigo. Obviamente, no sabía nada de lo que había pasado, o por lo menos, no sabía que yo era la chica tonta que llegó tarde.

        —Dame tu maleta.

        Esas tres palabras me dejaron completamente aturdida.

        —¿Qué…? No importa, la llevaré yo. —le dije aparentando normalidad.

        —Lo siento, es imposible. Todas las maletas, bolsos y mochilas deben de estar guardadas aquí. —señaló unos compartimentos que habían sobre nuestras cabezas. Si no, podrían moverse de un lado para otro mientras despegamos.

        Estaba clarísimo: si metía ahí mi maleta, Aarón se asfixiaba.

        —No importa, de verdad. Ya la sujeto yo bien.

        La azafata se puso seria.

        —Dame la maleta. Tengo que subirla ahí antes de que despeguemos. Si no lo hago yo, lo hará otro, y si no, lo haremos entre todos. ¿Me has oído?

        Empecé a hiperventilar. No podía con ése momento, tenía que acceder. Aarón iba a tener que soportar toda esa gran ausencia de oxígeno durante un buen rato. La gente del avión me miraba molesta, como pensando que si acaso no les había causado ya bastantes problemas. Se la di.

        —Gracias.

        La cogió del asa extendible y, con un gran esfuerzo, la subió. Sufría. Estaba condenando a muerte a un chico que me había encontrado unos minutos antes.

        —¡Esto pesa muchísimo! ¿Llevas piedras?

        —Bueno, algo así. Ya sabes, para irse de viaje, mejor que sobre que no que falte—le dije con una sonrisa, para que no sospechara de mi y de mi obsesión por llevar la maleta conmigo.

        Los siguientes momentos fueron los más dolorosos de mi vida.

        La maleta se le cayó de las manos, y quedó boca abajo en el suelo.

        Me dieron ganas de estrujarle la cabeza, pero le sonreí inocentemente.

        Ella me pidió perdón, pero no era a mí a quién tenía que pedírselo, sino a Aarón. No podía casi disimular mi agobio, iba a vomitar. Estaba hiperventilando, al menos eso me parecía. Aarón iba a morir. Era el único pensamiento que tenía en mente.

        —Yo le ayudo —me ofrecí, para colocarla lo mejor posible.

        La recogimos del suelo, y la pusimos dentro de aquel compartimento. Para la gente normal era eso, un simple compartimento,  pero en mi mente se había convertido en un ataúd.

        No me encontraba para nada bien.

        Me senté de nuevo, pero no me atrevía a mirar a Evelyn. En el fondo, la comprendía, y eso era lo que más me arañaba por dentro. Me iba a dar un ataque de nervios.

        El avión empezó a moverse lentamente para ponerse en la pista.

        Al final, fue ella la que rompió el hielo.

        Una capa de hielo que, quizás, hubiera sido mejor que no se hubiera roto nunca.

        —¿Algo que decirme?

        Su voz sonaba ronca y dolida, se notaba que había estado llorando.

        —Perdón.

        —¿Qué coño te pasa? ¿Estás loca? ¡Me has dejado sola en un avión, casi jodes el viaje y encima estás tan contenta! ¡Eres una gilipollas! ¿Se puede saber qué estabas haciendo?

        El ruido de los motores cada vez era más fuerte, íbamos a despegar en cualquier momento. Parecía que iban al compás del cabreo de Evelyn.

        ¿Qué debía hacer? ¿Le contaba que tenía un chico escondido? Joder, es que era demasiado fuerte. Aunque al fin y al cabo se iba a enterar. Tenía que contárselo. Me puse a llorar y me tapé la cara con las manos.

        —Anna, que sepas que ahora mismo eres la persona que más odio en éste mundo —al decirlo, una lágrima le cayó por la mejilla. Aunque no quiera, es lo único que siento. Toda nuestra amistad se acaba de ir a la mierda. ¡Para siempre!

        Se echó a llorar desconsolada y se levantó de su asiento. Se fue corriendo al baño.

        Una azafata intentó pararla en el pasillo.

        —¡No puedes levantarte mientras despegamos! ¡El avión va a comenzar a elevarse de un momento a otro! —le gritó. ¡Eh, ven aquí!

        Evelyn cerró de un portazo la puerta del baño y la azafata se quedó sin saber qué hacer. Yo seguí llorando sin cesar, como si las lágrimas no tuvieran fin.

        Las ruedas del avión empezaron a levantarse sobre el suelo. Estábamos volando.

        Clamé al cielo por Aarón. Sólo esperaba que el cielo que íbamos a surcar metidos en aquél pájaro de hierro no se convirtiera en su infierno.

Tras la cristalera - IncompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora