Capítulo Ⅷ

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El cielo era color ceniza, como lo sería después de quemar miles de árboles en el fuego. Una luna blanca parecía sonreír enfermizamente desde la fase más pequeña vislumbrable. Y aunque el pasto era verde, verde esmeralda y brillante, parecía ser que una masa suave y carnosa lo formara.

El liche había sido transportado, sólo su consciencia, hacia un sitio que parecía ser el jardín de la muerte en el momento en que abandonó el hechizo que lo separaba de la realidad. Por usar este hechizo y fusionar su conciencia y cuerpo con el muchacho que había entrenado durante días, para que la magia no fuera traumática cuando irrumpiera en él, había logrado llamar la atención de la única que quizás pudiera hacerle frente.

Desde un cúmulo enorme de flores rojas, la que parecía ser la que gobernaba sobre aquel sitio, agitaba suavemente su guadaña dorada, cortando algunas veces pocas, algunas veces muchas, marcando un paso suave y descansado.

Y así, cortando, la mujer caminó con suavidad hacia el mago y lo observó, lentamente, admirando el nuevo cuerpo que tenía.

Antes de colocar su arma en una posición cómoda para clavarla en el suelo, dijo estas palabras al oyente:

- ¿Acaso no sabías que era yo? ¿O quizás esperabas que me olvidara de la última arma que dejé caer sobre el mundo? Me decepcionas, Gynral. -

Con un delicado y a la vez fatal movimiento, porque quizás, de no ser suelo y sí el cráneo de alguien lo habría aplastado sin dudas, clavó la larga hoja dorada en el suelo. Éste pareció absorberla realmente, como si recibiera a una buena amiga.

El moreno cuerpo se estremeció con firmeza, parecía alcanzado más allá de lo interpretable con esas palabras. Casi entrecortadamente articuló:

- No pronuncies ese nombre, ya no me pertenece. -

- Te llamaré como crea debido. Has recibido el honor de admirar mi presencia, no creas que eres diferente de cualquier mortal. -

El nuevo mago dejó ver un tenue destello de odio saliendo de sus ojos, ahora tan azules como debieran ser los cielos.

- Si no soy como cualquiera, entonces ¿porqué, de todos había de ser yo quien hiciera tu voluntad en el plano mortal? No soy cualquier mortal y lo sabes. Nadie ha logrado desafiar el ciclo natural de la existencia durante tanto tiempo como yo. Sus almas siguen errando mientras sus conciencias pierden sus recuerdos, hasta dejar solamente los impulsos instintivos. Después de esto encontrar un nuevo lugar donde expresarse, fundirse con un nuevo cuerpo, hasta que una de éstas almas errantes se atreva a invadirlo. Eso es lo que algunos se atreven a llamar reencarnación. Yo supe almacenar mi alma de manera que no se perdiera entre las demás, para que mi conciencia continuara en mí, y no morir. Incluso ahora, sé que se ha separado de mí totalmente. Ahora , dime dónde...

¡¿DÓNDE ESTÁ MI ALMA, KEERA?! -

El rugido del mago hizo cambiar el semblante tranquilo de la mujer, que a pesar de esconder su rostro detrás de una máscara, demostraba que no le importaba en lo absoluto lo que sintiera el mago, hasta ahora que parecía faltarle al respeto, exigiéndole algo que según ella, le pertenecía desde hace siglos.

- Tu alma es MÍA. Doblégate ante mí y la tendrás de nuevo, junto a un premio. -

¿Acaso esta diosa le pedía realmente que se doblegara ante ella?

¿Realmente había sido invocado al lugar donde concurren las almas sólo para recibir este insulto?

Estuvo tentado a agredirla, pero viendo el desprecio de la diosa por él, se detuvo. Sí, era muy poderosa, pero eso no hacía lógico que abandonara el único objeto que la haría letal contra él.

Undead SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora