Capítulo Ⅵ

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El sol nacía. El este se coloreaba de tonos ocres y bermellones. La luna aún no se había ido, una escena pocas veces vista. Ambos astros se observaban, mientras el chico, enamorado de la escena, no pudo notar el brillo a sus espaldas.

El esqueleto brillaba como si estuviera hecho por espejos. Cada esquina que tomaba luz parecía reflejarla en su totalidad, con un tono verdoso.

El muchacho y el esqueleto admiraban el amanecer. Uno, por primera vez desde hace siglos. Rememoró la mañana, en la que envuelto en sangre, abatió por completo la zona donde por dos años vivió sin hacer daño a nadie. Recordó con dolor y placer el extraño olor de su carne, quemándose y descomponiéndose, mientras ganaba poder con cada alma esclavizada.

Aunque los no-muertos no quieran reconocerlo, hay algo de vida en ellos. Si comparamos la vida con una llama, los no-muertos más básicos, traídos al momento de morir, tendrían una llama ínfima, son conscientes de lo que hacen, y sufren, pero no pueden evitar obedecer al necromante. Los liches han llevado eso al límite. Cada alma que toman y guardan para aumentar sus reservas de magia y conocimiento les apaga un poco más y más la llama. Si llegara el día, en el que la llama se apagara, en el que su alma y su consciencia se separaran totalmente, no necesitaría siquiera un cuerpo. Sería un dios más de esta existencia.

Algo zumbó fuertemente en el aire, y luego un sonido como de dos piedras chocando y cayendo al suelo llamaron la atención del liche.

El muchacho volteó asustado a ver de donde provino el sonido, para hallarse una larga flecha de madera oscura en el suelo.

El mago se acercó al borde del balcón. Aún a quince metros del suelo, pudo ver entre los arbustos un grupo de humanoides grises. Llevaban armaduras ligeras, largos arcos negros y hachas de mango corto. Estaban pintados de color negro en los brazos y el pecho, a modo de camuflaje.

Tres de ellos ya habían salido hacia el portón del castillo. Cuando llegaron y comenzaron a aporrear la puerta con sus hachas, una segunda flecha llegó volando hacia el cráneo del esqueleto. Venía directo hacia uno de sus ojos.

Con un rápido movimiento del brazo, abanicó. La flecha chocó con una ráfaga de aire. La bóveda de oscuridad se cerró como una mandíbula devorando el castillo y oscureciendo el cielo. Un aura oscura cubrió por completo el balcón. El esqueleto perdió el brillo, la calma y la templanza en un segundo.

El fuego creado por el mago en la hoguera, alimentado por su naciente ira, creció al punto de carbonizar por completo lo que quedaba de la madera, y antes de desaparecer entre la ceniza, devoró también la llama dorada del muchacho. Parándose en el borde de la cornisa, el liche gritó:

- ¡¿CÓMO SE ATREVEN A ATACARME?! -

En parte estaba molesto de que aquellos gusanos se atrevieran a atacarlo, pero también quería probar que tal podía usar su magia, no en unos viajeros perdidos, sino en guerreros vengativos por la muerte de unos de sus miembros.

Se lanzó al vacío de pie. Aterrizó pesadamente sobre el suelo, que se quebró bajo su fuerza. Macías se asomó y contempló la pelea desde el balcón.

No merecen que use hechizos ofensivos contra ellos, mejor traigo de vuelta a alguno para que acabe con el resto. Podría lograr un buen soldado con suficiente sangre, aunque sean tan inferiores.

El liche caminó lentamente. Sentía la tierra bajo sus huesos. Estos insectos le hacían caminar, para poder tomarlos.

- Lo haré lo más doloroso posible, sufrirán más que sus compañeros. -

Uno de los orgs pareció entenderlo, porque su cara se torció de rabia. Hizo una señal a los que venían con él, para que lo dejaran pelear sólo.

Undead SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora