Capítulo Ⅳ

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(Nota aclaratoria: Existe una relación de los capítulos con los personajes. En cada capítulo hay un balance distinto de los diálogos. Decidí que los pensamientos de la cabeza del liche (la cursiva) son los importantes, por lo tanto son los únicos que pondré, tanto aquí como en toda la obra.)

Macías caminó hacia el mago, observando lentamente el sitio. La habitación era bastante espaciosa, aunque no tanto como la biblioteca. Había decenas de macetas de distintos tamaños colgadas del techo con cadenas. Al parecer los musgos y líquenes eran su mayor colección. Había algunas plantas típicas de pradera, casi muertas por la falta de luz solar en aquel ambiente. Un leve olor a materia vegetal descompuesta impregnaba el ambiente.

Cuando llegó a un par de metros del liche se detuvo.


Este chico es valiente, al parecer. Apenas si lleva un día aquí y es capaz de fingir que no me teme.

- Ya estoy aquí señor. Tenía algunas preguntas que hacerle, si no le importa. Hay cosas que quisiera aclarar antes. -
- Adelante muchacho. -
- Mi primera pregunta es, ¿Cómo sabe nuestro idioma si lleva tanto tiempo aquí? -

Y yo que pensaba que era idiota. Pues, ha salido más espabilado de lo que esperaba.

- Para eso hay dos razones, una, toqué tu lengua. Mientras dormías toqué tu lengua y así comencé a analizar tu idioma. La pronunciación fue lo más fácil, no tanto así la escritura, debido a la segunda razón. Esta, es que al parecer, tu lenguaje proviene del mío, usado usado hace tanto tiempo ya. -

Macías quedó pensativo un momento. No sabía si confiar en aquel "hombre".

- Otra pregunta. ¿Dónde está este castillo? -
- Lo siento muchacho, no puedo revelarte eso. Como pudiste ver soy un mago que maneja la muerte, además de estar muerto yo mismo. Soy una blasfemia viviente para tu religión y no puedo exponerme a ser atacado. -

No sé cómo ha cambiado el mundo. Quizás pueda haber algún desgraciado que rivalice conmigo en poder.

- ¿Cómo sabe de mi diosa? -
- Cuando hablaste acerca del castillo de la muerte, creí que los muertos son especiales para ustedes, y yo violo esa idea al usar esqueletos como soldados y sirvientes. -
- Comprendo. Mi siguiente pregunta es algo personal. Su tono de... hueso, me intriga. -
- Eso es bastante inteligente de tu parte. Este es mi cuerpo actual, me di cuenta de que debía fortalecerlo. Así que cambié a lo largo de ochenta años mediante un proceso alquímico la mitad de los cristales de calcio de estos por cristales de oricalco. Así logré una gran dureza en ellos, detuve su descomposición y gané esta coloración verdosa. -

Macías no entendió ni la mitad de lo que dijo aquel esqueleto. Sólo entendió que ahora tenía un mejor "cuerpo". Y así quedó durante unos veinte segundos sin hablar, intentando comprender lo que dijo.

- ¿Ya has terminado? -
- Creo que sí. -
- Pues ahora es mi turno. -

Y así durante casi media hora estuvo el mago disparando preguntas acerca del mundo actual. Como es de esperarse, el muchacho no supo responder muchas de ellas. Vivían en un pueblo casi en la frontera del país, las noticias no llegaban demasiado por allá.

Solamente tienes una utilidad para mí, sangre nueva, y no es la información. Espero que esto ayude un poco a disipar tus dudas sobre mí.

Al parecer Macías se cansaba ya de tantas formalidades. Sólo quería saber que podía hacer por su hermana.

- Me dijo que había una manera de ayudar a Maia. -
- Y la hay. Escucha atentamente. Es arriesgado, pero según mis investigaciones sería efectivo. La mente de Maia quedó dañada a nivel físico, lo que afectó también su mente. Mi magia la ha sanado totalmente del daño físico, pero no puedo devolverle los recuerdos. Fue como arrancar hojas de un libro y colocarle nuevas en blanco. Sólo tú puedes salvarla. -
- ¿Cómo? -
- Hay que reescribir sus recuerdos. Y para eso hay que borrarlos todos antes. Debe morir antes. -
- ¿Morir? -

Undead SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora