Capítulo Ⅸ

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Ira, es la única palabra que podía describir lo que sentía el mago al ser manejado así. No poder resistir el hechizo de evocación lo hacía hervir de cólera.

Después de ser invocado por Keera, estaba atado a algo llamado [Atadura del invocado], que a pesar de no otorgar control sobre aquello que se invoque, permite regresarlo inmediatamente de necesitarlo. Y así, incapaz de comprender como el liche se había hecho con la capacidad para derrotarla, la diosa decidió investigar y recuperarse antes de tentar nuevamente a la suerte.

Devuelto a su cuerpo y fundido nuevamente con la carne que lo envolvía, el mago respiró con fuerza. Apenas si había estado unos cuarenta segundos sin respirar en su nuevo cuerpo, pero los impulsos naturales de este le pedían aire.

Inhaló con fuerza y ganas de gritar, pero cuando el aire pasó por su nariz, un olor putrefacto le golpeó el estómago y lo hizo enderezarse para vomitar violentamente.

Mientras vomitaba las lámparas se encendieron con timidez, los esqueletos recobraban movilidad en sus puestos y las gemas de su bastón se agrietaron otro poco.

Algo olía horriblemente, un olor podrido y asqueroso. Después de calmar las arcadas que vaciaron parcialmente su revuelto estómago ya no tenía ganas de gritar por las desgracias y pudo por fin apreciarse.

Ya alumbrado y calmado, por fin apreció, con detenimiento, la obra de dos años de espera y el sacrificio de una noble persona.

Sus ojos lacrimosos por el esfuerzo de vomitar, su pelo cayendo sobre su hombro izquierdo y rozando suavemente su oreja. Los pequeños vellos de su brazo totalmente erguidos, porque, a pesar de la gruesa túnica, tenía frío.

Frío, siento frío.

Se llevó las manos a la cara y se tocó las mejillas, la nariz, la frente y las orejas.

Ahí están de nuevo.

Se descubrió los brazos y contrajo uno a uno, los músculos notables de estos.

Carne, mi carne.

Se puso de pie despacio. Sus entrañas aún se acomodaban y los músculos se aferraban a los nuevos soportes.

Acercó su mano a su pecho para sentir como algo empujaba suave y rítmicamente, una y otra vez.

Mi corazón, late.

Ya de pie, siguió bajando la mirada, hasta llegar a su entrepierna y a pesar de no poder verlo, sabía que también le temía al frío. Con una extraña sonrisa y un atesorado recuerdo dijo en voz alta:

- Ahí estás, también te extrañé. -

Su vista no estaba tan borrosa como lo esperaba, pero aún así no poder distinguir bien las texturas era una clara muestra de que estaba usando un cuerpo mortal. Después de admirarse por unos minutos los esqueletos comenzaron a llegar hacia él.

- Llévenla a la salida, aún no puede despertar. Traíganme las antiguas ropas del muchacho. -

Caminó acompañando a los cuatro esqueletos que llevaban a Maia hacia la salida del castillo.

Una vez allí se quitó la túnica y se vistió con la ropa que alguna vez llevó Macías. Un esqueleto le tendió una daga metálica y después de tomarla, el liche se apuñaló justo debajo de la clavícula derecha, justo dónde el pulmón no sería herido.

Undead SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora