Capítulo Ⅺ

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Odiénme, me lo merezco. Ha pasado demasiado tiempo desde que actualicé por última vez esta historia pero no ha muerto queridos. No me voy a justificar ni mucho menos por tardarme tanto y más cuando dije que la traería en febrero. Pero aquí estoy y doy gracias a los que decidieron no olvidarla así como yo no olvido que les debo un desenlace para algo que llevan tantos meses leyendo. Un saludo y disfruten del capítulo.

*****

Una densa lluvia caía sobre la ciudad de Aramer. Cada gota era un mundo gélido que, con fiereza, impactaba sobre las piedras de las calles, sobre las ratas que huían, sobre un caminante solitario, que indiferente a la borrasca que caía sobre él, avanzaba lentamente.

Sus pasos eran cortos y lentos. Sus articulaciones se quejaban con ligeros chillidos de violín desafinado, ajenas a alguna lubricación entre ellas. Sus movimientos plásticos, su silueta caída y sus ropas que no parecían puestas en él sino acomodadas, como sobre un muñeco incapaz de sostenerlas, una marioneta.

Con pasos vacilantes llegó a una casa antigua y derruida y se quedó de pie en el pórtico, sin moverse lo más mínimo. Sin ninguna intención de llamar a la puerta de madera negra quedó, como perdido en la oscuridad de la misma. Al cabo de unos minutos la puerta se abrió y un hombre se asomó.
Un muchacho de unos veinte años y vestido con una túnica morado oscuro, lo miró de pies a cabeza y como si recibiera geniales noticias exclamó con alegría:

- ¡Por fin, adelante! Estábamos ansiosos. -

El chico tomó al hombre de la mano y después de cerrar la puerta lo condujo hasta el sótano, donde varias personas esperaban.

Túnicas de colores oscuros cubrían a aquella turba de encapuchados. De vez en cuando alguno alcanzaba un documento y la tela de su manga revelaba una mano pálida y delgada, adversa a la luz solar.

Varios de ellos rodearon al recién llegado y se tomaron de las manos. Estas se iluminaron con una luz gris y la figura se desplomó. Entre todos tomaron al inerte invitado y lo colocaron sobre una gran mesa de piedra circular.

A partir de ahí se reveló su propósito. Comenzaron a retirar la ropa con cuidado de no dañarla y dejaron a la vista un cuerpo de hombre desnudo.

Su piel era en extremo pálida. El color de sus ojos era azul cadavérico y tenía costuras a todo lo largo de su pecho y abdomen. Dos líneas de hilo negro salían desde sus hombros, pasaban por encima de sus pectorales y se reunían en la parte baja del esternón. De ahí continuaban hasta el pubis.

Las toscas costuras comenzaron a ser removidas hasta que la última puntada estuvo suelta. La piel del pecho quedó sobre su cara y la del abdomen terminó llendo hacia ambos lados de este. Quedó a la vista un costillar modificado, sin esternón y con una configuración de cuatro esternales con espacios entre ellas, dos asternales del mismo modo y una flotante solitaria a cada lado.

Debajo de estas había una bolsa de cuero que sacaron con cuidado de su interior. En la parte abdominal había varias cajas de madera cerradas con llave y marcadas con un sello.

Después de retirados los paquetes se veían claramente las puntas blancas de la columna entre las capas de músculo de la espaldas así como en la parte abdominal, conformando así un espacio para que el no-muerto mensajero transportara objetos tan voluminosos.

El vestido de morado comenzó a dar órdenes a los diversos acólitos. Estos divididos por colores que marcaban el rango dentro de la división de comunicaciones de una organización pseudo-gubernamental del reino humano.

- Empaquen los informes y comiencen la decodificación. -

Dirigiéndose a uno en específico:

- Tú, tráeme las cartas personales. -

Otro hombre, con una túnica azul oscuro se acercó.

- Esta vez enviaron a otro. ¿No te parece lindo? -

El que había llevado al zombie hasta el sótano lo miró como si estuviera acostumbrado a las actitudes necrofílicas de su compañero. Respiró profundamente antes de responder secamente:

- No. -

- Bueno, tú te lo pierdes. -

Y entonando voz de líder dijo:

- Llévenlo para el ritual de reposición. Este amiguito debe haber andado bastante. - dijo, palmeando una de las pálidas piernas del cadáver.

Cuatro de ellos cargaron con él y se lo llevaron.

Ya en una habitación diferente, tres azules y el líder, el de morado, discutían la información enviada por sus superiores.

- ¿Cuántos fueron este año? - dijo el morado, sentado a la cabeza de una mesa oval. -
- Unos doscientos. - respondió un azul con rapidez
- No recordaba que fueran tan pocos. -
- Eso es porque no revisas todos los informes, aquí lo dice bien. -

Y en efecto, en todo un año solo habían logrado conseguir doscientos cadáveres nuevos para reponerse.

- A este paso harán recortes en mensajería y almacenamiento. -
- Probablemente ya los estén haciendo. - terció otro de los azules. - Algo me dice que el nuevo mensajero durará al menos cinco años con nosotros. -

Todos miraron al que permanecía en silencio, aquel encargado de las reposiciones y con una extraña afición, incluso dentro de una organización de nigromantes, que ni siquiera estaba prestando atención a lo que sus colegas decían. Una vez sintió las miradas de tres pares de ojos salió de su embelesamiento.
- ¿Qué? ¿Porqué me miran todos? -
- No importa, a todo esto, que se dice de... aquello - mencionó con cautela el de morado.
- Rumores, nada saludable. Lo mejor es dejar eso es manos de nuestros superiores, por algo no tendremos información. -
- De todos modos no es bueno que la gente hable demasiado. La paranoia no es buena para nadie, no ahora. -
- ¿Quieres hacer algo con eso? -

Después de pensar unos segundos el líder respondió:
-La verdad es que si. ¿Aún tenemos a esos dos rojos infiltrados en los bandidos del sur? -
- ¿Si, porqué? -
- Les daremos a la gente algo de verdad de lo que hablar. -

•••

El pueblo se sentía tranquilo. Después del secuestro de los hermanos, los días de miedo a una criatura desconocida y su milagrosa reaparición habían traído suficiente tema de agitación para dos años.

Tres días después de la llegada de Sköld, repuestas las fuerzas, los aldeanos decidieron celebrar como regalo de la diosa la salvación de los hermanos. Ya Macías estaba recuperado casi por completo y ayudaba a decorar el pueblo.


Todos colocaban flores por todos lados. Una gran mesa de madera recién hecha se llenaba poco a poco con un festín. Un gran animal asado servido sobre una enorme bandeja cobriza llenaba el aire de un olor ahumado. Decenas de frutas en almíbar, pan, ush y cerveza completaban la comida. Como añadido, Sköld sacó de la carreta tres botellas de una bebida alcohólica de alta calidad que se disponía a compartir con los pueblerinos.

Y así mientras sonaba la música y comenzaban los bailes, el hedor a muerte se cerraba sobre el pueblo sin que nadie corriente pudiera notarlo.

Undead SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora