Capítulo Ⅻ

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Muchos disfrutan de las peleas. Entre animales, máquinas, dioses. Un enfrentamiento uno a uno puede ser realmente entretenido cuando el balance es ideal. Por eso las masacres suelen resultar asquerosas para la vista. Brazos, cabezas, incluso partes de la cara, volando por los aires con una cola de sangre.

Las hordas de hombres a caballo cargaron contra la muchedumbre desprevenida y comenzaron con la carnicería. Algunos solo alcanzaron a gritar, otros correr, otros armarse con una hoz o un tridente para defenderse y defender a su familia, pero eran demasiados. Más de treinta bandidos atacaron Lehrac. Más de treinta hombres rudos y violentos atacaron un pueblo de la periferia, sin soldados, sin armas y con apenas cuarenta personas de las que solo la mitad podría defenderse.

Luego del primer grito de alarma Dral, Sköld y Macías tomaron lo que pudieron para defenderse. Macías sacó su cuchillo y Sköld desenfundó su espada mientras Dral echaba mano a una pica de hierro que pensaba usar como alabarda.

El corto alcance del cuchillo no dejaba a Macías tener el rango que deseaba. Le molestaría mucho que alguien dañara el cuerpo que le costó tanto obtener, pero al menos no tenía que preocuparse por su hermana y su madre que eran protegidas por Dral y Sköld mientras avanzaban hacia una casa.

Un jinete cargó hacia él espada en mano solo para ser derribado del caballo con una puñalada en la garganta. El caballo galopó con el cadáver adherido por el pie al estribo hasta salir del pueblo.

Las casas habían comenzado a arder y sus habitantes perdían lugar para esconderse. Era obvio que querían saquear el pueblo y dispersar a la gente. Ya habían muerto unas diez personas entre bandidos y pueblerinos para cuando Macías llegó a la casa donde esperaba su familia.

- Tenemos que sacar a tu madre y a tu hermana de aquí. - dijo Sköld mientras miraba a través de una ventana como se llevaban a varias mujeres jóvenes y una chica embarazada se cortaba el cuello luego de ver muerto a su marido.

- Macías, lleva a tu madre y a tu hermana fuera de aquí. Deberíamos poder darles suficiente tiempo para que tomen un caballo y huyan a Inhdal. - habló lo más bajo que pudo Dral, sin darse cuenta de que los gritos de fuera opacaban cualquier voz.

- Eso sería inútil. - razonó Macías con tranquilidad. - Algo me dice que no somos el único pueblo asaltado hoy. -

- ¡¿Y que pretendes que hagamos?! -

- Huir hacia el bosque y esperar a que la guardia reaccione. No podemos con tantos. -

- Son bandidos Macías-  intervino Sköld - deben estar acostumbrados a rastrear en el bosque. -

- Lo estarán, pero no son imbéciles. Todo un pueblo para saquear en cuatro días que tardarán los soldados en llegar si es que vienen valen más que nosotros cinco. Y estoy bastante seguro de que nosotros tres podemos emboscarlos si nos siguen. -

Todos quedaron en silencio por unos pocos segundos hasta que Dral dijo
- Puede que tengas razón y otros pueblos estén bajo asalto. Vámonos. -

Salieron juntos de la casa y se acercaron a los caballos que luchaban por librarse de sus lazos, asustados por el fuego y los gritos cuando una voz comenzó a recitar un conjuro.

- Entréguense al cálido abrazo del hermano menor y sean peones de su juego. - [Sueño en área]

Tres figuras se desplomaron sobre el suelo, víctimas del hechizo.

A diez metros un hombre pálido y delgado bajaba los brazos y miraba a Macías y Sköld con asombro.
- Vaya, vaya, dos con resistencia a la ilusión, ahora no hay manera de ocultarlo. Serán excelentes sujetos de experimentación.

Con fría confianza Macías miró al hechicero y vió como el resto de los bandidos los rodeaban.

- Ninguno tiene idea de lo aburrido que fue esto. -

Todos comenzaron a mirarlo extrañados.

- ¿Qué dices hermano? -
- Detén esta estupidez Sköld. Ambos sabemos bien lo que está pasando. Cualquiera que no estuviera tan asustado o muerto podría ver fácilmente que estos hombres no tiene líder. Nadie de estos brutos tiene la capacidad de guiarlos y ese que está allí, es solo un mago de broma que creen que les es útil. Si quieren hechiceros de verdad busquen entres sus hombres. Hay más de uno capaz de usar magia de verdad. -
- ¡Cómo te atreves, voy a incinerarte! -
- Rodeado de gente y con tu nivel solo los quemarías a ellos. -

Sköld seguía sin creer lo que estaba ocurriendo. 

- ¿De que hablas Macías, te has vuelto loco? -
- Me hago una buena idea, pero quiero que me cuentes cuál era tu plan. ¿Acaso sería ganar dinero con el pueblo y los prisioneros y aprovecharte de mi hermana? Incluso podrías hacer una pantomima y escapar con ella haciéndola creer que eres su héroe, una chica rota sin familia caería en segundos en tus encantos. -

Macías comenzó a reír frenéticamente mientras todos se preparaban para matarlo.

La voz de Sköld cambió completamente.
- ¿Cómo lo supiste? -
- Ah, creí que tardarías más en aceptarlo. Hay pequeños detalles a lo largo de mi vida que muestran claramente tu relación con los bandidos del sur, Sköld ¿O debería llamarte el Destripador de Narda? Encajas a la perfección con la descripción, pero fue hace tantos años que unos ignorantes como nosotros jamás lo sabríamos. No supe juntar esas ideas, pero ahora lo sé. -
- ¿Porqué no hiciste nada? Acaso...? -

Una idea vil pasó por la mente del bandido, no podía creer que este chico pudiera por un segundo querer traicionar a su pueblo y a su familia.

- Ni siquiera lo pienses. No quiero unirme a ti. Solo quiero seguir con mi camino. Acábalos. -

Una gran sombra se cernió sobre todos ellos. Una criatura de ultratumba, un monstruo horrible, una atrocidad del averno dejó caer su furia contra los bandidos. Usando garras de acero negro barrió sus vidas y cercenó sus cuerpos. Con una ferocidad interminable corrió detrás de los que huían y mientras Sköld solo podía observar paralizado al ghoul mientras devoraba los restos de su banda, miró a Macías como quien mira a la muerte y preguntó:

- ¿Cuál es tu nombre, monstruo? -
- Aún creen en esas cosas, patéticos. -

Y abofeteando a Sköld hizo estallar su cabeza con un estampido y una lluvia de sangre.

Algo chirrió detrás suyo. Una deformidad en la realidad abrió un pasaje a otro sitio, una puerta. Macías se lanzó de un salto hacia los dos Rojos que intentaban escapar de la criatura y su amo. Sus rostros se torcieron de miedo cuando lo vieron acercarse y se apresuraron en abrir la puerta.

Cuando estaban a punto de pasar los apunto con una mano y sin decir una palabra lanzó un proyectil ígneo que los hizo arder como hojas secas mientras la explosión seguía su camino hacia el otro lado. La puerta se cerró, dejando intacto una parte del terreno en medio del campo carbonizado.

Idiotas, revelando su base por miedo a la muerte, no merecían estar ahí. Ahora solo queda hacerles creer a todos que algo más mató a los bandidos. A trabajar.

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2022 ⏰

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