*Capítulo 2*

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Hans y Margot mantuvieron el contacto a través de cartas. En cada una de ellas, se contaban anécdotas y experiencias. Margot estaba muy preocupada por Hans, ya que Hitler había convertido su gobierno en una dictadura, y Margot intuyó que eso no podría ser bueno. Hitler inició su persecución y opresión contra sus enemigos políticos, así como un mayor control sobre la población. Por eso, en cada carta, Margot le preguntaba si estaba bien y que si él corría algún peligro. Hans siempre le respondía que no, pero eso no la tranquilizaba. Margot seguía teniendo miedo, miedo a que la propaganda o cualquier otro medio de adoctrinamiento fuera a cambiar a Hans, a convertirlo en un monstruo.

Margot realmente se inquietó cuando, justo después de la invasión a Polonia, Hans dejó de responderle a las cartas hasta que perdieron el contacto. Llamó a su casa más de una vez, pero nadie le respondía. ¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si le han detenido por algo? ¿Y si lo han matado? Pero otra idea pasó por su mente...¿Y si ha conocido a alguien y ya no quiere saber de ella nunca más? ¿Es por eso por lo que no le responde a sus cartas? ¿Y si se había olvidado de ella? O peor aún... ¿Y si se ha olvidado de la promesa que se hicieron? Margot sintió su corazón romperse y, resignada, aprendió a distanciarse de todo lo que tenía que ver con él, a excepción del reloj. No fue capaz de deshacerse de él.

Un año después París fue invadida y derrotada el 10 de mayo de 1940. Enfurecida, Margot dejó sus estudios y se alistó a la Resistencia tras escuchar el discurso del General Charles de Gaulle. Ella luchará por la Francia Libre, por la democracia y en contra de la tiranía nazi. A raíz de esta determinación, Margot se convirtió en una espía que le proporcionaba información a la Resistencia, ya que era la secretaria del Mariscal Pétain. Era un trabajo arriesgado pero ya que la información que elle filtraba, pasaba antes por decenas de manos de oficiales y tenientes, sería muy difícil descubrir que era ella la topo. Hasta el momento, nadie la había descubierto. ¿Quién diría que la buena de Margot sería una sucia espía de la Resistencia? Nadie sospechaba de ella. Gracias a su trabajo y al de muchos de sus compañeros, se conseguía hacer llegar información crucial a Londres, al General Gaulle, que después se ponía en conocimiento de los Aliados. Jamás se sintió tan útil. Esta labor de espionaje la alternaba con el secuestro y eliminación de agentes nazis.

A pesar de que, cuando era más pequeña, era incapaz de matar una mosca, Margot aceptó el duro entrenamiento que la enseñaría a matar. Aprendió a disparar, a conducir, también a luchar cuerpo a cuerpo, y sobre todo a mentir, porque su salvación era la mentira. Aprendió alemán y ruso, cómo aguantar el dolor de las torturas, y jamás delatar a los compañeros.

Rápidamente Margot se convirtió en una de las pesadillas nazis y comenzaron a ponerle un apodo, Adán, ya que al no saber su identidad, desconocían por completo que, quien los estaba aniquilando, no era un hombre, sino una mujer.

Tras dos años trabajando como espía, Margot fue informada de la llegada de un oficial de la SS a la ciudad.

-Quiero que todo sea perfecto, esta visita es muy importante, no quiero ningún error. - le dijo el Mariscal a Margot.

-No se preocupe señor, todo saldrá como lo planeado.

-Bien, aquí tiene toda la información sobre donde se hospedará, etc. Quiero que organice una recepción, que todo sea perfecto, recuerde.

-No se preocupe señor.

-Perfecto - y se fue a su despacho.

Cuando su jornada acabó, Margot se dirigió hacia el pequeño bar clandestino que había en el sótano de una fábrica a las afueras de la ciudad. Allí es donde preparaban todas sus operaciones. El bar estaba muy bien camuflado, rara vez las tropas pasaban por aquella zona, y, aun en el caso de que pasaran por ahí, les sería muy difícil encontrar la entrada. Una vez que entras en la fábrica, te tenías que dirigir hacia un gran bidón de hormigón que tapaba una pequeña trampilla, que para abrirla hacia falta el uso de una llave. La trampilla daba acceso a unas las escaleras de caracol que bajan hasta a un sótano repleto de muchas cajas de madera. En la pared izquierda del sótano dos pizarras y solo una de ellas es la que da acceso a un túnel. La trampa está en que el túnel tiene una longitud de 180 metros y muchos podrían pensar en que el bar está al final de este, pero no. Cuando estás cruzando el túnel, hay que contar ochenta pasos pues será ahí donde se podrá acceder al bar a través de una pequeña puerta negra de hormigón. Solo aquel que tenga la llave de esta puerta accederá a una sala donde, al fondo a la izquierda, hay una pequeña trampilla que da acceso al bar clandestino a todo aquel que se sepa la contraseña que abre la trampilla: tres taconazos seguidos encima de la trampilla y un tosido.

Mi última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora