*Capítulo 4*

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Hans fue un testigo aterrorizado de cómo el frágil cuerpo de Margot se desvanecía al suelo inconsciente. Él no podía mostrar que ella era su debilidad, que siempre lo fue. Hans supo que desde ese momento las cosas serían más complicadas ahora que era conocedor de la militancia de Margot en la Resistencia. Santo Dios... a partir de ese momento tenía que ser más inteligente. Ambos pertenecían a bandos enemigos: ella en el de los rebeldes y él en el de la ley.

-¿Qué hacemos con ellas? - pregunta el soldado que pegó a Margot.

-Llevadlas al calabozo. Cuando me haya terminado de instalarme instalado en esta habitación iré para allá. Idos. ¡Ya! - la furia envenenó la sangre de Hans, y cuando los soldados se fueron con Margot y la otra chica, él empezó a desahogarse con furia destruyendo parte del mobiliario de la habitación. ¿De todas las mujeres tenía que ser ella? ¿Por qué Margaret y Paul no fueron más listos y se la llevaron a Inglaterra? ¡Joder! ¿Qué pensaría ahora ella? Bueno lo ha dejado más que claro, ahora le odia. ¿Cómo era posible? Él jamás se imaginó que le ocurriría esto.

Dos horas después se encontraba observando a Margot y a su compañera dormir profundamente en la celda. Como pudo, sonrío, la encontraba mucho más guapa, en cierta manera había cambiado. Su pelo estaba mucho más largo, y era un poco más alta de lo que la recordaba. ¡Dios! cómo la había echado de menos. Ahora estaba en frente de él, y todavía tenía la oportunidad de que volvieran a estar juntos.

-Señor, necesito que nos firme estos papeles - le pide otro soldado alemán.

-¿Qué es?

-Son los papeles para el traslado de las prisioneras al campo de Ravensbrück. Aunque antes veremos si podemos sonsacarles información. - Hans palideció. ¿Margot en un campo de exterminio? Tenía que impedirlo. Antes de muerto. Con un movimiento impetuoso cogió los papeles e hizo una mueca.

-Trasladar a... - lee su nombre en la ficha - ...Germaine Tillion, la otra que se quede aquí, me encargaré personalmente de su tortura. - ¡Dios! cómo le costó decir esas palabras. Firmó rápidamente la ficha de Germaine y el soldado se fue.

Hans estuvo más tiempo observando a su amiga. Seguía durmiendo hasta que fue despertada por los gritos de su amiga cuando se disponían a trasladarla al campo de concentración.

-¡No! - gritó Margot levantándose. - ¡Soltadla! ¡Cons! ¡Fils de pute! ¡Llevadme con ella! ¡Joder! - Margot empezó a forcejear y a pegar al soldado que la retenía. No se la podían llevar, a ella no, por favor. - ¡Resiste Germi, resiste! - grita otra vez - Por favor resiste... - dijo más suavemente. El soldado aprovechó para empujarla hacia la otra punta de la celda y así poder salir. Ella, enfurecida, se acerca rápidamente a Hans con los ojos furiosos y apretando con sus manos los barrotes de hierro.

-¿A dónde os la lleváis? - al ver que Hans no responde ella pierde la paciencia con él. - ¡Respóndeme joder! - grita mientras pega con su mano derecha uno de los barrotes haciéndole daño, pero no lloró y siguió mirándole a los ojos. Intentando encontrar al verdadero Hans en aquellos huecos esféricos. Pero no hay nada, no siente nada, está perdida. Margot siempre supo intuir lo que Hans pensaba con solo mirar en sus ojos, pero ya no. Está delante de una máquina, lo sabe.

-Relájate - le ordenó fríamente - Te acabo vengo de salvar la vida, así que me gustaría que mostraras un mínimo de agradecimiento. - Margot abrió los ojos, y su corazón empezó a bombear su sangre rabiosa más rápidamente.

-¿Qué muestre agradecimiento? ¿A tí? ¿A un nazi? ¡Jamás! ¡Antes mátame! - Margot no pudo controlar su rabia y le escupió en la cara.

Mi última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora