*Capítulo 6*

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Estuvieron mucho tiempo esperando a que alguien volviera a la celda. A la hora, oyó como la puerta de la buhardilla se abría, y, aparece Margot con dos bandejas de comida. Tras ella, un compañero le abrió la puerta.

-Si pasa algo solo tienes que gritar. - le aconseja.

-Gracias Jean, no te preocupes - haciéndole un gesto con su cabeza a la pistola que llevaba atada a su cintura - Con esto creo que voy bien - el chico sonrió y los dejó solos.

Margot dejó las bandejas cerca de ellos, y les desató una de las manos. Lentamente se sentó en el suelo.

- Margot... - empieza Hans mirándola apenado. - Siento mucho por lo de tus padres. No sabes cómo lo lamento. - Margot lo miró de una manera que él desconocía, y tuvo la sensación que ella le tenía miedo.

-Te equivocas. No tienes ni idea de lo que es sentir, tú ya no sientes Hans. – el corazón de Hans (o lo que quedaba de él) se estrujo dolorosamente, haciendo que este hiciera una mueca . - Ella te quería mucho, bueno, los dos te querían mucho. Sobre todo mi madre. Ella te amaba muchísimo, te tenía en un pedestal y te veía como el chico perfecto, el que siempre hacía lo correcto, uno que protege lo que quiere. Uno con un corazón de oro, no de carbón como es el tuyo ahora. ¡Quién se iba a imaginar por un momento que ese chico perfecto la mataría! - Hans se aterrorizó y se acercó, como pudo, hacia ella, aunque no fue mucha distancia la que recorrió a causa de la única esposa que seguía atada.

-¡No! Margot yo no los maté. Créeme...

-¿Cómo lo sabes? ¿Eh? No lo sabes y punto.

Margot se levantó y salió de la celda.

-Mañana vendré para ver cómo habéis pasado la noche. Tenéis ese tiempo para replantearos vuestra postura. Si no os aceptáis lo que os hemos propuesto os mataremos, salvo que propongáis algo que nos pudiera interesar. Pensadlo bien. - y los dejó solos.

Hans no quiso mantener ninguna conversación. Estaba cansado, destrozado, triste y arrepentido.

Cuando Margot salió de la buhardilla, se dirigió directamente a su casa. Era la una de la mañana, y necesitaba descansar. Estaba aterrorizada. Su peor pesadilla se había hecho realidad. ¿Cómo ha pasado esto? ¿Cómo es posible que tan rápidamente ella haya pasado a odiar al hombre del que siempre estuvo enamorada? Cuando llegó a su piso, rompió a llorar. Lloró por los momentos que vivieron, esos momentos que nunca más volverán. Lloró por Hans y por sus padres. Lloró por todo. Lloró por la guerra, por la impotencia que sentía frente a los alemanes. Lloró por la presión que sentía en el pecho, por el dolor que sentía soportar el peso de la svastika en su espalda. Lloró por los inocentes. Lloró por su destino, por su futuro, hasta que se quedó dormida.

¿Qué hacía Hans allí? Él estaba en la orilla de una gran lago, en medio de un valle. El cielo brilla y refleja los árboles en el agua cristalina. Él se dio la vuelta y la miró. Le sonrió, joder cómo echaba de menos su sonrisa, esa sonrisa que solo tenía para ella. Le tendió la mano y ella la aceptó. Observaron juntos el paisaje. Se sentía tan bien, en paz, sin preocupaciones, solo él y ella, y aquel valle. Esto es el paraíso. Cuando ella giró su cabeza para observarlo mejor, vio la perfección de su rostro. Decidida, ella fue a decir todo lo que sentía, pero no pudo. Vio como su rostro se tornaba rojo, la sangre bajó por su cuello manchando su camisa blanca. Horrorizada, vio cómo su cuerpo muerto caía al agua. Apurada, se lanza al agua, pero lo que parecía agua es hielo, dándose un buen golpe en la cabeza. Aterrorizada, empieza a golpear el hielo para romperlo, y así sacarlo. Pero vio cómo, poco a poco, el agua se tornaba roja. Lo iba a perder. ¡No por favor! ¡Él no! Pero siguió avanzando, hasta que el lago por completo se tornó rojo. Margot empezó a temblar, hasta que sintió el suelo sacudirse, se estaba rompiendo. Cayó a la fría agua, intentó volver a subir, pero ya no había agujero, ya no había salida. A medida que pasaron los segundos, sintió su pecho y su cuello explotar, necesitaba aire, pero no podía respirar. Se sentía más débil, y dentro de poco las fuerzas no le permitirían ni tener los ojos abiertos. Pero lo vio, vio su cuerpo flotando en la oscuridad. Quiso nadar hacia él, pero fue demasiado tarde. Siempre fue demasiado tarde.

Margot se levantó sobresaltada y muy asustada. No se dio cuenta de que se había quedado dormida en el sofá, donde estuvo toda la noche lamentándose. Aturdida, se fue a la cocina a beber un vaso de agua. Aquella pesadilla pareció tan real... Miró el reloj, eran las seis de la mañana. No tenía ganas de volver a la base, pero era su obligación. Debía de acabar con todo de una vez. "Por favor sé inteligente Hans." pensó Margot mientras se dirigía a la pequeña base. 

Mi última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora