*Capítulo 8*

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El tiempo pasó. Y el trabajo de ambos alemanes funcionaba. Cada vez la Resistencia tenía más información sobre las operaciones y las tácticas de los alemanes. Poco a poco, Hans y Margot se hicieron más cercanos. Margot dudaba si podría volver a confiar en él. Ella quería, pero le costaba. Le costaba saber que él estaba cerca de Hitler y que no hiciera nada, le costó pensar que él podría haber matado a su familia, pero él estaba arrepentido y que quería cambiar. Hans sin embargo estaba feliz, aunque no fuera como antes, ambos tenían una relación más "íntima", más cercana. Pero se entristecía cuando pensaba que tal vez no llegaría a más. Que ya no volvería a sentir aquellos labios, o sus caricias; sentía impotencia cuando pensaba que no volverían a tener lo de antes cuando todo era perfecto. Él quería besarla, olvidar todo, huir con ella, pero sería difícil, incluso imposible. Él sentía que ella todavía sentía algo pues todavía se ponía nerviosa y aunque ella no lo supiera Hans había notado que ella lo miraba de reojo.

Por eso vio el momento perfecto para confesarle todo ahora que iban a estar solos. Habían quedado en un callejón para que Hans pudiera entregarle un maletín que contenía mucha más información. Cerca del bar ocurrió un accidente de coche así que era arriesgado merodear por ahí con un maletín. Cuando se lo entregó el maletín Hans empezó el discurso que estuvo toda la tarde preparando, un discurso donde le expresaría todo lo que sentía, y de lo que se arrepentía. Porque, aunque se lo hubiera dicho más de una vez, sentía como si Margot todavía no le creyese.

-Margot antes de que te vayas me gustaría decirte una cosa.

-Sí claro. ¿Ha pasado algo?

-No, no ha pasado nada. Solo quiero decirte unas cosas que llevo mucho tiempo intentando decirte pero no he podido - suspiró - Quiero decirte que...joder...que nunca te he olvidado - le enseñó el guardapelo con su foto en la Torre Eiffel. - Lo he llevado a todos lados, ha sido mi amuleto de la suerte, tú eres mi amuleto de la suerte - se puso más nervioso - En realidad tú eres mi todo, siempre lo fuiste. Jamás pude dormir sin pensar en ti primero, en lo que estarías haciendo, si estarías bien, si habrías pasado página... - Margot sollozó - Pero no ha sido así. Estabas sufriendo. Por mi culpa, por mi culpa perdiste a tu familia, y te quedaste sola, por mi culpa has sufrido, y por eso no te merezco. Porque en vez de cuidarte como te prometí te hice daño, te quité a las personas que más querías en este mundo, y me arrepiento mucho, me arrepiento de haber pensado que estaba haciendo lo correcto. Pero como siempre la he cagado porque cuando yo no he estado ahí para ti, tú sí lo has estado para mí. Me has ayudado a cambiar para bien, a ser mejor persona. No sé cómo te podré devolver eso. Ojalá pudiera volver atrás y cambiar las cosas. Ojalá pudiera devolverte a tus padres, a esas personas tan maravillosas - Margot cogió su cara entre sus manos. Hans empezó a llorar.

-Te he perdonado Hans. Te lo he dicho cada vez que me has pedido perdón - Margot no podía estar más emocionada. El chico dulce siempre estuvo allí, el problema es que estaba escondido, tenía miedo, pero ha vuelto, y con mucha fuerza.

-Déjame terminar por favor... - suplica mientras la abraza fuertemente. - Creí que os habías mudado, que no habría problema, que no os había pasado nada, pero...pero no fue así. Soy una persona horrible, un monstruo, un asesino. Pero esa persona te ama para tu desgracia, jamás dejó de quererte, pero sabe que no le aceptarás, es más, ya lo ha asumido, y le duele, pero lo entiende. Te amo y... - no pudo continuar ya que Margot se lo impidió con un beso. Hans sintió su corazón bailar feliz. ¡Cómo echaba de menos aquella sensación! Quería que ese beso durara, mucho, que no acabara, que fuesen invisibles, pero no era así.

Ese dulce momento fue abruptamente interrumpido por una luz cegadora. ¿Les habían pillado?

-¡Las manos arriba donde podamos verlas! - exclaman varios policías. Ambos levantaron las manos asustados.

¡No joder ahora no! ¡No podían ser capturados ahora! Pero huir no era una opción, dispararían y podría matarlos, él tenía que protegerla. Ambos estaban cegados por el gran foco de luz que los señalaba. Captaron de repente una figura acercarse a ellos. Era el superior de Hans, el que le destinó a París. Hans sintió su mejilla arder, le había abofeteado.

-Traidor asqueroso. El Führer está muy cabreado. ¿Cómo has podido traicionarnos por una puta francesa? ¿Cómo has podido vender tu país por una rata resistente? Tendréis vuestro castigo, no os preocupéis. Ahora andando hijos de puta. - y ambos fueron esposados y llevados a una cárcel.

Mi última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora