Cap.32 Atracción

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Las ganas de cambiar de cara siempre se avivaban los viernes, todos los mánagers más llorones y exagerados se acumulaban en la sala de espera exigiendo ver al representante de división; Pero nadie parecía entender que este, solo podía ver a casos de prioridad casi extrema. ¿Por qué no aceptaban el hecho de una buena vez? ¿Por qué tanta insistencia con problemas sencillos si es que tomarían poco tiempo? ¿Por qué personas de alto mando creen que al decir que tenían más que hacer los adelantaría tres personas más en la fila?

¿Por qué este público era tan difícil?

Lo único bonito de su día era tocar la puerta de Guillermo y sentarse a charlar hasta que la garganta se cansaba, dejando solo los labios por besar para terminar la conversación. Samuel sentía que eran más que una pareja sexual en la clandestinidad de una oficina en el medio de una influyente empresa y en la habitación de junto al niño de su casa, estaba más que aferrado al tono rosado de esas encantadoras mejillas regordetas y a lo característico de su risa.

Oh, pero, si tan solo no intentase con tanta perseverancia cubrir sus encantos con esa mala cara. Sabía que no podía pedirle peras al olmo, después de todo, esa expresión desafiante, el porte amenazador y la mirada vacía eran su culpa; Estaba consciente de cada pequeño detalle dentro de su estoica barrera, no era más que un escudo para el corazón que había desechado.

Green Day profesaba que septiembre era fluvial y melancólico, Reik hablaba de la soledad de noviembre, y después de tanto tiempo conociendo ambos conceptos, cada vez que Guillermo se perdía mirando a la nada como si fuese un espectáculo, sabía que estaba buscando dentro de su mente la forma de continuar aguantándose a sí mismo. Esta persona nueva que había reemplazado el optimismo y la felicidad de la anterior, no podía lidiar con los errores y lo poco que la mente pensaba cuando hablaba con esa alegría a la que tanto aborrecía ahora; A veces hacía caras de disgusto para sí mismo, entonces Samuel deseaba con tanta fuerza saber qué pasaba por su cabeza cuando hacía esa expresión de culpabilidad o de vergüenza, quería entender qué era lo que se decía cuando demostraba demasiada soltura, pretendía saber las razones por las cuales le temía tanto a ser él mismo.

Pero él estaba sellado, Guillermo estaba sellado como una tumba egipcia. Quizás para la vida entera.

Y era su culpa, lo sabía. Quería de alguna forma ignorar los hechos, bloquear los momentos de reflexión que esclavizaban la mente de Guillermo hasta por horas, encontrar la forma de regresarle el brillo que tenía como persona para él; Pero luego lo impactaba la vida real con la velocidad de una bala, recordándole que ya era demasiado tarde para cambiar el ahora, que se esforzara para cambiar el mañana porque el pasado estaba encadenado al fondo del mar.

Lo único que podía hacer por él sin ser rechazado, era dejarlo en paz. Solo debía apoyarlo sin hablar de más, quererlo sin preguntar demasiado y cuidarlo con entrega para ver si él notaba sus sentimientos. A pesar de que pareciera imposible.

Sus piernas lo habían llevado ante la puerta de su oficina, donde el sonido de alguna canción que había puesto se tragaba el silencio del pasillo.

—¿Sí? —Saludó abriendo la puerta finalmente— Oh, Samuel; Pasa, pasa.

—Gracias.

Sonrió tranquilamente, apartando su mente del medio y dejando a plena vista su corazón, otra vez.

—¿Qué tal ha estado el día? —Preguntó sentándose en ese divertido puff verde que estaba a media oficina— Mejor que el mío, espero.

—Ojalá —Respondió Guillermo sentándose en el borde de la mesita de centro junto a él—. No tolero a esos chavales que quieren ponerle reglas al trabajo de otros. Venga ya, que yo sé que hacer, solo tenéis que esperar ¡Pero no!, solo quieren exigir y exigir con cosas que no pueden controlar, tío.

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