Cap.15 Acuerdo

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—¿Estáis cómodos?  ¿Necesitáis algo? —Preguntó Alex asomado por la puerta.

—No, Alex. Gracias. 

—Vale, tío; Tampoco me ataques. Buenas noches. 

 Era lo mismo cada noche, pero no era su culpa estar de mal humor constantemente; ¿Qué razones tenía para sonreír un poco después de tantos dolores y esos antojos tan extraños? ¿Quién le pondría ketchup a los bombones? 

Una pregunta mejor que esa: ¿A quién le sabría bien?

Ah, claro. A él. 

Suspiró mirando con nostalgia las estadísticas de su canal a través de su móvil, extrañaba subir vídeos y esperar ansiosamente por los comentarios de sus suscriptores, inclusive los de los haters. 

No había manera de volver mientras estuviese librando esa guerra; Así que lo apagó y lo dejó de lado sobre la mesita de noche. 

Claro que le sentaba mal todo el hecho, pero la verdad era que finalmente comenzaba superarlo; Su enojo comenzaba a cambiarse por simple indiferencia, mientras mejor se dejaba consentir por sus preocupados amigos dispuestos a ver por él ante cualquier cosa. 

¿Estaba aceptando el hecho? 

Quizás.

Ya era hora de aceptar que había sido culpa de ambos que eso estuviera pasando; no obstante, aún no había manera de que él quisiese a ese niño.

—No me patees —Murmuró sintiéndolo moverse con inquietud, como si escuchara sus pensamientos—. Basta, Samuel.

"Samuel"

Sí, era injusto llamarlo de esa manera si se rehusaba a saber el género del infante; Más allá de eso, que resultaba un ejercicio estúpido el nombrarlo como el hombre "desconsiderado" que era su padre. 

Y si era niña ¿qué?

¿Lana?

No se oía tan mal, además, con algo debía agradecerle a Lana el estrés diario y los malos ratos que la hacía pasar por sus estupideces y malas intenciones respecto al bebé. 

Quizás ya había perdido la pelea contra su rencor, o tal vez estaba aceptando la cruel realidad después de todo: No había marcha atrás. Habían pasado ya muchos meses, ya nadie accedería a hacerle un aborto y mucho menos estaba dispuesto a hacerlo, sería más doloroso que cargar con él de arriba abajo. 

—Guille, ¿Ya te has dormido? 

Su tenue y delicada voz femenina lo hizo sentir que decaía en un bucle de fastidio, ternura melosa y sermones: Lana. 

—No —Respondió con seriedad—. ¿Necesitas algo?

—Te he traído un amigo. 

Tiernamente la chica se acercó y tomó asiento a su lado en la cama, delicadamente dejó aquella borlita suave como el algodón y tierna como la dueña misma: Su conejito. 

—¿Para qué quiero yo esto? —Dijo acariciando al animalito—. Es lindo y todo, ¿Pero para qué me lo has dado?

—Para endulzar tu corazón.

La mala mirada de Guillermo fue suficiente para recordarle que sus chistes sobre su mal humor no le hacían ni la menor gracia. 

—Vale, vale. Lo siento —Rió—. Es que quiero hablar contigo. 

—Ya vienes con otro sermón—Musitó rodando los ojos—. Vale, habla. 

La rubia suspiró cansada. —Te he observado estos días; Desde que Samuel llamó ofreciendo ayudarte no pareces tan centrado, andas en las nubes. 

Error (Wigetta) {M-Preg} | Primera ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora