Cap.26 Perspectiva

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10 de enero.

Los Ángeles.

Guillermo echó la última mirada al departamento finalmente decorado y ajustado a la perfección para el pequeño Samuel, quién daba vueltas por aquí y por allá en sus algo torpes pasitos.

Los nuevos horizontes a los que se enfrentaba apenas estaban comenzado a verse, pero ya podía sentirse un poco más apto para recorrerlos.

No podía olvidarse de tantas cosas que lo abrumaban, pero al menos había encontrado en su mente un poco de paz en los recuerdos más dulces que tenía; Como la primera palabra del bebé o la madrugada del veinticinco de diciembre en la que habló sin parar con Samuel hasta el amanecer, tal como solían hacer.

Solo hasta que amaneció la vida le pareció igual de fresca y agradable que en un pasado, antes de que Andrew llegara estresado y desesperado a buscarlo, haciéndose el pobre desdichado que estaba arrepentido por haber obligado a su pareja a algo que no quería hacer; En ese momento la cantidad de hipocresía que estaba inhalando en el aire fue tan tóxica que se sintió enfermo y tuvo que despedirse de mala gana para poder respirar algo de aire fresco.

Pero eso no lo detenía de hablar y hablar con él a través de WhatsApp, ese era el único medio donde no podía encontrar alguna razón para discutirle o recriminarle algo, simplemente se sentaba frente al móvil en un chat o en una videollamada y charlaban trivialidades del día a día como si nada estuviese pasando en realidad.

¿Acaso los sucesos estaban en su cabeza después de todo?

Quizás sin darse cuenta lo había perdonado.

—¡Papá! —Escuchó al pequeño gritar desde la cocina—. ¡Papá!

—¿Qué pasa ahora, enano? —Preguntó caminando hacia donde estaba el bebé, este señalaba la puerta debajo del fregadero—. ¿Hay algo ahí?

—Papá, duido —Balbuceó el niño tocando la puerta—. Papá, eduh, duido ¡'ti!

Sentó al pequeño en el borde del mesón de la cocina y desconfiado investigó lo que era, encontrándose con un pequeño cachorrito juguetón.

—¿Qué...? —Se preguntó Guillermo sosteniendo al animal, en su cuello tenía un papel—. "Feliz día de reyes para ambos, os he dejado este presente esta mañana. Con amor, Samuel"

—¡Feluche! ¡Yo! ¡Papá!

—¿Y ese cómo diablos ha entrado?

Los quejidos del bebé le recordaron que aún tenía el perro entre sus brazos, entonces lo bajó del mesón y dejó al animal en libertad, para que ambos fueran felices.

—¡Feluche! ¡Feluche!

Ambos pequeños se fueron corriendo a la sala, dejándole la duda intensa de cómo diablos había él entrado en su hogar. Y antes de poder tan siquiera preguntarse otra cosa en voz alta, su móvil sonó.

—¿Hola? —Contestó dándole vueltas a la cabeza.

—¿Qué os ha parecido el regalo?

—¿Samuel?

¡Sí! —Respondió el susodicho con emoción—. Pensé que a Sam le vendría bien tener un compañero para cuando no puedas jugar con él... ¡Sorpresa!

—Vaya que lo ha sido...

—No te gustó, ¿No es así?

—No me ha gustado eso de que te hayas metido a mi casa.

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