NUEVE

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Andrew y Natalia miraban una revista especializada en artículos para recién nacidos mientras estaban en la sala de espera de la clínica. 

―¿Te gustan las habitaciones con un solo tema? ―La rubia señaló una imagen con las paredes de un dormitorio pintadas como un tema de naturaleza. 

―No lo había pensado ―admitió―. ¿Te gustan a ti? 

―Se ve lindo, pero quizá se vuelva aburrido de tanto ver lo mismo ―murmuró pensativa. 

Siguió pasando las hojas de la revista. Muchas cosas le gustaron, pero habían quedado con aguardar hasta el sexto mes para comenzar con ese tipo de compras. 

―¡Ya sé! ―cerró la revista―. ¿Qué te parece si cada pared de la habitación tiene una estación del año pintada? Podría ser útil para que el bebé aprenda.

Los ojos verdes de la rusa brillaron como los de un niño a punto de abrir sus regalos la mañana de navidad. Andrew la tomó de la barbilla y le dio un beso. 

―Tienes ideas excelentes ―felicitó con orgullo―.También debemos pensar en una sala de juegos. 

―A medida que crezca se convertirá en una sala de estudio ―opinó. 

Natalia le dio otro beso. 

―Señora Romanova, puede pasar ―informó una de las enfermeras. 

Ambos se levantaron y siguieron a la mujer vestida de verde. Romanova se acomodó en la tumbona alta. Levantó su blusa y la enfermera le puso gel en el vientre. 

―Buenas tardes, papás ―saludó la risueña doctora Diaz al ingresar―. ¿Cómo están llevando el embarazo? 

―Bien, doctora ―contestó la mujer. 

Cuando Diaz se sentó entre la tumbona y el monitor, la enfermera le pasó la carpeta con el expediente de Romanova. 

―Comenzaré con la ecografía ―avisó Diaz. 

El sonido de la máquina resonó en la habitación. La pareja se concentró en la imagen del monitor, intentando distinguir la figura de su hijo. 

―Todavía no puedo decirles el sexo, pero hay otra cosa. 

―¿Algún problema? ―Andrew apretó levemente la mano de su novia para mostrarle su apoyo. 

La doctora negó con un gesto. 

―Eso que están escuchando son dos corazones. Tendrán gemelos bivitelinos. 

Los padres se observaron sorprendidos. 

―Quiere decir que podrían ser de sexos distintos y que puede que no se parezcan mucho entre ellos ―explicó la doctora―. Casi como si fueran hijos de embarazos diferentes. 

Natalia sintió que las lágrimas comenzaban a juntarse. Estaba emocionada y asustada por partes iguales. 

―Tendrán con quien jugar ―opinó al borde de las lágrimas. 

La consulta continuó con varias preguntas de rutina de parte de la profesional médico. Agendaron otro turno y algunos exámenes más. 

Al llegar al estacionamiento, el celular del asistente del fiscal comenzó a vibrar en su bolsillo. 

―Dame un minuto ―pidió fuera del vehículo. 

Natalia subió para darle un poco de privacidad. Esperó adentro, entretenida con encontrar una estación de radio que le gustara. Andrew acostumbraba escuchar noticias mientras manejaba, por ello las estaciones guardadas no le resultaron atrayentes. 

DESLIZ || Andrew Barber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora