ʟᴀ ᴏᴘᴏʀᴛᴜɴɪᴅᴀᴅ ᴅᴇʟ ꜰᴜᴇɢᴏ

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Todo era... caliente, abrazador... cálido.
Vi a mucha gente ahí... distintas personas, hombres y mujeres, aquellos que alguna vez habían encendido y mantenido la llama con vida. Fui parte de ello, de los que nos brindaron una época inmensa de luz a través del sacrificio de su existencia. De alguna forma, aunque no interactué con ellos, conocí sus nombres, historias y todo tipo de cosas. Al parecer, nos volvimos uno mismo.

Sin embargo, después de esta "experiencia", por decirle de alguna forma, me hallé en una desconexión. Todo se oscureció, dejándome desamparado. No tengo idea de cuanto tiempo pasó tras ello, pero de pronto... me encontré de vuelta en mi cuerpo.

Sin mi armadura ni mis armas, solamente con unos harapos viejos cubriéndome. Recuerdo la sensación; el frío recorriendo mi cuerpo. Era tan conocida como tan extraña. En el momento en que abrí los ojos, me di cuenta de que estaba de nuevo en aquella cloaca donde Oscar, el caballero, me lanzó la llave. El refugio de los no muertos del norte.

"Ten... esto va de mi parte..." 

Su voz resonó por toda la celda, era suave, amigable y como si una madre se tratase. La conocía, sabía de su historia y conocía sus sentimientos como las palmas de mis manos... pero aún así, no entendía muy bien que quiso decir con eso. Me puse de pie, y me caí. Bueno, tenía un tiempo sin caminar... aunque no sabía exactamente si habían pasado meses... o años.

Tras recuperar el equilibro lo más posible, me encaminé a la salida. En cada momento me esperaba ser asaltado por un enemigo, pero ya no había nada de eso. En cambio, oí voces a la distancia. Gente teniendo una conversación... cuerda, como si todo estuviese bien, como si ya no hubiera problemas.

Salí a donde antaño estaba aquella primera hoguera que encendí, ahora, apagada, quedando solo la espada como, pienso yo, una especie de símbolo. Frente a ella, dos soldados... mejor dicho, caballeros. Con armaduras plateadas, me observaron, notoriamente confundidos.

"No puede ser... ¿es usted el caballero esmeralda?" habló uno de ellos. Bueno, era cierto que por ahí me decían así, ya que nunca llegué a compartir mi nombre, pero... ¿como es que lo sabían? No tenía ni idea, así que pregunté algunas cosas. Eran bastante amables, y me ofrecieron toda la información que necesitaba. Entonces supe que, desde el día que derroté a Gwyn, habían pasado poco más de cuatro años.

"joder, me fui a dormir un rato largo" dije, a lo que ellos rieron. Lordran estaba a cargo de Gwynevere, los no muertos ya no existían, yo era completamente humano, mis allegados se habían dispersado por el mundo... y Anastacia vivía en Anor Londo. Esos dos, de nombre Niko y Caesar, realmente me fueron muy útiles, que serviciales eran los caballeros de plata cuando estaban cuerdos.

Me quedé un par de días con ellos. 
Aquel héroe de leyenda que había ascendido en todas las capacidades humanas, aquel que derrotó a innumerables enemigos... se encontraba bebiendo alcohol y hablando de la vida con dos caballeros en un lugar perdido de la mano de dios. En algún punto, toqué el tema de Anastacia de Astora, hablando acerca de, bueno, sentimientos y esas cosas. En un momento dado, Niko me dijo algo que ya sabía.

"Bueno, quizás estás enamorado de ella"

Supongo que otra explicación no existía, porque en verdad no me sorprendió. Tras dejar el refugio, ahora bien vestido con una armadura plateada, -gracias, Caesar- fue en todo lo que pude pensar. No recuerdo si alguna vez me enamoré en el pasado, porque siendo sincero, parte de mis memorias están perdidas, y no creo que las recuerde alguna vez. El amor... es un tema complicado, pero... 

─Bienvenido, oh, Gran héroe de Esmeralda.

Frente a las escaleras que llevaban hacia el castillo de Anor Londo, oí su voz.
Levanté la vista, para así poder ver directamente a aquella persona que tanto quería. 
Su cabello rubio se hallaba suelto, y mucho más largo que antes. Vestía sus ropas viejas, pero notaba que estas habían sido cosidas y limpiadas en su totalidad. Se veía hermosa y muy distinta. Pero sobre todo, esa preciosa sonrisa en su cara... me demostraba algo más, y lo principal que yo deseaba; su felicidad.

─Hola, Anastasia. 

Tomé el casco plateado en mi cabeza y lo retiré, al mismo tiempo que subía las escaleras. ¡Era bellísima! Siempre lo había sido, pero en ese momento la veía como a una diosa. Su sonrisa hacía que mi cuerpo se paralizara con cada segundo que la veía. Gracias a un presente por parte de los antiguos señores de la llama, ahora podía disfrutar de una pequeña oportunidad más.

Se abalanzó sobre mi unos segundos después de replicarle.
Si no fuese porque mi fuerza es de otro mundo, ambos hubiéramos caído por las escaleras, sin duda alguna. Para mi cuerpo no había pasado mucho desde nuestro primer abrazo, pero ansiaba inmensamente poder volver a tenerla entre mis brazos. Eso de las hogueras y el fuego ya no existía como tal, pero el concepto estaba inmerso en ambos.

─te dije que eras todo lo que tenía, ¿recuerdas?─tras un par de minutos de un hermoso solencio, Anastacia me asaltó con una frase que me dijo antes de que yo me apartase de su lado.
No estaba enojada ni nada, más bien diría que me estaba abriendo una herida porque si.

─Lo lamento, Anastacia. Realmente yo...─antes de que pudiese terminar de hablar, ella continuó con un "¿no querías irte, no?", cosa que me impactó bastante.

─Lo sé, caballero... sé que aunque ello implicase la extinción del ser humano como tal, que el mundo entero te odiase, que eso hubiese sido un pecado como ningún otro... querías estar conmigo. Porque... yo sentí lo mismo ese día.

Sonaba tan tranquila pero, en el fondo, notaba un nerviosismo.
Supongo que sentía remordimiento por sus pensamientos tan horribles. 
Y no era como que podía decirle algo por eso, yo me identificaba con ella.

─E-Estoy siendo muy dramática ahora mismo, heheh...─tras un momento, volvió a hablar, esta vez con un tono más alegre─no me importaría perdonarte si me prometes una cosa, caballero.

─¿y que sería eso, Anastacia?

De pronto, se despegó de mi, cambiando el abrazo por tomar mis manos.
En su carita se mostraba la sonrisa más preciosa que jamás le había visto a una persona.
Era simplemente deslumbrante. La felicidad que podía verle me hacía feliz a mi, y entonces, habló.

─quédate conmigo para siempre, si puedes prometerme... c-con tu vida, que no volverás a irte, yo te perdonaré.

─Pero por supuesto que sí, Anastacia de Astora.
Juro por las almas de aquellos que se sacrificaron en las llamas primeginas que, yo, quién derrotó a Gwyn, estaré contigo de aquí en adelante y por el resto de mi vida.

Tenía que hacerle saber que iba en serio.
Se dio cuenta al instante de que así era, porque parecía conocerme bien. 
"Está bien, si el caballero lo dice, es verdad" rió levemente tras decirlo.

No sé porqué se me había regalado tal oportunidad.
No consideraba que mis esfuerzos fueran mejores que los anteriores señores y reinas de las llamas. Aún así, ahora vivía, y oh, que dicha era tenerla conmigo.
Aprovecharía cada segundo de mi mortal existencia.

Viviría por todos los que no pudieron.
Pero... principalmente por el amor de mi vida.


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⏰ Última actualización: May 08, 2021 ⏰

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