Recuerdos de un pasado juntos

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Albus se encontraba sentado en su despacho, pensando.

Pensaba en cómo se encontraría Gellert, ahí solo, encerrado en su enorme y solitario castillo.

Tras la batalla que habían tenido en la que Albus había conseguido quitarle la varita de saúco y vencerle, Albus le empezó a escribir algunas cartas, cartas que no obtuvieron ninguna respuesta.

Al cabo de un tiempo, se había resignado a que Gellert le contestase, pero ese mismo día le llegó una carta sin dirección.

«Ojalá pudieras venir a verme. Quisiera hablar contigo en persona

Era lo único que ponía en ella. No había nombres, ni firmas, pero Albus no necesitó nada de eso para saber quién se la había mandado.

· · ·

En algún lugar de los Alpes, Austria.

Albus apareció en un amplio campo, cerca del castillo.

Cogió el traslador que había utilizado, lo escondió detrás de un árbol y empezó a caminar.

Cuando llegó a la puerta de entrada del castillo, pudo leer el lema de Grindelwald,"Por el bien común" , tallado sobre la entrada de la prisión.

Sacó su varita, la agitó y acto seguido la puerta se abrió sola, como invitándole a entrar.

Al entrar, oyó ruido de pasos, pero no de una persona, sino de dos.

—... a ver si acabamos la ronda pronto.— Decía uno de los guardias.

—Sí, la verdad que es bastante aburrido tener que pasarse horas aquí, paseando sin más.— Dijo el otro.

De repente los pasos cesaron.

—Oye, ¿Sabes lo que me ha dicho hoy cuando me he acercado a la puerta? Me dijo: "¿Por qué dejas que te traten así? Pobrecito, tener que cuidar de un pobre loco todos los días, durante horas, cuando podrías estar haciendo grandes cosas, si yo fuese tu jefe, te daría la libertad de decidir qué quieres hacer, te daría todo lo que quisieras..."

—Menudo bastardo ¿A quién se cree que engaña? "¿Si yo fuese tu jefe?" Ha perdido la chaveta.

Los dos guardias se rieron, y en ese momento apareció Albus detrás suyo y los dejó inconscientes con un ligero movimiento de varita.

Rápidamente se dirigió hacia las escaleras hasta el último piso, donde se encontraba encerrado Gellert.

Cuando ya se encontraba en frente de la puerta, antes de abrirla, pegó su oreja encima y escuchó.

No oía nada. Le pareció muy extraño.

Rompió el encantamiento que mantenía cerrada la puerta y entró.

—Te estaba esperando.


Allí estaba, sentado en su cama, con una expresión demacrada y esquelética, y el pelo blanco platino revuelto.

—¿Cómo sabías que vendría?

Gellert sonrió.

MEMORIAS | One-Shots GrindeldoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora