07. Está en el viento, jovencito.

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———Jack Frost———

La ventaja de ser un espíritu es que puedes cerrar los ojos y dejarte acunar por el viento todo el tiempo que quieras sin miedo a que te pase nada. Al menos si estás seguro de que ninguna pesadilla te aguarda.

Abrí los ojos después de un rato reconociendo mi alrededor: había ido instintivamente a la ciudad de Olivia. Busqué su casa y me asomé a todas las ventanas hasta que encontré luz en una de ellas. Amelia y Bruno estaban en el salón disfrutando de un rato familiar.

Me apoyé en el marco de la ventana con el bastón al hombro y les miré con ternura.

Los padres de Olivia no estaban, supongo que estarían en alguno de sus viajes de trabajo. Nunca los había visto y me preguntaba cómo serían.

Amelia estaba en un sillón cosiendo algo, y Bruno a sus pies dibujando cualquier cosa. La chimenea estaba encendida con varios troncos y cerca había un árbol de navidad adornado con bolas, estrellas, guirnaldas y luces de distintos colores. Faltaba Olivia. Me entristecí aunque por poco tiempo, ya que Bruno miró hacia la ventana y me vio.

—¡Jack Frost!—le escuché gritar emocionado al otro lado del cristal. Sonreí recordando cómo me había llamado Ja Fos. Bruno crecía a la velocidad de la luz.

Amelia miró hacia la ventana haciendo que se le iluminaran los ojos. Se levantó a prisa a abrirme la ventana y dejarme pasar.

—¡Pasa hijo, pasa, que te vas a helar!—dijo haciéndome bajar de la ventana. Tenía pinta de ser de esas abuelas entrañables que te abrigaban hasta el cuello y te rellenaban el plato cada vez que das un bocado.

—Sería bastante preocupante si me resfrío...—dije entre risas. Amelia se volvió a sentar. Bruno vino corriendo a abrazarme. me agaché a su altura y le correspondí.

—¿Qué te trae por aquí, Jack?—me preguntó tranquila Amelia. Bruno se sentó de nuevo en el suelo y continuó dibujando.

—Pues sinceramente no lo sé. Necesitaba desconectar y...—pensé—...el viento me ha traído hasta aquí.

—La respuesta de lo que sentimos está en el viento, jovencito—me dijo Amelia—. Él nos lleva a dónde nuestro corazón le susurra—acto seguido me guiñó un ojo cómplice. Yo sonreí—. ¿Cómo están yendo las cosas allí en el taller?— preguntó. Me senté delante de la chimenea, intentando sentirme algo más cerca de Olivia.

—Pues...realmente no muy bien. No encontramos a Olivia y sombra parece ser que ataca de nuevo—respondí un poco frustrado.

—Necesitabas realmente desconectar, ¿eh?—me dijo alegre. Seguía siendo la señora alegre que conocí en un primer momento.

—Amelia, ¿Olivia le habló en algún momento de mí?—le pregunté después de un rato en silencio mientras miraba las llamas del fuego.

—Bueno, no tuvimos mucho tiempo antes de que Sombra me llevase. ¿Te preocupa algo?— me preguntó.

Pensé. ¿Cómo era de importante en la vida de Olivia? Me aterraba profundamente la idea de que ella ya no se acordase de lo que sentía por mí. De perderla.

—Puedes estar tranquilo, sé que ella no te ha olvidado— me dijo.

—¿Cómo lo sabes?—le pregunté girando la cabeza hacia ella.

—Bueno, vivo con ella. Aunque la mayoría del tiempo sea Esmeralda, hay algunos momentos en los que su ser aún controla. Algunas veces la he sorprendido con la mirada perdida, o mirando los dibujos de mi cuarto, o mirando por la ventana esperanzada. Alguna que otra vez ha podido decirme dos simples palabras—ella me miró y agrandó una sonrisa—: ojos azules.

—¿Usted cree que se acuerda de mí?—pregunté esperanzado. Ella asintió dulcemente.

—Pasasteis demasiado juntos para que se le olvide tan rápido. Le salvaste muchas veces la vida, guardián—me dijo.

Sonreí más tranquilo. Confiaba en que Olivia pudiera volver a ser ella y sintiese lo mismo por mí. Necesitaba que alguien con un poco más de perspectiva me orientase, ya que no sabía muy bien si ilusionarme o no.

Antes de que me diese tiempo a recordar algo más un hada de Tooth golpeó persistentemente el cristal de la ventana. Amelia se levantó y le abrió lo más rápido que pudo.

—¿Qué te cuentas, hadita?—le dijo Amelia. El hada empezó a soltar un montón de ruiditos agudos y a revolotear ansiosamente de Amelia hacia mí y al revés.

Sabía que algo no iba bien. La mini-hada parecía estar asustada y nerviosa o algo por el estilo. Y algo me decía que lo que le pasaba estaba relacionado con Olivia.

Amelia abrió los ojos conmocionada y me miró a mí preocupada. Parecía entender los ruiditos de la mini-hada.

—Jack, te necesitan en Fiery. Los guardianes están allí con Olivia, te necesitan—dijo Amelia inquieta. Parecía que los guardianes necesitaban mi ayuda inmediatamente.

Echándole una última mirada a Bruno salí a toda velocidad por la ventana con la hadita de compañera hacia el castillo de Fiery, donde la última vez Olivia pareció derrotar a Esmeralda.

Una vez sobrevolando el lugar, algo me llamó la atención. Un lugar.

Vi un lugar que me resultó muy familiar bajo mis pies; un lago yacía helado rodeado de nieve, árboles y matorrales helados. La mini-hada tiró de mí intentando llamar mi atención, pero no le hice caso y bajé hasta tocar con los pies el agua congelada de aquel lago.

Entonces me di cuenta. En aquel lago patinaba con mi hermana y con Flame. Ahí morí y nací como espíritu del invierno.

Todo estaba con nieve caída por encima, con arbustos, árboles y piedras enterrados por capas blancas. Miré la orilla donde me besé con Flame y solté una pequeña sonrisa de melancolía.

Súbitamente un ruido me distrajo de mis pensamientos. Una rama partiéndose me alertó: no estaba solo. Entonces una risa ya conocida se escuchó no muy lejos de allí.

Sombra estaba conmigo, y no dejaría que me fuese tan fácilmente.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora