04. Adelante, pues.

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———Jack Frost———

—Bueno...— comentó Winter haciéndome mirarla—...parece que tendremos un trabajar juntos, Jack— sonrió agradable. Me quedé callado mirándola, fingí una sonrisa.

—Claro, ¿qué puede salir mal?— respondí amable—. Pero hoy...—

—¿Es muy importante Olivia para ti?— me interrumpió. Borré mi sonrisa de cortesía. Nunca me había hecho esa pregunta. Llevaba más de un año sin verla, y en ese momento no era la misma que conocí. ¿Era realmente Olivia importante para mí?

—Claro que sí— respondí.

—Pero... es una mortal, ¿no es cierto?— preguntó.

—Es complicado. No lo entenderías —respondí seco—. Me encantaría practicar y acoplar nuestros poderes hoy, pero tengo que ir a hacer nevar por varias partes del mundo. Así que mejor otro día —cambié de tema radicalmente, acercándome a la ventana por la cual había salido Olivia momentos antes. No me importaba que Santa se enfadase. No me sentí cómodo con Winter después de su pregunta.

Winter me sujetó del brazo, impidiéndome el andar. La miré fijamente a los ojos. Su tacto era frío, como el hielo antártico.

—¿Puedo ir contigo? Podríamos practicar fuera, si no quieres que sea aquí— sus ojos desprendían inocencia.

—No sabes volar. Y voy con prisas— solté su agarre en mi brazo—. Quizás mañana.

Sin más entretenimiento salí disparado por la ventana de aquel cuarto. Una vez fuera, en lo alto del cielo ya nocturno respiré. Algo me hizo girar la cabeza hacia el lugar desde donde había salido y mirar a Winter. Ella ya no estaba. Ignoré algún pensamiento de volver y hablar con ella, y fui a repartir nieve por el mundo.

***

Después de estar toda la noche y parte del día deambulando por distintos lugares nevados recapacitando sobre la nueva situación, tuve claro que no podía pasar de aquello. Si realmente quería ayudar a Olivia tenía que cooperar con el resto de guardianes y sobretodo con Winter para que Flame ganase aquella batalla que se estaba librando dentro de Olivia. Si había alguna posibilidad de que pudiese ayudarla y recuperarla, desde luego no era evitando usar el frío.

Decidí volver a la guarida de Santa e intentar interactuar junto Winter. Llegué volando sin saber qué podía encontrarme. No sabía si iba a estar Olivia, no sabía si habían vuelto los guardianes, no sabía nada. Pero de alguna manera o de otra necesitaba volver.

Una vez allí fui a la sala principal. No encontré a nadie que pudiese darme un mínimo de información. Ni si quiera santa se había pasado para ver cómo iba la producción de juguetes para la inminente navidad. Yetis y elfos trabajaban en cadena creando barcos, robots, coches y demás. Ni si quiera se me pasó por la cabeza hacer una trastada.

Pasé de largo y seguí andando hacia la sala de piedra. Aquella sala tenía unas puertas sorprendentemente altas, como si fuera una sala de un castillo muy antiguo. Nunca me contaron su historia. Abrí las puertas despacio, haciéndolas chirriar momentáneamente. Miré al interior de la sala. Las seis columnas a los lados tenían destellos de escarcha reconocible, y el suelo estaba cubierto con una ligera capa de nieve en polvo sobre hielo.

Abrí del todo la puerta y pasé a la sala. El trineo de Santa medio roto ya no estaba y supuse que los yetis lo habrían llevado a arreglar. El gran ventanal en cambio, seguía roto. Recordé cuando Olivia un día antes había escapado por él sin ningún ápice de mirar hacia atrás. Como si no me conociese de nada. Era inevitable que doliese.

Winter estaba dentro. De espaldas a mí. Haciendo movimientos armónicos con los brazos y manos moviendo energía helada y mínimas partículas brillantes azuladas por el espacio creando nieve, escarcha y variantes del hielo a su alrededor.

En un momento se dio la vuelta y me vio. Paró inmediatamente por vergüenza, o qué se yo, y todas las partículas que había en el aire a su alrededor cayeron al suelo. Me pareció una reacción curiosa y sonreí de lado. Andé hacia el centro de la habitación sin decir nada y observé un poco más su creación: varios montículos de nieve unidos entre sí por varias capas de escarcha la rodeaban mínimamente, como una fortaleza helada.

Ella me miró, miró su creación y volvió a mirarme. Eché mi bastón al hombro esperando que hablase.

—He pensado que...— dijo tímida —...podría enseñarte lo que sé hacer. Así tú, que conoces mejor el asunto, mejorarlo si quieres. O no sé...— hizo una pausa. Se le notaba nerviosa.

Torcí la cabeza y me alejé de ella.

—Adelante, pues— dije dando paso a que empezase a enseñarme sus capacidades mágicas, aunque sin mucho entusiasmo.

Ella asintió y empezó. Con movimiento de brazos, de nuevo suaves, comenzó a deshacer lo que previamente tenía y comenzó de cero. Sin mucho esfuerzo se envolvió a sí misma en energía helada y poco después fue formando un círculo anclado al suelo con nieve y escarcha.

Poco a poco la estructura redonda se fue reforzando con más capas de escarcha hasta ser lo suficientemente denso como para mantenerse en pie sin ayuda de magia. Me preguntaba por qué tenía que trabajar junto ella si solo sus poderes bastaban para encerrar a Olivia. En ese momento recordé por qué estábamos haciendo esto. Aunque supiera que era por el bien de Olivia no podía evitar sentirme mal.

—¿Qué te parece? —Me sacó Winter de mis pensamientos— ¿Podrías mejorarlo?

Estaba seguro de que en otro momento le habría añadido cualquier detalle reforzando su bonita (pero frágil) creación. Pero en esa situación no.

—Jack, ¿estás bien? —insistió ella al ver que no respondía. Era notable que no estaba bien, pero no quería ser borde con ella.

—Quizás otro día— dije agarrando con fuerza el bastón y abandonando rápidamente la sala de piedra por la puerta.

Una vez habiendo cerrado la puerta con un importante portazo suspiré.

—Maldita sea— musité para mí. Esta situación me superaba. Tenía todo muy reciente. Y ahora que Olivia había vuelto pero sin ser ella, me afectaba más aún.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora