10. Me dejé cuidar.

333 29 22
                                    

———Jack Frost———

—¡Jack, es peligroso! —escuché muy de lejos a Santa gritarme. Yo ya estaba a los pies del castillo.

Todo lo que veía era una escena devastadora. Todo estaba derruido, con algunas llamas -de color normal- aún vivas cubriendo algunos trozos de madera y algunas piedras. La estructura del castillo seguía erguida aunque sin paredes. Lo único que se había mantenido eran los suelos y los techos. Alguna que otra escalera había resistido, pero lo demás era ahora historia.

Volé en dirección al gran salón, el cual por suerte o por desgracia seguía con el suelo ileso, aunque con muchas piedras, maderas y escombros por encima. Me agobié; en algún sitio de por allí debería estar Olivia.

Empecé a buscar agitado, quitando todo lo rápido que podía los obstáculos que me separaban del suelo. De repente, a unos metros de mi lateral derecho, intuí una luz anaranjada y brillante que salía de debajo de una montaña de escombros.

Sin detenerme empecé a quitar escombros de ese sitio hasta que encontré un cuerpo. Era Olivia. Toqué su cara intentando despabilarla. Al tocar su piel noté un calor exagerado, como si fuera verdadero fuego.

—Olivia, mírame... vamos...— susurré suave con el corazón en la garganta.

———Olivia———

Me dolía todo el cuerpo. Me sentía aprisionada y me costaba respirar por el peso que caía sobre mis costillas. Notaba sobre mi cuerpo escombros, polvo y humo que se me colaba a cada inspiración. Al menos tenía la tranquilidad de que había acabado con Esmeralda para siempre. Había acabado venciéndola. Mi poder había absorbido el suyo y se había comido su cuerpo provocando una explosión nada más tocarla.

Esmeralda no molestaría más a nadie. Ya no.

Me sentí frágil, ida y casi inconsciente, cuando empecé a notar menos peso sobre mí. Pasé a notar más claridad a mi alrededor aunque tuviera los ojos cerrados. Sentía como si tuviera fiebre por todo el cuerpo, que poco a poco se fue disuadiendo.

Noté una mano, fría como el hielo, sujetar mi mejilla enderezándome la cabeza.

—Olivia, mírame... vamos...— escuché suavemente la voz de Jack. Apreté los ojos para después abrirlos a duras penas, intentando enfocar algo.

Poco a poco, la silueta de un chico con el pelo blanco y la sudadera y los ojos azules se fue haciendo más nítida, hasta conseguir ver claramente al guardián del invierno.

—Jack...— conseguí musitar con un hilo de voz. Dejé escapar una sonrisa junto con su nombre, notando por fin una sensación de seguridad.

Jack soltó un suspiro de alivio total y me abrazó profundamente. Tosí sin fuerzas. Él me miró y sonrió sutilmente. Sentía que estaba a salvo ahora que Jack estaba conmigo, y que todo estaba (más o menos) solucionado.

Jack me levantó en brazos del suelo cuidadosamente. Me agarré a su cuello y me dejé llevar. No pensaba en nada salvo en que ya estaba con él. Estaba débil y él podía cuidarme. Así que me dejé cuidar.

Apoyé la cabeza en su hombro. Su olor se filtró por mi nariz. Sonreí aún siendo consciente de que no me vería nadie.

Una vez fuera, Jack me llevó hasta los guardianes, a unos cuantos metros más alejados del ahora derruido castillo. Me puso de pie cuidadosamente ayudándome para que no cayese.

Cuando me estabilicé miré a los guardianes, ansiosos por que dijese algo.

Conejo se abalanzó a abrazarme. Correspondí aliviada el abrazo. Sentía como si hubieran pasado cientos de años desde que los vi por última vez y ahora me sentía más incluida en el grupo que nunca.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora