02. Sala de piedra.

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———Jack Frost———

Miraba todo mi alrededor. Empezaba a recordar desde la ultima vez momentos que pasé aquí, y cuantas veces paseé entre estas paredes sin que Olivia me viera. El cuarto de Bruno, el de Amelia, el de Olivia, la terraza de sus padres... no sabía si sentirme mal o bien al recordar aquellos sentimientos que realmente nunca se habían ido.

Olivia bajaba las escaleras. La seguía con cierta timidez y distancia. Iba dejando un aroma dulce, su aroma. Su mano caía delicada por la baranda de las escaleras. La echaba de menos. Me gustaría haberla abrazado y sentir que todo estaba bien. Pero no lo estaba.

Atravesó el pasillo, tarareando cualquier melodía que se le pasara en ese momento por la cabeza, y llegó a la cocina. Reconocí aquella cocina. Y recordé el momento con el zumo. Pensaba en lo felices que podríamos haber sido. Todos mis pensamientos eran confusos.

Volvían a renacer sentimientos en mi. Buenos y malos. Cerca de ella, me sentía lo más vivo que me había sentido en estos catorce meses. ¿De verdad no podíamos hacer nada para que volviera a vernos? Si no hubiera sido por Esmeralda, ahora todo iría bien.

"Puaj, Esmeralda..."

Ese nombre me daba arcadas.

Me detuve a observar a Olivia, cosas que hacía en la cocina para calentarle la leche a Amelia. Cogía cacharros, echaba la sopa, encendió el fuego de la hornilla con la mano, y ponía el cacharro encima.

Espera... ¿encender fuego con la mano?

Instintivamente retrocedí dos pasos hacia atrás. Me encontraba confuso. ¿No había olvidado todo lo relacionado con el mundo de la magia? ¿Por qué había prendido fuego con la mano, sin ayuda de nada? La mire un poco más; ella seguía muy tranquila. Como si fuese lo más natural del mundo.

A velocidad de la luz subí al cuarto, y abrí la puerta de par en par, agitado.

—Amelia... Olivia... fuego, ¡ha encendido fuego con la mano!— dije gesticulando con mis manos. Los guardianes me miraron sorprendidos. En la mirada de Conejo pude intuir un "a este se le ha ido la pinza".

—Si, Jack—me dijo Amelia—. Por eso estáis aquí —los guardianes la miraron a ella.

—¿Qué? —musitó Santa. Parecía no dar crédito a lo que escuchaba. ¿Quién sí lo daría?

—¿No había olvidado todo lo relacionado con el mundo de la magia? No puede vernos, ¿por que...?— solo podía juntar ideas sin sentido en mi cabeza.

—Jack, no está todo perdido. Olivia no te ha olvidado —miró al resto de guardianes—. Ni a vosotros tampoco.

—¿Entonces...?¿Qué está pasando?— preguntó Conejo. Sandy y Tooth ni si quiera se movían.

—Cuando pasó lo de Esmeralda, Olivia recobró los poderes de Flame, al parecer momentáneamente. Y eso la dejó agotada— se levantó de la cama y avanzó hasta la ventana, mirando por ella—. Pero no fue así. Recobró esos poderes permanentemente. No se desmayó por eso.

—¿Entonces por qué fue?— preguntó Santa. Amelia se giró a mirarnos.

—Esmeralda, al ser un espíritu se pudo meter en su cuerpo. Ya sabéis lo que quería Esmeralda, los poderes de Flame. Al volver a Olivia, esos poderes se recuperaron.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora