09. Suspiro de desahogo.

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———Olivia———

Aquella chica tenía un vestido celeste con motas de magia brillantes. El pelo rubio casi blanco y unos ojos muy azules. Casi podía parecer la versión de Jack en chica. me preguntaba si se conocían, y sobre todo, qué hacía ella aquí y de qué parte estaba. ¿Iría con los guardianes o con Esmeralda?

La chica comenzó a recubrir toda la parte de la bruja atrofiada con hielo y nieve. Columnas de hielo, ráfagas de magia helada y demás rodeaban a Esmeralda en la otra punta del salón. Ella intentaba parar sus ráfagas y ataques con fuego, pero cada vez se debilitaba más (sin contar que además su fuego no quemaba).

Entonces sobrentendí que aquella chica mágica estaba de mi parte. También comprendí que sólo el frío podía contrarrestar la magia cálida. Empecé a lanzar llamas de fuego a Esmeralda intentando que se rindiese lo antes posible. La chica de nieve corría a su alrededor lanzando más y más escarcha sin que me tocase un solo copo a mí.

Repentinamente, la chica intentando esquivar una llamarada -sorprendentemente grande- de Esmeralda resbaló con su propio hielo, que estaba ligeramente derretido por el calor de mis llamas, y se dio en la cabeza contra una de sus propias columnas con tal mala suerte de caer inconsciente a unos pasos de la puerta de entrada. Esmeralda aprovechó y lanzó un fogonazo cargado de brillo verde hacia el pecho de la chica. Tras un rato sin interrumpir su inciso e impactando directamente en su corazón, cesó. Donde antes impactaba la magia de Esmeralda, ahora quedaba un brillo verde iluminando desde el interior.

"No se qué le ha hecho pero seguro que no puede ser bueno" asentí en mi cabeza.

En un último intento de pararla lancé algunas ráfagas más hacia ella haciéndola retroceder algunos pasos. Su fuego no era muy dañino aún ya que seguía afectado por el frío que la rodeaba.

"Y encima se pone un vestido sin mangas, es que de verdad que no lo entiendo..."

Tras unos ataques y contrataques más, las puertas del gran salón se abrieron dejando ver a alguien que conocía muy bien, y que hacía mucho tiempo que no veía.

Jack entró por la puerta y apuntó rápidamente con su bastón a Esmeralda. Esta alzó las manos sin muchas más opciones que la rendición. Jack lo miraba todo; a Esmeralda devastada y corrompida sin fuerzas, a la chica desmayada en el suelo, y finalmente a mí.

No le quitaba ojo de encima. Miraba su expresión corporal que mostraba situación de alerta. Cuando hizo coincidir sus ojos con los míos flaqueó su agarre en el bastón y su expresión cambió a sorpresa. Miró de nuevo a Esmeralda sin dejar de apuntarla con el bastón y me volvió a mirar.

—Eres...¿eres tú de verdad?— me preguntó desconcertado. Asentí iniciando una incontrolable y diminuta sonrisa. Algo me decía que había estado acordándose de mí todo este tiempo.

Él, aliviado, soltó un suspiro de desahogo. Como si se hubiera visto en problemas por aquello y ahora se hubieran ido todos quedando simplemente en un susto. En un momento bajó inconscientemente el bastón al suelo, dejando a Esmeralda algo más libre.

Esta me lanzó algunas bolas de fuego de las cuales solo una rozó mi cara. Escocía, pero no notaba más que un soportable ardor. Antes de que siguiera lanzando más bolas la ataqué con una llamarada. Ella correspondió con otra llamarada, haciendo que los dos poderes chocasen en mitad de la sala y se mantuviesen unidos. Lo único que nos conectaba era la intensa energía entre nuestras manos...en mitad de la sala. Parecía una escena que solo se veía posible en una película de ficción.

Podía notar el poder de Esmeralda a través del que yo manejaba y transmitía entre mis manos. Estaba resistiendo, y presentía que si seguíamos desafiando aquellos poderes algo iba a salir muy mal. Jack miraba la escena sorprendido. Francamente yo también estaba sorprendida; no sabía que pudiera mantener una energía enfrentada contra otra tanto tiempo.

Miré a Jack.

—¡Llévatela! —le grité señalando con la cabeza a la chica inconsciente.

Jack miró mis ojos iluminados con el reflejo naranja del fuego y acto seguido miró a la chica. Como por arte de magia comprendió mi urgencia de que salieran y se pusieran a salvo. Al menos él, ya que no sabía el estado de la chica.

Jack cogió a la chica en brazos. Su vestido caía como si de seda se tratase. Por un momento me pregunté la relación que habría entre ellos. El pensamiento se desvaneció en cuanto Jack me dirigió una mirada fugaz y luminosa. Esperaba que todo aquello se solucionase pronto y pudiese hablar con él. Tenía una inmensa curiosidad por saber qué había pasado en todo este tiempo.

———Jack Frost———

Llegué al patio perseguido por pesadillas y me encontré de cara con los guardianes, que con un poco de ayuda se deshicieron de ellas. Santa me incitó a entrar al castillo, donde dentro estaría Winter intentando hacer algo con Olivia. Necesitaría mi ayuda.

Pero mi sorpresa fue mayor cuando al entrar vi a Winter en el suelo, Esmeralda fuera de Olivia en su versión más demacrada y a Olivia en la otra punta del gran salón.

Coincidí con sus ojos. Me miraban. Me podía mirar y de hecho me estaban reconociendo de arriba abajo. Me ilusioné vagamente y bajé la guardia. Hice que Esmeralda atacase a Olivia aunque ella logró controlarla.

Me obligó a salir fuera con Winter. No quería dejar allí a Olivia, pero intuí que tenía controlada la situación y no tuve otra que ayudar a Winter sacándola de allí.

Una vez fuera volé hacia los guardianes, que estaban casi a los pies de aquel lago, con ella en brazos y la dejé sobre la nieve a los pies de Santa. Este se agachó rápidamente a comprobar el estado de la reina del hielo.

Cogió su cabeza, que entre las grandes manos de Santa parecía una frágil criatura dañada, y tomó la temperatura de su frente. Acto seguido comprobó su pulso y puso una mueca de desaprobación. Miró su pecho y descubrió una cicatriz bastante reciente en forma de esfera. Tenía un cierto brillo esmeralda brillando en su interior. Santa dejó la cabeza de Winter sobre la nieve y se levantó afligido.

—¿Qué le pasa? —indagó Tooth. Santa se limitó a negar con la cabeza sin quitar la vista del suelo.

Comprendimos perfectamente. Winter había muerto. Supuse que Esmeralda la había atacado de alguna manera debido al brillo de la cicatriz.

Poco a poco el cuerpo de Winter fue envuelto con la nieve del suelo junto a partículas de magia helada hasta desaparecer. Me quedé mirando la silueta que aún se distinguía mínimamente en el suelo.

—Le ha derretido el corazón...— musitó Santa con la voz apagada.

—¿Qué está pasando allí? —preguntó Conejo ligeramente alarmado.

Todos giramos la cabeza hacia donde apuntaba su dedo: el gran salón del castillo, donde previamente había dejado a Olivia y Esmeralda.

A través de las vidrieras cálidas salía un resplandor brillante como el mismo sol que irradiaba luminosidad y energía a partes iguales. Casi de inmediato, aquella luz explotó.

Me giré rápida y completamente, preocupado y angustiado por que Olivia estuviera bien. El castillo había quedado reducido a escombros y llamas esturreadas por algún que otro rincón. Alguna de las dos había muerto y solo esperaba que no hubiera sido Olivia.

Volé rápidamente hacia allí sin pensar si era valentía o insensatez, desesperado por proteger a Olivia.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora