08. Alma congelada.

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———Jack Frost———

Miraba a todas partes intentando encontrar a Sombra. Empezó a nevar intensamente, aunque lo suficiente para ver a mi alrededor. Me encontraba en mitad del lago girando sobre mí mismo en busca de alguna señal que me indicase dónde estaba Sombra.

De repente, entre unos árboles salió una figura negra, de la que sólo pude distinguir los ojos amarillos. Cuando asomó un poco más me sorprendí de verlo allí, tan demacrado y malévolo. Era Mario, al parecer con Sombra dentro.

—Jack...por fin nos vemos las caras...—dijo Mario con la voz de Sombra.

—¿Qué quieres, Sombra?—dije dirigiéndome directamente a él, sabiendo que el cuerpo de Mario simplemente era un muñeco.

—Más bien pregúntate...¿Qué quieres tú?—respondió andando a mi alrededor. Yo le apuntaba con mi bastón.

—¿A qué te refieres?—le dije lanzándole una ráfaga de hielo que él esquivó ágilmente.

—No lo sé, Jack, a lo mejor Winter sabe ayudarte más que Olivia a saberlo, ¿no crees?—me preguntó con segundas intenciones.

Volví a lanzarle otra ráfaga de hielo. No podía hacerme dudar sobre mis sentimientos hacia Olivia, no ahora que tenía más claro que nunca que ella no me olvidaría.

—¿Cuál es tu plan?—le pregunté gritándole con rabia.

—Creo que ya sabes algo de él al verme dentro de Mario... intuirás que tiene algo que ver con que Esmeralda estuviera dentro de Olivia...—dijo engreído—. Al estar dentro de ellos no podéis hacernos nada, no si no queréis matarlos a ellos. Son simples muñecos...

El lago empezó a rodearse de pesadillas que seguramente tendrían en la cabeza venir hacia mí para que no diese más problemas.

—Jack, es muy obvio tu miedo...

—¡Mentira!—grité furioso proporcionándole otro rayo helado. Él lo volvió a esquivar ágilmente.

—Tienes miedo a que ahora Olivia no sienta lo mismo por ti, ¿o no?—sonrió malévolo.

Achiqué los ojos con rabia. No me creía tan predecible. Mario se paró delante de mí.

—A por él...—susurró.

Acto seguido todas las pesadillas se cernieron sobre mí, haciéndome volar hacia el castillo de Fiery, a bastantes metros de allí.

———Olivia———

No sentía mi cuerpo. Y no me acordaba de lo que estaba pasando. No sabía dónde estaba ni con quién.

Noté como el alma se me escapaba, cómo atravesaba mi garganta salía por mi boca poco a poco tirando de mi cuerpo hacia arriba, dejándome exhausta. Entonces caí al suelo. Tosí intentando respirar ya que me faltaba el aliento.

Tras unas respiraciones cogí aire por primera vez sin toser y noté cómo entraba a mis pulmones llenándome de vida. Tenía los ojos llorosos. Por primera vez en mucho tiempo me sentí totalmente dueña de mi cuerpo, como si ese espectro que estaba robándome la energía se hubiera esfumado.

Lo primero que vi fueron mis manos apoyadas en el suelo, un suelo que ya me resultaba familiar. Piedras grandes y cálidas formaban aquel suelo tan antiguo. Mis manos estaban calientes. Me incorporé poco a poco mirando mis manos, siendo consciente de que podía manejar mi cuerpo.

Me sentía como si hubiera despertado de un sueño borroso y pesado. Miré mi ropa: un fino pijama de cuadros naranjas me cubría la piel. En cambio mis pies no tenían nada que les cubriera. Estaban arañados y con moratones, como si hubiera pasado por algún bosque angosto y puntiagudo. Me dolían. Mi pelo también estaba suelto.

Terminé de inspeccionarme con la mirada para hacer lo mismo a la sala donde me encontraba. El gran salón. No había cambiado nada desde la última vez que estuve allí que a mi parecer habían sido años.

Escuché una respiración costosa delante de mí. Miré algo más alertada y descubrí a Esmeralda en el suelo, encorvada, intentando respirar como yo hacía tan solo segundos. Palidecí.

—Me...me has echado...—dijo exhausta, como si acabase de correr una maratón.

—¿Qué?—pregunté extrañada. Yo no sabía muy bien qué estaba pasando.

—Llevo dentro de ti más de un año... y me has echado ahora...—volvió a repetir esta vez incorporándose completamente. Desvió su mirada del suelo y la dirigió a mí.

—¿Cómo?¿Un año y medio?—musité en voz baja, perdida.

—Ha pasado un año y dos meses desde la última vez que estuviste aquí—me respondió frustrada—. Llevo todo este tiempo manejándote, haciéndome pasar por ti y usando tus poderes y ahora me has echado. Y ni si quiera sabrás cómo lo has hecho...

¿Mis poderes? pensé. Miré mis manos. Recordé que pude manejar los poderes de Flame durante algunos momentos antes de desmayarme. Según Esmeralda de aquello había pasado un año y dos meses, pero no recordaba ni por asomo tener tantos recuerdos en mi cabeza.

¿Dónde estaban los guardianes?¿Qué habría pasado con Jack desde aquel momento?¿Habría seguido viéndome?¿Me habría olvidado?¿Y mi abuela y Bruno?

Tenía demasiadas preguntas en mi cabeza como para pensar con claridad.

Una bola de fuego verde esmeralda se precipitó hasta mí. La agarré entre mis manos de nuevo. No era una bola verde normal, sino más pequeña y débil. Cerré el puño haciéndola desaparecer. Miré a Esmeralda, intentando calentarse las manos en la otra punta del gran salón.

Intenté crear fuego entre mis manos; si podía controlarlo también podría crearlo. Sin embargo al intentarlo sólo conseguía que salieran chispas. Por instinto imité su gesto y restregué mis manos entre ellas intentando crear calor. Algo más tarde ya podía crear algunas bolas de fuego.

No sabía lo que significaba aquello. ¿Era Flame?¿Era Olivia? Sólo sabía que podía controlar el fuego siendo una simple mortal y que Esmeralda estaba delante de mí intentando darme con alguna de sus esferas.

"La de la múltiple personalidad la llamaban" habló mi voz de la cabeza. Llevaba mucho tiempo sin escucharla y reconocía que la echaba de menos.

"Mírala frotando las manos, que parece una mosca tanto frotar..." sonreí.

—¿Nunca se te va esa estúpida sonrisa de la cara?—preguntó lanzándome otra esfera rodeada por una capa de fuego atrofiado.

Empezamos a pelear entre nosotras lanzando y recibiendo esferas de fuego. Yo sobre todo paraba los constantes ataques de Esmeralda con más energía naranja. Ella, a medida que veía que cada vez paraba con más agilidad sus ataques, más se frustraba y más rabia lanzaba junto sus esferas.

¿Íbamos a estar peleando eternamente?¿Iban a venir los guardianes?¿Sabrían que estaba allí?

Tras unos movimientos más, las puertas del gran salón se abrieron dejando a la vista a una chica un tanto peculiar y con alma congelada.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora