05. Nunca lo es.

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———Jack Frost———

No me veía con las fuerzas suficientes como para trabajar en aquello contra Olivia. Tenía un dilema moral. No quería hacerle daño, no soportaba verla congelada. Sin embargo, por su bien y lógicamente hablando, deberíamos ayudarla de esa manera.

Después de algunos días más evitando a Winter y sin saber nada de los guardianes, me planté delante de las puertas de la sala de piedra. No me había mirado en un reflejo en meses, pero estaba seguro de que estaba ligeramente demacrado y seguramente con ojos llorosos.

Hice de tripas corazón y dejando un lado mis sentimientos encontrados entré de nuevo en aquella inmensurable sala decidido a trabajar en equipo con la dama de hielo.

Una vez dentro miré atento a todas partes. Winter estaba al fondo de la sala, debajo del gran ventanal (aún roto) probando a hacer un muro alto y resistente. Al verla intentarlo supe que algo iba mal. Lo sentí. Cuando de normal ella hubiera creado una ráfaga de energía helada a su alrededor, ese día no llegaba a levantar del suelo las partículas brillantes y azules. No parecía haber caído en mi presencia. Me acerqué un poco más y cuando estuve a unos tres metros de ella hablé.

—¿Va todo bien?—pregunté. Ella se giró hacia mí sobresaltada. Me sorprendió su reacción.

—No te había oído entrar— dijo tranquilizándose.

—¿Va todo bien? —repetí —. He visto que algo fallaba en tus movimientos, ¿me equivoco?

—No. Sí. Bueno, en realidad no—dijo cubriéndose la cara con las manos para ocultar su rostro, parecía fastidiada—. Bueno. Creo que hoy no es mi día. Realmente, nunca lo es— agregó riéndose de sí misma.

"Al menos es divertida." Pensó mi voz interior. La ignoré.

—Siento haberme ido la última vez de esa manera—dije mientras rascaba mi nuca —. Esta situación me supera un poco—Winter sonrió comprensiva.

—No te preocupes. Sólo creas hielo, no tienes que ser igual de duro— dijo sonriendo. Sonreí de vuelta. Aquella sonrisa fue una de las pocas que pude sacar en mucho tiempo y verdaderamente lo agradecí.

—Déjame ayudarte— dije algo más participativo refiriéndome a sus poderes.

Me acerqué más a ella y puse sus manos bocarriba y juntas delante de mí. Acto seguido puse las mías con las palmas hacia abajo encima y la miré a los ojos.

—Nunca he hecho esto y no se si va a funcionar, pero es lo único que se me ocurre—dije justificándome. Notaba su nerviosismo en sus manos y me pareció curioso.

No sé muy bien por qué lo hice, pero funcionó. Acto seguido, unas partículas azules, heladas y brillantes aparecieron al rededor de nuestras manos, rodeándonos y seguramente conectándonos. Sentí que una energía me recargaba desde las manos hasta la punta de los pies, llenándome de tranquilidad, que luego volvía a las manos y se juntaba con la misma energía de Winter.

Poco a poco esas partículas movidas por energía se fueron disolviendo hasta desaparecer. Winter y yo nos miramos, sin creer lo que acababa de pasar. Vi una ligera sombra roja en sus mejillas, a la que no le di importancia.

—Muy bien— le dije, con algo más de nerviosismo —. Ahora sigue mis movimientos— ella solo pudo asentir con la cabeza.

Me puse detrás de Winter y le guié el brazo con mi mano desde adelante hacia detrás, con un movimiento circular y suave. Paralelamente a nosotros, un muro de nieve recubierto con hielo se alzó lentamente a nuestro ritmo. Solté su brazo y nos pusimos mirando al muro. Levanté el otro brazo y le hice un gesto para que me imitase, cosa que entendió y cumplió. Otra ola de nieve se levantó desde atrás, juntándose en lo alto con el primer muro, rodeándonos como en medio iglú.

No podría olvidarme de ti, Jack Frost. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora