¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
_ _ _ _ _ _
— ¿Crees que todo volverá a la normalidad, amor?
Chandler se encontraba acariciando los mechones de mi cabello con su mano derecha, yo estaba recostada sobre su pecho, con una pierna sobre sus muslos y mi brazo derecho sobre su vientre.
Como casi los cuatro últimos sábados pasados, hoy nos encontrábamos sin hacer nada en casa y gracias a la cuarentena, no podíamos salir para despejarnos un rato. Nos habíamos cansado del catálago de Netflix y recién la próxima semana contrataríamos el servicio de Disney+, me moría de ganas por ver The Mandalorian.
— ¿Uh? —levanté mi cabeza un poco para poder verlo a los ojos—. ¿A qué te refieres con normal?
— Bueno, no hablo de salir a las calles o ir a supermercados, porque es más que obvio que en unos meses podremos hacerlo, hablo de las medidas de bioseguridad —él bajó su mano hasta mi cintura—, ya sabes, salir sin mascarilla o ir a alguna fiesta sin miedo a que el que esté a tu lado te contagie de algo con un estornudo.
— Um, pues hablando de eso… creo que todo seguirán igual, ya sabes, dudo mucho que el gobierno quite las medidas de bioseguridad.
— Bueno, tampoco es como que me afecte demasiado, linda —él me rodeó por la cintura con ambos brazos y con una sonrisa, me puso sobre él—. Prefiero estar en casa contigo que fuera, en una fiesta con completos desconocidos que podrían hasta drogarme.
— Siempre eres tan ocurrente —reí, empezando a acariciar su rostro—. ¿Ya te dije que amo tus ojos azules?
— Un par de mil veces puede ser.
— Pues así lleguen a ser un billón de veces —yo empecé a acercarse a su rostro, aún montada en su pelvis—, amo tus ojos azules. A veces siento que pueden reflejar mi alma.
— No seas exagerada —él empezó a reír y sentí como lentamente llevaba sus manos a mis muslos.
— Hablo en serio, mis ojos son demasiado oscuros, no reflejan nada y no me gustan.
— Deja de decir tonterías y bésame, _________.
Y como si se tratara de una orden de un jefe, obedecí las palabras de mi pareja, agachándome lo suficiente para que nuestros rostros se junten, al igual que nuestros labios. Sus manos apretaron más fuerte mis muslos, mientras las mías se dirigían a su pecho.
