Capítulo 1

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Cerré el libro y sonreí. Acababa de terminarme el cuarto libro de la saga de Los Héroes del Olimpo. Llevaba meses detrás de esos libros, detrás de cada uno de sus secretos y revelaciones. Algunas eran sorprendentes y agradables, otras graciosas y otras bastante dolorosas. ¿Por que? Bueno, creo que todos los lectores hemos sentido, al menos una vez, ese tipo de conexión con los personajes de una novela que te hace sentir como ellos sienten, pensar como ellos piensan e incluso actuar como ellos actuarían.

–¡Skylar, ven a ayudar ahora mismo! –oí a mi madre llamarme desde otra habitación– Llevas cinco días yendo a todos sitios con ese libro. ¡Céntrate más en lo que pasa a tu alrededor!

Bufé, mosqueada, y me reincorporé con pesadez de la pared sobre la que estaba apoyada. Era el cumpleaños de mi primo, Alex, de cinco años (bueno, ya seis), y la verdad es que estar en un cumpleaños donde la mayoría de personas son tres veces más pequeñas que tú tanto en estatura como en edad, era un poco (bastante) aburrido. Y para colmo, tenía que estar todo el rato tirándome de la falda del vestido que llevaba puesto, porque cada vez que me sentaba se subía un poco, y, a pesar de que llevaba medias negras tupidas, me daba miedo separar las piernas.

Algo a lo que mi madre no había podido obligarme (y ella bien que lo sabía) era a utilizar otros zapatos que no fuesen mis deportivas negras. ¿Que no pegaban ni con cola con el vestido? Es probable. Al fin y al cabo, estábamos a finales de primavera, a pesar que era comienzo de junio y todavía no habíamos llegado al solsticio de verano.

Dejé de respirar un segundo. El solsticio de verano era el día de mi cumpleaños. Además, con la influencia de los libros... No pude evitar sonreír. Me imaginé a Percy Jackson corriendo de un lado a otro esquivando ataques y arañazos de monstruos y yo de fondo soplando las típicas velas de cumpleaños con un gorrito de fiesta. Reí entre dientes y me coloqué bien los tirantes del vestido, tanto para recuperar la compostura como para evitar que se resbalasen por mis hombros.

Suspiré. ¿Cómo alguien tímida a más no poder como yo podía llevar eso puesto? Parecía que un unicornio con problemas intestinales hubiera vomitado un arco-iris encima de mí. ¿Me gustaban los colores? Obviamente, pero es que era pasarse. El vestido quedaba por encima de la rodilla y se rizaba bajo el pecho, dándole protagonismo al cinturón de cuero marrón trenzado que cubría ese detalle. La parte superior estaba a decantarse entre los colores rojo y rosa y la inferior, entre el rosa y el morado. Realmente era bonito; los colores estaban orientados en diagonal y no resultaban muy impactantes de manera que al verlos eran como una explosión de colores llamativos sobre un sobrio blanco .

En sí, el vestido era precioso (los tirantes también eran de tiras de cuero marrón trenzado), pero mi madre había añadido la guinda al pastel añadiendo unos encajes con florecitas blancas en los tirantes, en el cinturón y el borde inferior del vestido, tapando lo más bonito de éste. No contenta con eso, mi hermana Amanda de veinte años (cinco años mayor que yo) me había comprado una diadema de flores de "princesa del bosque" y me había obligado a ponérmela. Ésta adornaba mi cabello castaño color chocolate, que caía sobre mis hombros y mi espalda en suaves ondas que me habían hecho esa misma mañana en la peluquería.

Finalmente, guardé el libro en el bolso que mi madre había abandonado en la sala de estar y corrí a ayudarla a cocinar el menú para los amigos de mi primo.

«Ojalá...» pensé «...ojalá fuera real».

Suspiré y coloqué el último plato de Cheetos en la mesa donde estaban colocados el resto de adornos de cumpleaños mientras los amigos de mi primo golpeaban la mesa con sus tenedores de plástico. En el cumpleaños había dos niñas en total: Irene, la hermana de Paul (un niño), Hannah y mi prima Isabella. El resto eran niños.

El Despertar (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora