Capítulo F

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Año 94 de la edad moderna

Lunes por la tarde, 4:30pm. Santiago terminaba de recoger sus pertenencias tras haber culminado de dar su última clase de Derecho en la universidad de Bowden de aquel cansado lunes. Salió del aula de clases y se dirigió hacia el estacionamiento de la universidad para poder irse a su casa.

- ¡Maestro Santiago! - Se escuchó que gritaban a lo lejos tratando de captar su atención.

Santiago voltea y observa como un grupo de sus estudiantes se dirigían hacia él con entusiasmo; sin embargo, él simplemente sonrió y se detuvo frente a su auto y esperó a que llegaran los estudiantes.

- Hola profe, nosotros somos del área de  Arte y queríamos hacerle una pregunta rápida - Dijo una de las estudiantes.

- Estábamos pensando hacer una decoración a nuestros Distintivos pero no sabemos hasta qué punto es un delito - Dijo uno de los chicos.

- Muy bien, yo supongo que todos aquí se hicieron su distintivo a los 15 años ¿no? - Preguntó Santiago y todos los estudiantes respondieron afirmativamente aunque otros simplemente mostraron su distintivo tatuado en su antebrazo.

- La ley dice que no se puede cubrir el área de la piel donde se encuentra el distintivo en un área de siete centímetros por siete centímetros. Esto quiere decir que sí respetan esa área, pueden hacer lo que desean al rededor. Sin embargo está ley influye más a lo que tatuajes se refiere, pero es mejor ir por lo seguro si van a hacer sus ilustraciones públicas - Sonrió Santiago tras su explicación.

- Muchísimas gracias - Respondieron contentos y se retiraron.

Santiago abrió la puerta de su auto y se acomodó en la silla del conductor.

- Te ves muy guapo siendo profesor - Se escuchó una voz masculina desde el asiento de atrás.

Santiago dió un pequeño salto del susto, tomó el arma que tenía en la parte de atrás de su cintura y rápidamente volteó apuntando con el arma para divisar quién estaba dentro de su coche.

- ¿Un abogado con un arma? Eso no es muy cliché de tu parte - Dijo Mauricio que no se había movido ni un solo milímetro.

- ¿Por qué mierda tienes que aparecerte así? Casi te mato - Alegó Santiago que, ya más calmado, bajó el arma y volvió a ocultarla mientras volvía a acomodarse en el asiento del conductor. - ¿Qué quieres? -.

- Todos queremos algo de ti, hermoso - Rió Mauricio mientras buscaba algo en el bolso que tenía a un lado. - Pon a andar el coche, vamos a comer algo -.

Santiago solo hizo una mueca de molestia y decidió obedecer lo que Mauricio decía, encendió el auto y fueron rumbo a Tazzo, una ciudad cercana a Bowden.

- Muy bien, necesito que revises estos papeles - Dijo Mauricio sacando una carpeta de su bolso y colocándolo en el asiento de adelante. - Están entrando un par de personas nuevas así que necesito que nuestro abogado estrella se encargue de todo y lo haga tan legal como la constitución - Sonrió mientras se recostaba en el cómodo asiento.

Santiago se concentraba en el camino, ya estaba saliendo de Bowden con el trayecto que mantenía.

- Por cierto - Mauricio se acercó al asiento del conductor por detrás tratando de colocar su boca cerca del oído de Santiago - ¿Cómo sigue la mocosa de los Toledo? -.

- Mucho mejor a pesar de tus buenos deseos - Dijo Santiago con sarcasmo.

- Ay pero ¿Cómo quieres que me ponga? ¿Ah? - Preguntó suavemente mientras acariciaba sutilmente el lado derecho del rostro de Santiago desde su barbilla a su oído con cautela - Esa pibita nacida por cesárea atropelló a, lo que iba a ser, uno de nuestros refugiados - Expresó con ira y dejando de acariciar a Santiago para golpear con fuerza la cabecera del asiento del conductor dándole un pequeño susto a Santiago que por poco lo golpeaba; la rapidez del momento fue tanta que es muy seguro que hubiese aturdido a Santiago por unos minutos y quién sabe que hubiese sucedido con el coche.

La séptima leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora