Capítulo G

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Año 94 de la edad moderna.

Martes por la madrugada, 4:00am. Emily ya se recomponía lentamente, el haber llorado por casi 5 horas seguidas empezaba a retomar su dolor horrible en su torso; a pesar de tener lo último en tecnología médica, la presión que ejercía al tratar de recobrar el aliento tras cada lágrima solo generaba dolor en su cuerpo.

Se limpiaba los ojos para tratar de quitarse los restos de viejas lágrimas que quedaban en su rostro; justo en ese momento llegó Ernesto entró con fuerza a la habitación de su hija pero sin la compañía de sus guardaespaldas.

- ¡¿Ves lo que me hace hacer un maldito desviado?! - Reclamó el padre de Emily.

- ¡Todo lo que pasó fue tu culpa no de Marco! - Gritó de nuevo Emily cuyas lágrimas empezaban de nuevo a aparecer - Ahora nisiquiera sabemos sí Matías sobrevivirá al balazo -.

- ¿Ves lo que te digo? Sí esa escoria nunca se hubiera acercado a ti, yo no hubiera tenido que obligarlo a alejarse - Dijo el padre de una forma contundente con un todo de voz alto sin llegar a gritar -.

- ¡El hecho de que Marco no se hubiese hecho el maldito distintintivo tiene razones! -.

- No lo hizo porque quiso ir en contra de la ley y los que van en contra de la ley son unos delincuentes sin ningún tipo de valor en este planeta. -

- Mira quien lo dice, un asqueroso ser que le roba el dinero a la sociedad solo para saciar sus putos deseos de Mier... - Emily no pudo continuar pues su padre le dió una cachetada que, de haber Sido un poco más fuerte, es probable que el golpe le hubiese quedado mucho más que solo unos días en la mejilla de Emily.

- ¡Tu me respetas maldita mal criada de mierda! Soy tu padre y me debes respeto, además de que bien te gusta usar del dinero que te doy - Exigió el padre ya rojo de la furia por haberse sentido humillado. - Tan fácil que hubiera sido si trajeras a Santiago, un hombre guapo, gentil, humilde, trabajador, con bastante dinero y por supuesto un bien encaminado de la ley -.

Emily, tratando de levantar su cara que ardía, veía a su padre como la escoria que siempre ha sido.

- Entiende que debes de ser como tú hermano Lorenzo - Era la primera sonrisa que se veía en el rostro de aquel hombre desde que llegó a la casa solo para apalear a Marco. - Él si que traía a buenas muchachas, algunas bastante hermosas y todas bien encaminadas. Hasta sus últimos días fue un hijo ejemplar que aceptó ser elegido con felicidad y gozo; supongo que no se puede tener la suerte de tener dos buenos hijos - Vió de nuevo a Emily que al lograr volverse a sentar en su cama su padre le dió otra bofetada que llegó a parecer más un golpe con la mano cerrada esta vez con su otra mano y al otro costado del rostro se Emily.

- Quiero que aprendas a respetarme a mi y a mi casa así que piensa mejor que otro hijo de la chingada llegas a traer. Al menos fue un buen saco de boxeo para mis chicos, lo dejamos en un buen hospital así que no te preocupes que no está muerto ni exageradamente mal herido, pero si lo pensará dos veces volver a verte - El padre ya un poco más tranquilo por haberse desahogado se empieza a retirar de la habitación pero antes de irse solo dice. - Matías mejorará, no te preocupes por él. También, siempre recuerda que a pesar de ser una inútil además de imbécil, te amo hija mía - Sonrió y salió de la habitación.

Emily solo alcanzó a seguir llorando, ahora el dolor que sentía en su pecho era más intolerable y su rostro que se sentía dolido y humillado por un ser que había ayudado para darle la vida. No era la primera vez que sucedía, ella recordaba como sus padres solo sabían una forma de comunicarse con ella.

Tras la defensa que impuso Marco, el arma de uno de los guardaespaldas se disparó provocando que la bala se depositara en el torso de Matías que se acercaba a la escena para tratar de convencer a su patrón de que se calmara un poco. Tras el disparo, el Señor Ernesto inmediatamente puso su atención en Matías y le ordenó a los guardaespaldas que lo auxiliaran mientras el llamaba a la ambulancia. Emily que ya estaba alterada al ver a Matías caer l suelo fue casi como si tuviera un infarto en ese pequeño momento; sin embargo Marco que no podía moverse simplemente aprovechó el momento que tenía sin golpes para caer al pasto del patio y desmayarse del cansancio.

La séptima leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora