Capítulo L

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Año 94 de la edad moderna.

Miércoles por la tarde, 7:00pm. Se presencia en el viento la belleza del clima decembrino que acaricia las estructuras que conforman a Bowden generando un ambiente de una dulzura y frescura inigualables para los seres que la perciben.

El hogar de Celeste se encontraba en silencio, un hecho difícil de presenciar; debido que, su madre se había retirado a hacer la procesión de una de sus compañeros en la Tirlle. La procesión es como llaman los Syvmerianos a las horas siguientes al momento de ser elegidos. El que la casa se encuentre sin ese pilar, hace que el aire se sienta un poco más pesado al sentirlo dentro de nuestro ser.

Celeste se encontraba preparando su material para las siguientes conferencias que haría, muchas de ellas se mantenían basadas en el Syvmerismo pero con diferentes fines, apoyo emocional, consejos financieros, emprendimiento e incluso impartía cursos de crecimiento en el sentimiento artístico; irónicamente, las únicas frases que escribía en su guión podrían usarse perfectamente en un libro motivacional barato. Sin embargo, se encontraba investigando acerca de otros temas como defensa personal, debido que en el país entero empezaban a aparecer casos de secuestros a hombres y mujeres; es muy seguro que personas pagarían mucho por tener conocimiento de autodefensa.

Vanessa se encontraba terminando unos pedidos, los collares que confeccionaba tenía anonadados a sus clientes, además de que era una manera sublime de distraer sus ideas y llevar el silencio de aquel anochecer sublime a la epítome de la grandeza en vida.

Se abrió la puerta de su habitación como si la policía allanara su habitación por mantener cautivo a un elegido. - Ladrona de mierda ¿Dónde carajos tienes mi marcador color café con leche cósmico? - Gritó histérica Celeste apenas entró a la habitación

Vanessa no pudo ocultar una pequeña risa tras oír el nombre tan específico del marcador. - Celeste, no tengo tu marcador - Respondió indiferente mientras se concentraba en su trabajo.

- ¿De que te ríes ah? Maldita ojos de engendro - Expresó con desprecio mientras hacía una mueca de asco al ver los ojos bicolor de Vanessa.

Solo pudo mantener el silencio y responder directamente para hacer que el aire en su habitación no se contaminara más de lo que empezaba a estarlo. - De nada, lo siento. Una vez más, Celeste, no tengo tu marcador -.

Se creó un silencio devastador e insoportable, Vanessa debía quedarse de esa manera y Celeste sólo pensaba la manera adecuada de hacerla decir dónde estaba su atesorado marcador color café con leche cósmico. La pausa en el espacio de sonidos ajenos al corazón fue abruptamente interumpido por los golpes con fuerza que daban los pies de Celeste contra el suelo al dar cada uno de sus pasos hacia Vanessa, alzó su mano y al abrirla cayó al suelo el susodicho marcador. Al cambiar de silla en su habitación, ella había olvidado que lo tenía en su mano. Fue un pequeño error humano.

Al percatarse de su confusión, Celeste procedió a retirarse de la habitación, aunque no sin dejar un poco de ella allí. - Aún no puedo creer que haya gente tan disociada como tú qué le gusta ese tipo de bisutería barata -.

Cerró la puerta casi con la misma fuerza con que la abrió y el cuarto solo existía el sentimiento inhóspito del vacío sentir. Vanessa no se detuvo en la creación de sus collares al estar tan acostumbrada a los comentarios e insultos de su adorable familia; aunque, no podía ocultar la apuñalada leve que hacían esas palabras dentro de ella.

Los acontecimientos previos y el hecho de estar casi todo el día trabajando o limpiando, le brindaron las razones necesarias para hacer una pequeña escapada; el hacer divagar sus pensamientos entre música y la risa de sus amigos, es de los mejores sentimientos en su existencia. Tomó su teléfono y se dispuso a contactar a varios de su grupo de amigos.

La séptima leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora