Capítulo E

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Año 94 de la edad moderna.

Sábado por la mañana, 9:00am. La mañana estaba algo fría, era la llegada de Octubre y parecía ser un día sin luz solar en la cumbre más helada del Polo Norte. Sin embargo, la belleza del día se encontraba en tonos oscuros por lo nublado del cielo; las predicciones climáticas pronosticaban lluvias torrenciales.

Las nubes grises junto con los colores fríos del cielo hacían un bello contraste con el rojo de las flores en el patio de la familia Toledo. La extensa residencia daba crédito a la impresionante riqueza de los padres de Emily; por una parte una Artista Plástica del nuevo siglo con obras dignas de panteones y por otro lado un impresionante empresario con casi 20 años sirviendo al gobierno de la República Surmérica.

Emily salía de la ducha con sutileza por el corto dolor punzante que sentía en su cuerpo con cada paso que daba. Se dirigió a su clóset para elegir que ropa ponerse cuando su teléfono empieza a sonar.

- El coño 'e la madre - Dijo molesta a los cuatro vientos cuando vió el teléfono al otro lado de la habitación. Inhaló con fuerza, se secó un poco el cabello junto con las manos y se dirigió hacia el teléfono caminando con cuidado.

- Dime mamá, qué sucede - Preguntó Emily tras atender el teléfono.

- Te quería avisar que tus pastillas de la tarde están sobre la mesa de noche de mi habitación y las llaves del auto están en el piso de abajo, en la cocina; por favor no estrelles este carro en una zona pública ¿si? - Respondió su madre de una forma antipática, casi sin emoción.

- Haré mi mayor esfuerzo, te quiero ma' - Respondió inclemente y sin sentimientos a su madre y colgó el teléfono. Se llevó el teléfono consigo y volvió a hacer el esfuerzo titánico para caminar hacia el closet para poder vestirse.

Se puso un jean oscuro junto con su respectiva camisa y chaqueta para así luchar contra el frío que se sentía en el aire. Revisó que tenía todo en su bolso y se dirigió al cuarto de sus padres.

Imponente, grande; incluso tenía un cuadro familiar enorme en la pared de la cabecera de la cama. Claudia, Ernesto, Lorenzo y Emily Toledo.

Emily se dirigió a la mesa de noche conjunta con la cama del lado de su madre, tomó las pastillas pero no pudo luchar contra su curiosidad para ver lo que había en aquellos cajones; a pesar de que ella tenga viejas cicatrices en su piel por intentar revisar en veces anteriores.

En el primer cajón solo habían dulces y caramelos consecuencia de la única forma que tenía la señora Claudia de lidiar con la ansiedad de no poder fumar. Ya había logrado tener 5 meses sin fumar, para conocimiento de Emily; sin embargo las cajas de cigarrillos vacías o recién abiertas que estaban escondidas bajo los dulces daban la impresión que la abstinencia a fumar no había tenido tanto tiempo.

En el cajón de abajo solo habían papeles, nada importante y aunque lo hibiese no valdría la pena leerlo. Se levantó y teniendo lo que necesitaba se dirigió hacia las escaleras para dirigirse al piso de abajo.

Su casa era un espectáculo para la vista, cada metro cuadrado costaría una fortuna para las personas con menores recursos que llegasen a apreciarla. Sus pies bajaban las escaleras lentamente, aún sentía un pinchazo de dolor en su cuerpo cuando la gravedad la hacía tocar el suelo sin clemencia.

Se dirigió a la cocina para buscar algo de comer y tomar. Abrió la nevera y sin previo aviso entró Martín por la puerta que daba con el patio.

- ¡Señorita Emi! Es un placer verla caminando - Dijo Matías mientras se quitaba su sombrero lleno de tierra.

- ¡Matías! - Rió con ternura tras ver a el encargado del hogar Toledo - ¿Acaso mi mamá no te dijo que no entraras estando así? - Dijo sonriendo mientras bebía un vaso de agua.

La séptima leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora