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"𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒎𝒊 𝒔𝒐𝒓𝒑𝒓𝒆𝒔𝒂... 𝑳𝒂𝒔 𝒎𝒂ñ𝒂𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒔𝒊𝒍𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒐𝒅𝒓í𝒂𝒏 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓𝒔𝒆 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒔𝒂 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓𝒊𝒕𝒂 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐."

Aunque a ninguno de los presentes les encantaba estar allí, de igual forma los podías observar en ese desolado y frío pasillo mañanero, frente a una puerta de metal esperando la indicación de ingresar a lo que podríamos considerar... Un aburrido salón de clases.

Si, ambos eran nuevos alumnos ingresados que empezaban un nuevo año en una nueva escuela, con un intento de rehacer su vida en otras circunstancias.

Con un chico de catorce años y otro de casi dieciséis por haber repetido un año, la diferencia de edad parecía reforzada por su apariencia física, siendo el menor más bajito y con apariencia esponjosa, mientras que el mayor era mucho más delgado y alto.

Aunque estuviesen separados por un metro de distancia, el mayor le prestó más atención al chico a su lado que al aburrido pasillo que miraba segundos antes con desinterés.

Mejillas abultadas, cabello castaño y mirada perdida y distante, tratando de encontrar algo interesante en aquel lustroso suelo de la escuela.

Ambos esperaban a que el director llegara para presentarlos ante sus compañeros ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se pararon frente a esa aburrida puerta? ah cierto, apenas unos quince minutos, unos aburridos y fríos quince minutos en los cuales el director no había hecho acto de presencia y en los cuales ambos chicos no habían intercambiado palabra alguna.

Kim Youngjo no era famoso por ser sociable y menos por dar el primer paso para entablar una conversación, pero al ver que su compañero tampoco avanzaría, decidió hacerlo él.

—Hola—Comenzó, extendió una mano al chico quien levantó la mirada del suelo hasta esta, sacando con lentitud y timidez su mano del bolsillo de su abrigo, tomando la del azabache con cuidado, sin hacer fuerza—Soy Kim Youngjo, aunque me puedes llamar Ravn—Se presentó, estrechando la adorable y pequeña mano del chico.

El pequeño solo alzó el rostro, lo miró y estiró un poco sus labios en una tímida sonrisa, haciéndole ver más adorable de lo que ya era.

—¿Cómo te llamas?—Preguntó el mayor al ver que el castañito no había respondido.

¿Acaso era muy tímido para hablar?

El chico abrió un poco su boca pero no dijo nada, soltó la mano contraria con brusquedad para llevar su mano hacia su cabellera y de forma nerviosa acomodarla, aunque fuera técnicamente innecesario según el azabache.

Luego para su confusión, el menor alzó la mano, hizo un gesto con esta y al mismo tiempo alzaba sus dedos, todo en un patrón que siempre terminaba con el menor formando un puño antes de hacer un gesto diferente.

El azabache no entendía qué hacía el chico, sin embargo solo se quedaba mirando embobado la suave y algo rellena manito que cargaba su compañero.

En cuanto el chico acabó, volvió a guardar sus manitos en el abrigo por el terrible frío de ese día, mirando con las mejillas ruborizadas al más alto.

—¿Qué?—Preguntó confundido, recibiendo un pesado suspiro del castaño.

—Bienvenidos, chicos—Una voz amable se escuchó tras ellos por lo que ambos chicos dirigieron su mirada hacia un peliazul con traje y sonrisa que se acercó a ellos—Lamento que tuvieran que esperarme por tanto tiempo— Suavizó su mirada al ver a las dos menores que tenía en frente—Soy el director Lee Keonhee, sé de ustedes pero refresquenme la memoria—Dirigió su mirada al castaño—¿Tú nombre?

MUTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora