IX

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IX. Amistades de la infancia.

Miro la taza de té humeante sobre el escritorio, la empleada pelirroja recién lo había traído

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Miro la taza de té humeante sobre el escritorio, la empleada pelirroja recién lo había traído.

—¿Y bien? —Clavo mis ojos en ella. —¿Tienes algo relevante que decirme? —Cuestiono. Ella tiene la mirada clavada en el piso, me incomoda que no me mire a los ojos.

—No, su majestad. —Responde contundente. —El príncipe Dion ha estado tranquilo los últimos días. —Me hace saber sin despegar la mirada del suelo.

—Mírame a los ojos. —Demando. Algunos reyes tenían problema con que los miraran a los ojos, mi caso era diferente, a mi me molestaba que no lo hicieran. La chica pelirroja acata mi orden, sus ojos oscuros encuentran los míos, ella no luce cómoda con el contacto visual y no entiendo el motivo. No he convivido mucho con ella, pero nunca le he dado motivos para que me tema. —¿Cual es tu nombre? —Cuestioné levantándome de mi asiento detrás del escritorio. Lo rodeé y fui hacia el librero, lugar de donde tomé un viejo libro que recolectaba las fechas de tratados importantes, necesitaba agregar unas fechas.

—Lila, su majestad. —Regresé detrás de mi escritorio.

—Nombre completo, por favor. —Pedí abriendo aquel libro, preparé mi pluma para anotar la más reciente fecha.

—Lila Farah Rasmussen. —Dijo y volví a enfocar mi atención en ella.

—Bonito nombre, Farah. —Comento al mirarla a los ojos, ella no se sonroja o se incomoda, tan solo me sostiene la mirada.

—Gracias, su majestad.

—Escucha, Farah, tú solo mantente vigilando a mi hermano de manera discreta. Esa es tu mayor tarea en este castillo, ¿me entiendes? Daré orden para que no te agobien en tantos deberes, aunque tendrás que mantener las apariencias debidas ante Dion para evitar que sospeche. —Sus ojos negros se mantienen en los míos mientras asiente.

—Así lo haré, su majestad. —Dice como buena súbdita.

—Eso espero. Puedes retirarte, Farah. —Ordeno y ella hace la debida reverencia antes de marcharse saliendo de mi despacho.

Bebo un poco del té, aún sigue caliente y me es agradable.

10 días habían pasado ya desde el día de mi coronación. 10 días en los que me había sumido completamente en mis deberes como rey de Dinamarca y de las Netherlands.

Puede que las venganzas y los duelos estén respirándome detrás del cuello, pero si algo había aprendido de mi padre es que el reino viene primero. No puedo enfocarme en otra cosa si no tengo bajo control ambos reinos, y me complazco en mi orgullo y narcisismo que hasta ahora tengo ambos reinos controlados, todo marcha de maravilla.

Ahora lo único que me falta es controlar los problemas internos en la monarquía.

Dione seguía viviendo con mis abuelos, Dion estaba enfocado en sus clases, y mientras ellos estuvieran bien era otro triunfo para mi. Necesitaba aprovechar esta tranquilidad para terminar con todo este dilema antes de que el caos nos consumiera permanentemente.

DUEL  |K.M.|   #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora