IV

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IV. Flashback.



Al estar de regreso en el castillo lo encontré en un silencio profundo.

No le había dado importancia antes, pero desde que mi padre se fue, esta antigua construcción parecía muerta también. Y aunque no tuviera sentido, así se sentía.

Nunca antes en mis años de vida había estado de esta manera, si no fuera porque sé qué hay empleados y que aquí tengo a lo que queda de mi familia, bueno, este castillo podría pasar como uno abandonado.

Mis pasos hacen eco por todo el salón, si una gota de agua cayera al suelo probablemente se escucharía con claridad, y si un alfiler cayera se escucharía como un estruendo.

Era de noche, cerca de las diez, mientras avanzaba escuché el impacto en el suelo de las patas de Ritter. Vi como dobló en un pasillo corriendo con su lengua de fuera, dando un aspecto de emoción y felicidad absoluta.

En estos dos meses había crecido bastante, y sabía que aún le faltaba por crecer más, y aún con este tamaño más la rápida velocidad a la que venía, hizo que me tambaleara a punto de caer cuando se paró en sus patas traseras empujándome.

Me incliné para acariciarlo, y él se acostó para que le rascara la panza. Me reí porque sin duda Ritter parecía un perro peligroso (y lo era) pero conmigo siempre se portaba muy cariñoso y juguetón.

—Ven, es hora de que duermas. —Dije levantándome, comencé a caminar y Ritter obediente me siguió hasta llevarlo al cuarto donde él dormía.

Sabiendo que su hora de dormir había llegado se echó en su cama y yo lo acaricié una última vez antes de marcharme.

No quería ir directo a mi recámara, pues sabía que Emma estaría ahí, probablemente aún despierta esperando por mi. Así que para hacer tiempo opté por ir a buscar a Dion y preguntarle cómo estaba, con todo lo que había sucedido, él me preocupaba bastante.

En medio del silencio tan sólo escuchaba mis pasos, llegué a toparme con algunos sirvientes los cuales hacían una reverencia mientras yo pasaba de largo. Y cuando llegué a la habitación de Dion no fue distinto, el silencio predominaba. Golpeé la puerta pero nadie respondió, pensé que ya estaba dormido, intenté abrir la puerta para asegurarme que esta tuviera seguro, pero está cedió abriéndose.

Las luces estaban prendidas, miré a la cama esperando ver a mi hermano ahí, pero esta estaba vacía. Dion estaba sentado en medio de su habitación, no traía camisa, noté pedazos como de una taza de porcelana cerca de él, algo confundido y preocupado me acerqué despacio viendo como sus brazos parecían estar manchados con sangre.

—¿Dion? —Llamé y él se volteó, noté que en su cuello también había manchas de sangre al igual que en su rostro. —¿Qué haz hecho?

—La taza de mierda se cayó, intenté levantarla pero terminé cortándome. —Explicó serio y me enseñó sus manos, estas también estaban llenas de sangre. —Ya pedí que alguien viniera a limpiar, estoy esperando a que regresen. —Dijo y regresó su atención a los pedazos de taza frente a él.

—¿Por qué no me respondiste cuando te llamé? —Cuestioné y él se encogió de hombros sin verme.

—Creí que eras la servidumbre golpeando la puerta para poder entrar, no hablaste, ¿cómo iba a saber que eras tú? —Y a pesar de que dudaba de su historia, los golpes en la puerta indicaron la presencia de un tercero. La puerta se abrió sin esperar respuesta, y efectivamente entró una empleada con utensilios de limpieza. Ella inmediatamente hizo una reverencia.

—Tienes que esperar a que te den autorización para entrar. —Reñí mirándola. No la había visto antes, era una muchacha joven, bonita, no debía pasar de los veinte años, pero sin duda debía ser mayor de edad, pues mi padre había cambiado esa regla hace bastante tiempo, sólo se permitían a personas mayores de 18 años.

DUEL  |K.M.|   #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora