POV Agatha
Las palabras sobraban en momentos en los que la vida jugaba a la supervivencia, debías ser fuerte y resistir a los obstáculos que ella te lanzaba sin compasión, ya una vez me había tocado darlo todo por las personas que amaba y fue sido tan injusto, la vida era una hija de perra que le estorbaba ver a las personas felices, y llegue a esa conclusión aquí, fumando un cigarrillo por novena vez consecutiva. ¿De que servían los logros? ¿Para que existía el dinero? ¿Qué carajos hacía en la cima del éxito cuando no podía dar con mi hijo? ¿Cómo sabía que estaba vivo? Y la respuesta fue fácil, no sabía nada, porque nada importaba si estabas sola. Suspiré llevando mi temblorosa mano a mi pecho.
— Agatha, ¿puedo pasar? — preguntó Allison desde la puerta del balcón
— claro— apague el cigarrillo en el cenicero mirando a mi amiga, más que mi amiga mi hermana.
— No me gusta verte así, lejana, distante. Como si la vida se te estuviera yendo cada minuto — dijo mirándome mientras se adentraba al balcón. Tomó un mechón de mi cabello y lo colocó detrás de mi oreja mientras se sentaba en mis piernas como antaño
— Es que, la vida se me está yendo Ali, se está yendo nuevamente sin mi bebé — me derrumbo — ya no sé qué hacer, no sé qué pensar
— ¿alguna vez te has preguntado si recuerdas aquellas épocas donde éramos felices y no lo sabíamos? ¿Dónde no nos preocupábamos por nada, sino de estar pedas todos los fines de semanas? — sonrío entre lagrimas
— Claro que lo hago, cada puto segundo, pero no me arrepiento de todo lo que ha pasado Ali, si así fuese, estaría arrepintiéndome de mi hijo, y él es lo único que importa
— Y a mí, él es más que un sobrino gata, es como si fuese mi hijo
Nos abrazamos y nos mantuvimos un buen rato transmitiéndonos tantas cosas sin palabras. La abrace fuerte dejando que una que otra lagrima rebelde cayera. Su móvil sonó obligando a separarnos, ella me sonrió y se paró a atender la llamada, el timbre de la casa sonó varias veces seguidas, la persona que estaba tocando ya me estaba cabreando — ¡ya voy! — grité bajando las escaleras apresuradamente. Ahora tocaban el timbre y golpeaban la puerta al mismo tiempo.
— ¡Que ya voy, joder! — dije abriendo la puerta de golpe, encontrándome con dos personas que hicieron que el big ban fuese mínimo con lo que estaba sucediendo en mi interior.
En la entrada se encontraba Ernesto sosteniendo a mi hijo en sus brazos. Inconscientemente me lancé a sus brazos abrazando a ambos, mis piernas no aguantaron más, dejándome arrodillada en el piso, dándole gracias a Dios por tener frente a mí a mi hijo. Lleve mis manos a mi rostro llorando de alegría, unas manos chiquitas se cerraron en mi cuello y varios besos fueron repartidos en mi cabeza — ¡Dios Alex! ¡Mírate! Ay hijo, no sabes cuanta falta me hiciste todas estas noches — dije besando todo su rostro, el cual se veía sucio y decaído; estaba más flaco de lo normal y en su carita tenía varios rasguños. Lo aprese en mis brazos sintiendo calma después de tanto tiempo. Levanté la mirada encontrándome con los mismos ojos que me vuelven loCa. Él me mira expectante
— Gracias, gracias por devolverlo a mí— agradecí con toda el alma
No dijo nada, solo me miraba en silencio esperando cualquier explicación que en este momento no iba a llegar. Me aferré aun en el piso a mi hijo, acunándolo como cuando era un bebé. Sentí sus brazos en mi espalda, y no solo eso, sus manos colocaron mi cabello hacia un lado y sus labios hicieron contacto con la piel de mi cuello, mi cuerpo se tensó ipso facto. Siguió su camino hasta llegar a mi oído
— creo que me debes muchas explicaciones — susurró — pero no es el momento, él necesita a su madre— dio un beso debajo de mi oreja y se levantó llevándonos con él.
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El sigilo del Fénix ( Cuervos 2) PAUSADA
Aksi¿UNA MIRADA LO CAMBIARÁ TODO? ¿Puede el odio destruir lo que realmente amas? Segunda parte de La biologia cuervos Todos los derechos reservados