Anoche no dormí

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Luego de la visita de Renata en su departamento, Valentina tuvo que hacer un grande esfuerzo para que su amiga entendiera que estaba completamente bien, que no le dolía nada, bueno quizás un poco la espalda pero nada del otro mundo, nada que un par de analgésicos no quiten. Sin embargo, esa noche por más sueño que tuviera no pudo dormir, era cerrar los ojos y acordarse de ella, era apagar las luces y ver en la mismísima oscuridad su rostro, sus ojos, sus perfectos labios y esa barba partida que seguía quitándole suspiros. Valentina se levantó de la cama y fue directa a uno de las maletas que todavía no había desempacado, saco de su interior una pequeña cartera donde tenía guardadas sus preciadas pastillas para dormir. Antes de tomarla las miro e hizo un gesto con los labios, hacía mucho que no las necesitaba para poder dormir pero también hace mucho que no ve a Juliana, eso era algo que no podía negar ni pasar por alto. Se sirvió un vaso con jugo de naranja y tomo la pastilla, volvió a su habitación y se recostó, aunque le costó demasiado pudo conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, Valentina se levantó junto con los primeros rayos del sol quienes ingresaban tímidamente por su ventana, luego de meditarlo por unos minutos, decidió salir a caminar ya que correr no iba a poder, por lo menos no por esos días, se puso un chándal de algodón color negro y una sudadera gris, quitó su celular del cargador, conecto los auriculares y salió, como lo hacía normalmente cada mañana.

Después de casi dos horas de caminata, Valentina se sentía con las energías necesarias para comenzar bien su día, si bien mucho no tenía por hacer, lo primero que haría luego de una larga y relajante ducha seria ir hasta el hospital para pedir el alta, necesitaba y quería su moto con urgencia, así que iba a intentar convencer a Jacobo de que se la diera.

Tomó un taxi en la puerta de su edificio, mientras el viaje avanzaba, comenzó a sentir como su estómago gruñía exigiendo algún alimento y fue en ese momento en el que se percató de que se había levantado hace casi cuatro horas y no había desayunado. Le indico al taxista que se bajaría en la cafetería que quedaba a unas cuadras del hospital y que no hacía falta que la esperará. Al llegar pagó el viaje y se bajó, era necesario un poco de cafeína a esas horas de la mañana, así que ingreso a la cafetería y mientras estaba esperando su pedido para llevar escucho su nombre y una voz muy, muy conocida, demasiado conocida. Disimuladamente busco de donde provenía la voz y allí la vio, otra vez, en menos de dos días.

"¿Acaso estás jugando conmigo?" – le cuestiono a Dios, Buda o Jesús, todavía no lo tenía muy en claro a quién debería recriminarle el hecho de haberse encontrado con Juliana en menos de dos días. Comenzó a sentirse nerviosa, miraba su reloj de pulsera múltiples veces, sentía que los minutos que su café tardaba en llegar eran como horas, si horas extremadamente largas, tenía tantas ganas de salir corriendo de ese lugar sin importarle su desayuno pero también tenía muchas ganas de correr hacia donde Juliana estaba y abrazarla, si, abrazarla para saber si con ese abrazo todas las partes rotas de su cuerpo se unirían de una vez por todas.

- Señorita, su café. – le dijo el chico del mostrador, entregándole el vaso y una pequeña bolsita que contenía el bagel que se había comprado.

- Gracias. – le contesto Valentina con una sonrisa.

Tomo las cosas y se giró para por fin irse de ese lugar pero justo en ese momento sus ojos se cruzaron con los de Juliana, los cuales estaban tristes y algo enrojecidos. "¿Había estado llorando?" se preguntó internamente la rubia. Juliana también se quedó estática, como si estuviera clavada en esa parte del suelo, lo único que se movía de su cuerpo eran sus ojos y su pecho por el simple acto reflejo de respirar. Valentina abrió la boca intentando decir algo pero nada salió de ella pero cuando se dio cuenta de que Juliana no estaba sola su cerebro entro en huelga y no quiso saber nada con decir alguna palabra, su cerebro lo único que le gritaba era que era hora de irse, debía irse y eso fue lo que hizo, desvió la mirada y salió por el mismo lugar por donde había entrado, sus piernas comenzaron a moverse con rapidez, su estómago había dejado de gruñir, ahora había comenzado a retorcerse y dar vueltas, cuando se encontró moderadamente lejos miro el café y el bagel que tenía en las manos sabiendo que no los iba a probar, justo vio a un pequeño niño que estaba pidiendo monedas a los autos cuando el semáforo estaba en rojo, se acercó a esta él y le entregó el desayuno, el simple brillo en los ojos de aquel pequeño muchacho bastó para que Valentina esbozara una sonrisa, una genuina sonrisa.

¿Ya es demasiado tarde? I Juliantina Adaptación I TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora