Capitulo 39

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—¿Falta mucho? —Estiro mi cuerpo bajandome del auto en la primera parada que hacemos de este viaje.

Gabbe me observa con cara de pocos amigos mientras rodea el auto y se acerca a mi. Frente a nosotros hay un restaurante de comida para viajeros, de esos dónde hay una mujer llamada Dorys y solo sirven huevos revueltos con panqueques y café, al menos así se ve por fuera.

—¿Si estás conciente de que el viaje por carretera son tres días?

Suspiro mientras me separo de él y camino al restaurante, no es que no me guste viajar juntos, pero pasar tanto tiempo en un auto... No es mi fuerte.

Me siento en una mesa frente a la ventana, me gusta ver hacia afuera, aunque el paisaje no es muy bonito. El lugar está decorado con luces de navidad, a algunas de ellas les falta un bombillo y se ve un poco descuidado, también hay un árbol a medio adornar. Muy navideño todo.

—Jo-Jo se empieza a sentir la navidad ¿No crees?

Me rio por su comentario satírico, la mesonera se nos acerca, es una mujer joven de algunos treinta. Su mirada se posa en mi y en Gabbe, por un momento no dice nada, pero al siguiente se da cuenta quien es el que está en frente de ella. Aun no estamos lo suficiente lejos de la cuna de su fama, aunque después de mi secuestro, me hice famosa en todo el país, tuve una discusión con mis padres, casi no van de viaje...

Vuelvo al presente cuando la chica empieza a hacer preguntas bastante incómodas. Gabbe es amable, yo solo distraigo mi mente con algún mantel para niños, lo único que escucho es la comida.

—... Panqueques con jugo de naranja.

—¿Ella comerá lo mismo?

—Sí —responde mi novio.

Se va, él y yo nos quedamos en silencio por unos minutos hasta que se me ocurre la mejor manera de romper el hielo entre nosotros. Uno que se viene formando desde no haber podido hacer nada está mañana.

—¿Qué tal si cuando nos sentimos incómodos con algún silencio contamos un chiste?

Sonríe de lado.

—Me gusta, Lanzcrip. Empieza tu.

Aclaro mi garganta muy formalmente.

—¿Qué es una naranja con cuernos? —pregunto aguantando la risa.

Me observa imperturbable.

—Una TOROnja —enfatizo en la parte del chiste—. Toro-nja ¿Entiendes?

Me rio como una loca, una lágrima resbala por mi mejilla antes de darme cuenta que a Gabbe no parece darle nada de risa.

No se inmutó, no parece que tenga ganas de reír en ningún momento, hasta que de la nada explota en carcajadas.

—Dios mío April, que mal chiste. —Se ríe otro poco—. No te creas, me rio solo por compromiso.

Antes de hablar de nuevo, la mujer llega con nuestra comida, me da una mirada condescendiente y se va.

La comida no es la más deliciosa del mundo, pero es pasable. Al terminar me dirijo al baño para lavarme la cara, hacer mis necesidades y nuevamente agarrar carretera con Gabbe. Ambos hacemos lo mismo.

En cuanto entro al baño recuerdo porque las mujeres solemos evitar estos lugares, no entiendo, si se supone somos las más aseadas, ¿Por qué los baños son un chiquero?

Aguanto la respiración y entro de una vez por todas a un cubículo, hago pis sin sentarme, del otro lado de la puerta escucho voces y dejo de hacer ruido, no sé porque lo hago, las chicas son solo trabajadoras del lugar. Pero la verdad es que no quiero que sepan que soy yo y me vean con lastima como hace unos minutos con la mesonera.

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