CAPÍTULO 1

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Era de noche. La primera luna llena de la semana. Y una vez más, ese sueño inquietante perturbó mi mente. Tan escalofriante y confuso como la primera vez.

"El momento ha llegado..."

Mi corazón latía incontrolable. Mi cuerpo no dejaba de temblar.

"Es hora de cumplir con tu destino..."

Empecé a sudar frío y gemí, luchando por despertar del sueño. Pero una vez más comprobé que era imposible.

"Es hora de cumplir con tu destino. Tu destino está sellado..."

La voz dejó de susurrar y la secuencia de imágenes bombardeó mi mente: batallas mágicas, reinos sacados de los cuentos de hadas, guerras sangrientas y cinco hombres de edades y rasgos diferentes, rodeándome alrededor de un trono de piedra y oro. ¿Qué era lo que quería decir el sueño? ¿Por qué siempre era el mismo?

Se escuchó entonces la melodía de una flauta, acompañada de el canto en una lengua desconocida. Mi cuerpo quedó inerte y entonces, esa joya azulada hizo nuevamente su entrada. Llamándome.

"Aknei..."

Otra voz me llamó. Una voz conocida. La joya frente a mí brilló con más intensidad. Y, muy en el fondo de mí, sabía que tenía que llegar a ella. Alcanzarla.

"Aknei... ¡Aknei!"

Una mano apareció de entre la joya. Me tomó y me sacudió. Jalé aire por la boca y desperté, teniendo sobre mi el cielo negro con unas cuantas estrellas. Percibí entonces el olor a rocío y la dureza del piso  donde mi cuerpo estaba tendido. Apareció entonces el rostro pálido y asustado de la anciana Aimara en mi campo de visión.

–Hija...–la voz de la anciana se ahogó.

Me incorporé y miré a mi alrededor. Estaba en la plaza del pueblo.

–¿Qué ocurrió? –pregunté cansada, frotándome la frente.

–Eso mismo quisiera saber, mi niña–respondió con una sonrisa.

La anciana Aimara me ayudó a levantarme del suelo y me sacudí el polvo del camisón.

–Anda–susurró–Debemos irnos antes de que alguien nos vea.

Asentí y, con pasos rápidos y sigilosos, salimos del pueblo rumbo a nuestra cabaña en el bosque. Ambas sabíamos que era peligroso andar solas a altas horas de la noche. Sobre todo, si un humano nos descubría y notaba nuestras orejas semi puntiagudas o nuestros ojos de color.

Mi cuerpo se sentía extrañamente pesado y me costaba seguirle el paso a la Anciana Aimara quien, pese a su avanzada edad, mantenía una condición física envidiable.

Los vellos de la nuca y espalda se me erizan, y redoblé los esfuerzos para salir de ahí cuanto antes. Ya que alguien, en alguna parte del pueblo humano, nos vigilaba atentamente.

A la mañana siguiente me levanté con pesadez de la colchoneta de paja y algodón. Abrí las ventanas y amarré las cortinas para dejar entrar la luz del sol a la habitación. Me vestí con una blusa beige de manga al codo, una falda de encaje blanco y unas sandalias con tirantes hasta las rodillas. Cepillé mi cabello color caramelo y lo recogí.

Una vez aprobada mi imagen frente al espejo, me recargué contra la pared y suspiré, repasando mentalmente el sueño y lo ocurrido anoche en el pueblo. Con este incidente se hacían tres veces que salía sonámbula de casa. Todas ellas ocurriendo alrededor de la media noche. Con el mismo orden de sucesos: La voz misteriosa, las imágenes, la música y esa joya azul.

Sellada -  Hilos del Destino IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora