CAPÍTULO 10

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En cuanto Yue se fue, mis piernas cedieron al pánico y se doblaron. Caí de costado y me deslicé por la helada roca hasta sentarme en la nieve. Mi cuerpo no dejaba de temblar mientras que mi boca seca era incapaz de producir saliva para siquiera tragar.

Acababa de presenciar a un Yue desconocido: Un Yue que era capaz de atacarme al estar sumergido en la ira. Un Yue capaz de abandonarme en un mundo desconocido y peligros. Un Yue que estaba enamorado de otra mujer...

Dejé que mis lágrimas rodaran por mis mejillas y me consolé a mí misma frotando vigorosamente mis brazos. Si bien había experimentado mucho miedo por el ataque de Ariak y los ojos manifestados de Yue, noté que había surgido en mí una valentía nueva. ¿Sería parte de la bendición del Dios Sol?

Una vez tranquila, me levanté y caminé a grandes zancadas de regreso al portal. La nieve caía por todas partes y los pies se me hundían hasta las rodillas con cada paso. Todo mi cuerpo temblaba. Nunca antes había experimentado este clima, pues la región donde vivía por lo general era de clima templado o cálido.

Sentí frustración y entonces cambié de rumbo en busca de algún lugar donde refugiarme del clima. ¿Por qué Yue no anticipó ropa para mí, sabiendo que mi cuerpo no retiene el calor como el suyo?

Suspiré. Preguntarme eso era igual que pedirle peras al manzano. Yue acababa de dejar muy en claro sus prioridades.

Un rato más tarde, y por golpe de suerte, encontré una serie de pequeños manantiales con aguas termales, a un costado de una gran pared de piedra gris oscuro. Si bien no era una cueva como originalmente había pensado, no iba a desaprovechar la oportunidad que los dioses acababan de presentarme.

Me aseguré de estar sola (aunque en realidad no tenía ni la menor idea de si había más habitantes en el bosque) y me desvestí, entrando rápidamente al agua.

Cerré los ojos y me hundí hasta la nariz, disfrutando del calor adicional que mi cuerpo tanto suplicaba.

Suspiré en mis adentros y medité la situación: Estaba sola en medio de un bosque nevado, en un país extraño y con criaturas que solo los dioses sabían su apariencia. Llevaba en mi cuello una joya de gran poder que literalmente era un letrero con la leyenda "mátame". Y, como cereza del pastel, no tenía ropa abrigadora para soportar el frio de Tarott. ¿Dónde rayos iba a encontrar ropa adecuada para el inverno en mitad del bosque? Quizá podría usar una capa de musgo en lo que me orientaba y encontraba un pueblo cercano...

Abrí los ojos y entonces vi una sombra dibujarse en el vapor del manantial. Salí medio cuerpo del agua.

–¿Quién está ahí?

La sombra pareció acercarse a mí. Por lo que procedí a tomar una gran roca del fondo y la lancé en su dirección.

–¡Fuera de aquí! –grité.

Se escuchó un golpe sordo y luego un quejido. Yue pareció de entre el vapor sobándose el brazo izquierdo y yo grité y me sumergí en el agua. Yue por su parte se coloró de la cara y se dio vuelta, dándome la espalda.

–¡Lo siento! ¡Lo siento! –decía una y otra vez.

–¡He dicho que te largues! –chillé.

Yue dio un paso en falso y se resbaló con una roca húmeda. Cayó de espaldas y jaló consigo mis prendas, mojándolas en un riachuelo pequeño.

–¡Mojaste mi ropa!

–Fue un accidente ¡Lo juro! –dijo a tiempo que se levantaba.

–¡Ve a conseguirme ropa nueva, ahora! –grité furiosa.

Sellada -  Hilos del Destino IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora