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Los meses siguieron pasando, al igual que las estaciones.
Y conforme el tiempo pasaba, mi sentir incrementaba.

Había logrado encender una chispa en mi incluso antes de conocer su nombre, y ahora que lo conocía, no podía seguir ocultándolo, necesitaba decirlo, gritárselo al mundo entero si era necesario.

Esa mañana quedamos de vernos como todas las mañanas para ir al trabajo juntos, como siempre, usaba su camisa de un solo tono, su corbata siempre lisa, sus zapatos relucientes, pero su cabello nunca dejaba de estorbarle la cara cuando el viento soplaba, hacía desaparecer sus ojos por la molestia, y a mi no me importaba en lo más mínimo que se me secaran, sólo quería verlo, un segundo, o dos, o tres más, con eso bastaba.

—Buenos días—saludó mostrando su bella sonrisa.

—Buen día—respondí repitiendo aquel acto.

El autobús llegó y se detuvo frente a nosotros, esperamos un poco antes de que yo lo dejara subir primero.
No había asientos vacíos así que permanecimos de pie uno al lado del otro. Así avanzamos unas cuantas calles cuando de pronto el chofer frenó en seco causando que yo me sujetara de la manija por encima de su mano. Una calidez se desprendió al instante, pese a que el frío era brutal esa mañana.
Ninguno sabía qué decir, y yo no podía descifrar cuál sería mi próximo movimiento.
Pero al parecer, el si.
Con tranquilidad y lentitud, posó su cabeza encima de mi hombro, y me olvidé de respirar.

Lo amé.
Lo ame a primera vista.
A primer encuentro.
En mi primera vida

Casi sabía a qué debían saber sus besos.
Casi sabía que sus manos se asemejaban a la lluvia, tan traviesa, que cae de repente cuando se olvida el paraguas en casa.

Lo amé, a primera mirada.

Y al parecer, mi amor, era correspondido.

🍂 𝐴𝑉𝐸𝑁𝑂𝐼𝑅 / 𝐾𝑂𝑂𝐾𝑀𝐼𝑁 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora