-Capitulo 3-
*14 de marzo del 2003*
—¿Cómo lo supieron?
Aparto la mirada de la chica rubia que preguntó eso último. Al observarla de nuevo, el tatuaje de dragón lanzando fuego que adornaba su pecho, me hizo recordar esa tarde de nuevo. Los gritos, el calor, el humo.
—No, ¡por favor pare señor Williams! —había gritado Emma.
—Pues, a la mala —respondo, al salir de mis recuerdos.
*24 de Abril de 1995*
—Debo aprender a mantener mi boca cerrada —dije en un murmullo, al cerrar la puerta de casa y apoyarme en ella.
—¿Dónde estabas jovencita? —preguntó en tono autoritario mi padre, le di una mirada helada.
—Me parece, padre, qué no tienes ningún derecho de preocuparte por mí. Ahora —enfaticé la última palabra y observe cómo su expresión facial se quebraba.
—¿Te metiste en problemas?
—¿Te importa realmente si lo hice? —contra ataqué y cuando él desvío su mirada de la mía, reí sin diversión alguna—. Sí, eso creí —murmuré y subí a mi habitación para ducharme.
Al observar el reloj, noté que solo eran las seis de la tarde. Eso de que el tiempo es relativo es cierto, rompí demasiadas reglas para que hubiesen transcurrido solo tres horas.
Al salir del baño solté mi cabello negro azabache, como el de mamá, de mi cola alta. Era largo, demasiado y se hacían ondas en él, una pena que solo mis amigas pudieran apreciarlo. Siempre debíamos llevar el cabello cubierto con un Hiyab, éste abarcaba nuestros brazos, piernas y en su totalidad nuestro cabello. Ya sabes, el cabello representa sensualidad, pecado, por eso lo debíamos usar.
—Porquerías —murmuré, buscando entre mi ropa sucia mi Hiyab, para lavarlo.
Y fue justo en ese momento cuando desee por primera vez estar muerta.
No tenía mi Hiyab.
No me lo había quitado para bañarme. Lo había perdido. Quizás corriendo, quizás...
Oh no.
¿Lo habría dejado en casa de los Frederick?
No podía llevar el cabello descubierto, tendría problemas si lo hacía. Era la regla número 98.
Por supuesto que tendría muchos más problemas si el señor Frederick descubría mi Hiyab en el cuarto de su hijo. Pero justo en ese momento no podía hacer nada, así que me ordene no preocuparme y buscar entre las cosas de mamá a ver si había otro.
Suspire, despeiné mi cabello, tome unos pantalones de pijama y una camisa de mamá para vestirme, y finalmente salir a hacer la cena.
Mientras el pollo se cocinaba, yo leía de nuevo el reglamento de nuestro infierno.
Regla 99°: Todos deben ir a la celebración de la palabra los martes y domingos, sin excepción.
Regla 100°: Las hembras no podrán gritar, retar, golpear, o hacer algún tipo de enfrentamiento en general, a cualquier hombre.
Sí, definitivamente si el consejo se enteraba de mi comportamiento ésta tarde, me harían rezar en la sala de plegarias, con un gran velón y mis manos descubiertas, para que se quemaran con la esperma... Quizás eso sería mejor que los latigazos.
¿Patrick les diría? ¿Billy les diría? Eso último era realmente improbable, ningún chico quiere que otros se enteren de que permito que una chica los golpeo.
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El rostro del karma [en proceso]
Random¿Alguna vez has pensado en lo afortunado que eres de poder elegir cosas sencillas? Sí, cosas como qué ropa usar, qué comer, qué estudiar, si tener pareja o no, a qué hora dormir, etc. Para toda mujer, en el retrógrado pueblo de Trébol, poder hacer u...