En vida, me había sentido tan avergonzada como hasta ahora. Nada más y nada menos, había golpeado e insultado a alguien de la realeza. El señor Blackstone me miraba con esa sonrisa de creído que me hacia sentir ganas de volverlo a golpear. Respiré profundamente y trate de mostrar mi sonrisa más profesional, para tratar de arreglar este problema en el que me había metido yo solita.
— La verdad, yo no sabia que usted... — estaba por disculparme, cuando alzo su mano al frente en señal de que no continuará.
— No se preocupe, señorita Davis. — dijo mientras posaba sus manos detrás de su espalda y me miraba detenidamente. —. Yo le debo una disculpa a usted por haberla tratado de manera tan agresiva como lo hice.
Yo sólo me límite a abrir y cerrar la boca como un pescado. No sabia que decirle.
— Dejeme y le reviso los brazos. — dijo mientras se acerca peligrosamente a mi. Yo solo me pegue a la pared y negué con la cabeza.
— No..o..nooo... — dije negando con la cabeza. — Estoy... Bien. No se preocupe por mi.
Se detuvo en seco y bajo la vista mientras negaba con la cabeza.
— Es testaruda, ¿verdad? —. Me dijo como si de una afirmación se tratara.
Yo abrí mi boca ofendida. Pero no articule ninguna palabra.
— La verdad estoy bien. — mentí. De echó si me dolían los brazos. — No se preocupe por mi.
— Entonces, déjeme verle los brazos. — dijo mientras me tomaba del brazo y me guiaba a un sillón que se encontraba detrás del escritorio. — Ahora levantese las mangas y déjeme ver.
En serio era inútil discutir con él. Así que me quite la chaqueta que traía puesta y me levante las mangas de la camisa. Mis brazos tenían unas marcas rojas donde él me había tomado con fuerza.
Imbecil.
Fue lo único que se me vino a la mente al ver cómo me había dejado marcada la piel.
Vi como fruncio el ceño con rabia y busco algo en una de la gavetas de su escritorio.
— En serio, no se preocupe señor Blackstone.— le dije tratando de calmar su expresión de enojo.— Mi piel se marca con mucha facilidad. No me duele nada.
Que mentirosa eres Katherine Davis.
— Llameme Velkan.— me dijo mientras abría un pote pequeño que tenia en su manos. Su contenido era verde y olía a hierbas.— Me sentiré mejor cuando no vea marcas en sus brazos.
Baje la vista y vi como frotaba mis brazos al aplicar la crema. De echó cerré los ojos y solté un suspiro alibiado. El dolor era calmado por esa crema. Abrí mis ojos cuando no sentí más sus manos y lo vi mirarme con esa cara de cretino que tenía.
— ¿Mejor?—. Preguntó.
— Si, gracias.— dije levantándome demasiado rápido del sillón y mareandome un poco.
El señor Blackstone me sujeto de la cintura para que no me cayera al suelo, tomándome del mento para que lo mirase a la cara.
— ¿Esta bien?—. Pregunto preocupado.
— Si, solo fue un leve mareo, por levantarme tan deprisa.— le dije respirando profundamente.— Estoy bien.
ESTÁS LEYENDO
El legado del príncipe oscuro Libro 1 (En Redacción)
Mystery / ThrillerKatherine Davis, una talentosa fotógrafa y periodista, trabaja junto a su hermana en una de las revistas más prestigiosas de Nueva York. En busca de oportunidades para avanzar en su carrera, decide viajar a Rumania, específicamente a Transilvania, p...