IX

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–¿Qué?

La joven tenía un fuerte rubor en sus mejillas y un sórdido dolor en el pecho se hizo presente en ella.

Cayó de rodillas y empezó a respirar entrecortadamente. Shōto, preocupado, decidió acercarse a la chica para ayudarla, pero ella negó con la cabeza.

Poco a poco, Angella se fue calmando, se levantó del suelo y se puso frente al mayor. Aún así, no le miraba a la cara.

Shōto notó que el sonrojo no desaparecía.

–Lo siento, debí ser un poco más sutil.

Angella no le contesto. Su mandíbula empezó a temblar de la fuerza que hacía al apretar los dientes. Shōto al ver que no le respondía, soltó un suspiro.

–Olvídalo, no tendría que habértelo dicho.

El chico comenzó a caminar de nuevo, pero fue detenido por la mano de Angella, que agarraba de la manga del abrigo a Shōto.

Él se giró hacia ella, que todavía miraba al suelo, pero reunió valor y le miró a la cara.

Sus ojos brillaban más que de costumbre y tenía un fuerte rubor en las mejillas. Respiró hondo varias veces.

–¡A mí también me gustas, Shōto!

Y entonces el joven supo que podía estar escuchando todo el día su nombre si era Angella la que lo decía.

Su nombre parecía lo más hermoso del mundo, con su voz dulce y calmada.

Shōto cogió de la mano a Angella y tiró de ella, para así poder abrazarla.

A Angella le iba el corazón a mil y le dolía mucho el pecho, además de que no podía respirar bien. Intentó controlar sus pulsaciones y pasó sus brazos por el cuello del chico.

Shōto enterró su rostro en el sedoso cabello de Angella. Estuvieron así varios minutos. Algunas personas que pasaban por allí se les quedaban mirando, pero a ellos no les importaba. Eran solo Angella y Shōto, no había nadie más a su alrededor.

–¿Eso significa que estamos saliendo? –murmuró Angella, separándose de él.

–Si tú quieres, sí.

Ella sonrió, cogió la mano del chico y empezó a caminar.

–Vamos, que si no pierdo el tren.

Los dos chicos se encontraban en la azotea del instituto

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Los dos chicos se encontraban en la azotea del instituto. Era la hora del almuerzo y ambos habían quedado en ir a la azotea para tener un poco más de intimidad.

Llevaban casi un mes saliendo. Por supuesto ya se habían enterado Nyoko, que al principio no se lo tomó muy bien, pero que después intentaba que tuviesen más tiempo a solas, y Rin, que la felicitó y apoyó en todo.

Angella estaba sentada delante de Shōto, terminando de comer, mientras que el chico, detrás de ella, acariciaba su largo y sedoso cabello. De repente, la muchacha echó la cabeza hacia atrás para poder ver a su novio.

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