III

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Shōto esperaba a la entrada del comedor. Angella le prometió comer con él ese día y explicarle por qué no hace deporte en clase de gimnasia, de verdad que le daba mucha curiosidad. Y también entablar una amistad con la menor, ¿por qué no?

Llevaba cinco minutos esperando y empezaba a pensar que nuca llegaría cuando vio a los tres amigos caminando por el pasillo.

–¡Todoroki-senpai! –llamó Angella–. Siento haberle hecho esperar. El profesor estaba explicando y...

–No pasa nada –le cortó, fijando su mirada en los amigos de la muchacha.

Angella al percatarse de eso, avergonzada se los presentó.

–Todoroki-senpai, ellos son Nakamura Nyoko y Suzuki Rin –señaló primero a la chica, que le asesinaba con la mirada, y después al chico, que tenía una sonrisa despreocupada en sus labios.

–Encantado, soy Todoroki Shōto, de segundo A.

–Un gusto –habló Rin.

–¿Vamos? –preguntó el heterocromático.

Fueron hacia una mesa después de comprar su almuerzo. Shōto se disponía a sentarse junto a Angella, pero rápidamente Nyoko se sentó a su lado y le fulminó con la mirada. ¿Qué le había hecho a esa chica? Carraspeó antes de hablar.

–¿Por qué no haces deporte? –fue directo al grano.

–No es de tu incumbencia –gruñó la pelirroja.

–¡Nyoko! –la regañó su amiga–. Lo siento mucho, Todoroki-senpai, no suele ser tan maleducada.

–No importa. Y no seas tan formal conmigo.

–Lo siento –se disculpó avergonzada la rubia.

–¿Por qué no haces deporte? –volvió a preguntar.

–Angie-chan tiene una enfermedad –esta vez habló Rin–. Nunca ha podido hacer ejercicio.

–Sí –asintió la aludida–. De pequeña me diagnosticaron arritmia. Así que no puedo hacer mucho esfuerzo y tampoco puedo sobresaltarme ni nada de eso.

–Oh, lo siento.

–¡Ya está!, te lo ha dicho, ¿contento? –volvió a gruñir Nyoko–. Si no disculpas, Todoroki, nos vamos.

Dicho esto se levantó de su asiento y se dispuso a ir a otra mesa, pero Angella tiró de ella, volviéndola a sentar.

–Le prometimos a Todoroki-san comer con él.

–Tú se lo prometiste nosotros no, así que podríamos irnos, ¿no, Nyoko? –alentó el peliazul.

–De eso ni hablar. No voy a dejar sola a Angie-chan.

Shōto, callado, miraba cómo se peleaban mientras comía de su soba. Angella intentaba calmarlos mientras que ellos se decían insultos tales como: enana de mierda, pelo pitufo, semáforo en rojo...

Por fin Angella consiguió que se tranquilizásen. Les regañó a cada uno y suspiró.

–Siento lo que ha pasado –se disculpó por enésima vez en ese rato.

–Sí, esto es el pan de cada día –restó importancia Rin.

–He notado que no eres de Japón –intentó continuar Shōto con la conversación.

–No me digas, genio –reprochó Nyoko.

Angella, ya un poco molesta, miró de mala manera a su amiga, pidiéndole que se callara de una vez.

–Como puedes notar, mi nombre no es japonés –explicó la de orbes dorados–. Eso es porque nací en Estados Unidos, pero aún así mi madre es japonesa y me enseñó desde muy pequeña todo lo relacionado con Japón. Me mudé a este país para encontrar un buen médico especializado en el corazón. Y bueno, aquí estoy...

𝙎𝙄𝙀𝙈𝙋𝙍𝙀 𝙏𝙀 𝙇𝙇𝙀𝙑𝘼𝙍𝙀 𝙀𝙉 𝙀𝙇 𝘾𝙊𝙍𝘼𝙕𝙊𝙉 - 𝙎𝙝𝙤𝙩𝙤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora