Día 2: El angelito

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Como tengo mala fama con las tiendas de conveniencia, aunque me haya venido a los suburbios me persigue la reputación, así que tuve que cambiar de rubro y el único que encontré que no estuviera ligado con el campo o la construcción, era el de housekeeper, en palabras simples es ser asistente del aseo en casas de gente con plata.

Antes de postular me imaginé con delantal a cuadros celestes, con un plumero en la mano y una diadema de tela en el pelo, entrando en una mansión donde todos serían jodidamente guapos y que, sin saberlo, se trataba de mi verdadera familia que me abandonó cuando era un bebé y ahora sin querer, se enamoraría de mí el hijo mayor, que es en realidad mi hermano. ¡Malditas novelas! Me frieron la cabeza cuando era niño, y ahora no podía ver a los housekeeper de otra manera.

La verdad es que no tenía que llevar traje especial y que tampoco era una mansión la que tenía que limpiar. La agencia que me contrató les hacía el aseo a casas normales en el suburbio de Mindarie, cerca de Quinns Rocks donde estaba viviendo, un sector pudiente, pero tampoco millonario, donde las casas si bien eran grandes, no daban para perderse. Y no tenía que tratar con los dueños, porque íbamos cuando ellos no estaban y dejábamos todo lo más limpio posible, aunque...

-No debes tocar nada, si ves un pantalón en la silla del escritorio, no lo dobles, déjala ahí. Nosotros solo tenemos que ordenar, barrer, trapear y sacudir el polvo... Cualquier cosa personal que toques, se pueden enojar y creerán que andas robando, así que no toques nada que no esté en el suelo. ¿Entendido? -me explicó mi jefe, antes de darme las llaves de mi primer trabajo.

Me bajé de la van un poco nervioso, y caminé hasta la entrada del 6B Kings Lynn Rise, una casa de ladrillo amarillo, dos pisos y unas cuantas palmeras en la entrada. Era bastante bonita la casa y para mi suerte, los dueños eran bastante ordenados, así que no tenía mucho trabajo que hacer. Dos horas después estaba desocupado, y en unos cuarenta y cinco minutos más me vendría a buscar mi jefe para ir a otra casa. Ya había hecho todo lo que se supone debía hacer y no toqué nada que no estuviera en el suelo, aun cuando el hijo de los dueños tenía unos calzoncillos en el sillón de su pieza.

Así me quedé parado en medio de la sala de estar, con mis guantes de goma puestos, una cubeta llena de agua y el trapero en la mano. ¿Qué iba a hacer ahora? Pensé en sentarme en el sofá para ver algo de televisión, tan solo que no quería ser tan sinvergüenza. ¡Maldita sea! Me iba a aburrir y es que tampoco llamaría a mi jefe para que me viniera a buscar. Él me dijo que en tres horas haría todo, y no le voy a demostrar esas mierdas de ser eficiente ni nada por el estilo, porque conozco a estos aussies desgraciados, en cuanto me vean competente, me darán más y más trabajo, siendo que me pagan lo mismo. ¡No, señores! No voy a caer en lo mismo otra vez.

Como no podía ser tan falta de respeto con los dueños de casa, decidí no ver televisión. En cambio, saqué mi celular y abrí Grindr. Si la casa estaba sola, podría llamar a un machote para que me follara un rato, diciéndoles que era mi casa. Total, en tres cuartos de hora se podían hacer muchas cosas.

¿Y saben? Me encantó Mindarie, porque los hombres que encontré allí eran todos extremadamente guapos, más de lo normal en Australia. Claro, tienen un poco más de dinero y eso en este país significa que te pareces más a los hermanos Hemsworth. Hablé con dos sujetos y finalmente concreté con uno, que vivía a unos diez minutos de la casa donde estaba. ¡Genial! Le diría que tengo que hacer un trámite después y que por eso no podíamos estar mucho tiempo, que me folle rápido y se vaya.

-G'day -me saludó el rubio de dos metros, con brazos que eran tan anchos como mis muslos. Era grande, tanto que caminaba como si fuera de piedra. Este debe inyectarse hormonas, pensé cuando le hice pasar.

Hot Aussie Boys (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora