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Paul hacía pequeñas trencitas en el cabello de su novio que estaba sentado sobre una de las almohadas del sofá en el suelo, justamente entre su piernas, y jugaba en la consola de videojuegos del menor, completamente concentrado en la pantalla y presionando los botones para ganar la pelea y continuar al siguiente round.

No tenía pensado perder.

—¿Estás seguro de que Mimi me invitó? ¿No es porque me quieres ahí contigo? —preguntó Paul dudoso, su novio le había comentado que su tía lo había invitado a comer, pero no sabía si creerle o no.

—Ya te lo dije bebé, Mimi te quiere ahí, además, mamá se pondrá muy contenta cuando te vea, no tiene idea de que también irás. —dijo sonriente.

El muchacho compartió todo un día junto a Julia cuando se juntaron en el parque días después de su pelea, pudiendo hablar las cosas con calma esta vez sin gritos ni descontrol de por medio. Mimi también quiso retomar la relación con su hermana, comenzando con pequeñas llamadas telefónicas para saber cómo se encontraba la otra, sabiendo que las cosas iban por buen rumbo cuando no terminaban discutiendo como solían hacerlo antes.

—Hey cariño, Mimi me envió un mensaje. Dice que no le contestas, pero que ya tenemos que ir. —le avisó, pero su novio no lo tomó en cuenta, y en cambio, se levantó del suelo con velocidad, festejando por haber ganado la partida del juego, pero golpeando con su cabeza la barbilla de su novio por accidente gracias a la posición en la que estaban.

—¡Gané! —exclamó contento, y luego volteó a ver al menor sonriendo en grande, pero preocupándose de inmediato cuando lo vio quejándose.— ¡Paulie!

—Me dislocaste la mandíbula... —exageró, mientras fingía que comenzaría a llorar en cualquier momento.

—Lo siento Paulie, bebé, dulzura. —y lo envolvió entre sus brazos mientras besaba continuamente su cabello.

—¿Me das un beso? —pidió con su típica voz infantil que su novio ya conocía a la perfección cuando quería algo.

—¿Dónde? —preguntó con una pequeña sonrisa, sabiendo que ya nada le dolía, pero le gustaba ser consentido.

—Aquí. —y estiró suavemente sus labios mientras cerraba los ojos.

John lo besó con suavidad en los labios tal como le pidió, viéndolo sonreír a continuación.

—¿Ya estás mejor? —preguntó, Paul asintió.

—Sip, ahora debemos ir a tu casa. —el castaño bufó, tenía ganas de seguir jugando, pero le había prometido a su tía que asistiría, no podía negarse ahora.

Y si lo hacía, sufriría las consecuencias de una muy molesta Mimi, y posiblemente su novio también se molestaría con él y lo dejaría sin besos.

Ambos tomaron sus pertenencias y se marcharon, no sin antes apagar el televisor y verificar que estuviese todo cerrado, pues Jim no estaba en casa y no correrían riesgos. Caminaron juntos de la mano por la calle, sonrientes, sin importarles las miradas de reojo de las personas que también pasaban por ahí, ¿qué le importaba al resto? Ya no había nada que esconder, nada de qué avergonzarse, se encargaban de disfrutar cada vez que podían y pasaban tiempo juntos, ¿por qué no demostrarle al mundo que eran felices?

Al llegar, vieron a la pelirroja sentada en el sofá de la sala, Julia se emocionó al verlos a ambos juntos y no dudó en levantarse rápidamente, caminando en su dirección para abrazarlos al mismo tiempo, pintado sus mejillas con el labial que siempre utilizaba, haciéndolos reír.

—Mis hombrecitos... —murmuró ella, Paul no evitó sentir aquél satisfactorio calor en su pecho, aquél que se sentía cuando alguien te quería y te lo demostraba.

change ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora